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El mal no tiene origen

Del número de abril de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondió Satanás a Jehová, y dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella”. Job 2:2. Por medio de este versículo el libro de Job nos comunica en términos pictóricos que el mal evade la respuesta a la pregunta, pues no tiene ni lugar de origen ni sitio que ocupar. El mal parece estar presente únicamente si le damos cabida en nuestro pensamiento.

Pero aun cuando, como Científicos Cristianos, sabemos que el mal no es real porque Dios, el bien, es la única realidad, a veces nos preguntamos cómo se infiltró en nuestra experiencia.

Esto me molestó por muchos años, a pesar de que había probado, sin sombra de duda alguna, que ver la irrealidad del mal destruye su supuesta presencia.

Un día me hallaba sentada en mi escritorio, a eso de las cinco de la tarde, tratando de conciliar el saldo de mi libreta de cheques. Era para la época del año en que debía pagar los impuestos sobre ingresos y tenía la necesidad de poner la cuenta en orden a la mayor brevedad para poder escribir el cheque. Por varios días había estado tratando de conciliar el saldo. En el último momento me sentía frustrada, y las interrupciones y la ansiedad literalmente me tenían sudando “la gota gorda”.

De repente me eché hacia atrás en la silla. He aquí, yo, una Científica Cristiana, tratando de encontrar una equivocación cuando yo sabía que no se debe comenzar con el error. Tenía que comenzar con la perfección de la única Mente, Dios, y con el hecho de que la respuesta correcta para todo problema está siempre al alcance. Al cabo de unos breves instantes, la equivocación se hizo obvia.

Mientras recogía todas mis cosas del escritorio, me pregunté a mí misma de dónde había procedido el poder de la equivocación. Yo sabía que la verdad no podía causar una equivocación; ésta sólo era resultado del descuido y el apremio de la personalidad mortal. Pero la verdad es tan poderosa cuando se vislumbra que no podemos continuar en el error. En ese momento percibí que Dios, la Verdad, es Todo, y debido a que Él es omnipotente y omnipresente, Él exige reconocimiento. Hasta que esto no se reconoce, parece haber discordia y confusión.

¿Y qué hay de la mentira llamada enfermedad? ¿No requiere reconocimiento la verdad de la perfección del hombre como idea espiritual? No estamos siendo castigados; estamos siendo puestos a prueba. La tentación pone a prueba la obediencia a nuestro Hacedor, el firme reconocimiento de la unidad que tenemos con nuestro origen.

La Sra. Eddy reconoció cuál era el problema básico. “Tratad una creencia en la enfemedad como trataríais el pecado, con rechazo inmediato. Resistid la tentación de creer que la materia es inteligente, que tiene sensación o poder”.Ciencia y Salud, pág. 218.

Los Evangelios registran que la tentación de Jesús en el desierto surgió inmediatamente después de haber él recibido la bendición divina como el amado Hijo de Dios. Su ministerio comenzó al aceptar él su rango como el Hijo de Dios, pero sólo después de haber sido tentado por el diablo. ¿Cuál fue la tentación básica? ¿Convertir las piedras de la tierra en alimento material para satisfacer su hambre? ¿O arrojarse de una cumbre para demostrar cómo una hazaña excepcional atraería hacia él las multitudes porque estaba protegido por ángeles? ¿Caer en la trampa de obtener un triunfo personal convirtiéndose en el mesías que satisfaría la pasión patriótica de su pueblo? Me parece a mí que la tentación básica fue la sugestión sutil: “Si eres Hijo de Dios”. Mateo 4:3. Si él hubiese dudado de su condición de hijo, tal vez hubiera sustituido un sentido humano del bien — o una creencia de que el bien y el mal existen en la materia en forma de persona, lugar o cosa — por su confianza radical en el Espíritu como el único bien verdadero. Al resistir la tentación, ejemplificó el Cristo.

Jesús percibió la tentación como lo que es: una mentira, una creencia en más de una Mente. Refiriéndose a esta mente mortal él dijo más tarde: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”. Juan 8:44.

Algunas veces, sintiéndonos amargados, creemos que el sufrimiento y la aflicción son impuestos injustamente sobre nosotros. Hemos sido buenos; hemos tratado de observar cuidadosamente los “No cometerás”. Podríamos sentirnos tentados a creer que con sólo conocer las Escrituras, siempre habrá un ángel a nuestro lado para elevarnos por encima de cualquier aflicción de modo que podamos tener una existencia física más cómoda.

Pero la tentación es siempre la de creer en un creador o mente aparte de Dios. Y esto no existe. Los grandes compromisos morales y espirituales son desafiados constantemente y, por lo tanto, no podemos permitirnos descuidar la necesidad de identificarnos con nuestro origen divino y dar pruebas diarias de esta unidad.

Cuando vemos que el diablo es una creencia en una mente aparte de Dios y con convicción dedicamos nuestra vida a probar que no hay más que una Mente — Dios, el bien — nuestra casa, o consciencia, estará edificada sobre una roca. Cualquiera que sea la experiencia física, la fortaleza e inspiración de nuestra dedicación glorificarán a Dios. Cuando habitamos en la casa de nuestro Padre, todo lo que Él posee es nuestro.

Comenzando con la perfección a resolver el problema — pero aprendiendo siempre con los períodos de prueba y práctica, y con la corrección de los errores — alcanzamos la firme confianza en Dios que constituye obediencia total. La Sra. Eddy nos asegura: “Al despertar a las exigencias de Cristo, los mortales experimentan sufrimientos”. Y en la misma página añade: “El Amor no se apresura a librarnos de la tentación, porque el Amor quiere que seamos probados y purificados”.Ciencia y Salud, pág. 22. El Consolador, prometido por Cristo Jesús, es la Ciencia divina, y ciertamente en los momentos difíciles nos habla del Cristo que está en nosotros y nos familiariza con la ley espiritual básica. El entendimiento espiritual trae un sentido ferviente de dedicación que caracteriza al cristianismo verdadero, demostrando que el Amor es Todo-en-todo. Por consiguiente, no hay cabida para el mal.

¿Entonces qué debemos pensar en cuanto al origen del mal?

La Sra. Eddy explica: “A esta pregunta la Ciencia Cristiana responde: El mal jamás existió como entidad. No es sino una creencia de que existe una inteligencia opuesta a Dios. Esta creencia es una especie de idolatría, y no es más verdadera o real que la que afirma que una imagen esculpida en madera o piedra es Dios.

“La admisión mortal de la realidad del mal perpetúa la fe en el mal; y las Escrituras declaran que ‘si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis’. Esta proposición guiadora, y evidente de por sí, de la Ciencia Cristiana, de que siendo el bien real, su opuesto necesariamente es irreal, tiene que ser comprendida en todos sus requisitos divinos”.Escritos Misceláneos, pág. 346.

¿De dónde vino el diablo?


Estad quietos, y conoced
que yo soy Dios; seré exaltado
entre las naciones;
enaltecido seré en la tierra.

Salmo 46:10

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