En la página 442 de Ciencia y Salud, la Sra. Eddy dice: “Científicos Cristianos, sed una ley para con vosotros mismos que la malapráctica mental no puede dañaros, ni dormidos ni despiertos”. Hace algunos años, cuando vivía en otro país, tuve una experiencia que, como estudiante de la Ciencia Cristiana, “me puso a prueba” de una manera sorprendente y singular.
Estaba yo una noche en el patio al frente de mi casa esperando a una amiga que iba a pasar por mí para ir a una fiesta, cuando se me acercó un hombrecito obviamente agobiado por la pobreza. Pasando una mano sobre su estómago y extendiendo la otra, me dio a entender que estaba necesitado.
En ese país está prohibido pedir lismosna, así es que le hice señas para que se fuera. Pero él persistió, y aunque yo no había traido mi monedero, busqué en mi bolsillo y encontré una moneda de muy poco valor, que dí al hombre. Él se dio inmediatamente cuenta del poco valor de la moneda, e importunamente siguió pidiendo más. Le indiqué que no tenía nada más. En ese momento llegó mi amiga, y me fui a la fiesta y ni siquiera pensé otra vez en el incidente.
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