Cuando supe acerca de la Ciencia Cristiana por primera vez yo era todavía muy joven. Un día, mi hermano, mis abuelos y yo íbamos a subir a un coche tirado por caballos, cuando de pronto los caballos arrancaron. Mi hermano se cayó y el carro le pasó por encima. Se quedó en el suelo sin moverse. Inmediatamente detuvieron a los caballos, y mis abuelos y yo llevamos al niño al médico.
Después de examinarlo, el médico dijo que parecía que tenía contusiones internas y que él no sabía de nada que pudiera ayudarlo. Entonces recordé que mis padres habían hablado de una señora que pertenecía a una religión que sanaba por medio de la oración. Se lo dije a mis abuelos, y ellos decidieron llevar a mi hermano a la casa de esta señora. En esa época nuestra ciudad no tenía ningún practicista de la Ciencia Cristiana autorizado. Sin embargo, esta señora era una dedicada estudiante de Ciencia Cristiana. Por medio de su sincera oración mi hermano sanó.
Desde la niñez, yo había luchado contra el temor, y también había sufrido regularmente de ataques continuos de malaria. Mi madre y yo buscamos curación para ambas cosas en la Ciencia Cristiana. Comenzamos a estudiar las Lecciones Bíblicas en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, y con frecuencia leíamos el libro de Salmos y el Sermón del Monte. Sin embargo, los ataques de malaria continuaban, y siempre tenía que volver a la quinina para combatir la fiebre.
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