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Pablo encontró el camino

Del número de abril de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Pablo vivió en el siglo primero. Era hijo de devotos padres judíos (su nombre judío era Saulo), y probablemente asistió a la escuela que había en la sinagoga de Tarso, su ciudad natal. Allí Pablo estudió las Escrituras del Antiguo Testamento y aprendió sobre la fe que Abraham tenía en Dios, sobre Moisés y los Diez Mandamientos, y sobre los profetas. Todas estas enseñanzas dieron a Pablo una percepción de la naturaleza del Dios único.

Como deseaba seguir estudiando, fue a Jerusalén pues quería llegar a ser un fariseo. (Los fariseos estudiaban cuidadosamente las reglas dadas en las Escrituras y en las tradiciones orales que se habían creado en torno de esas reglas; y trataban de obedecer cada una de ellas al pie de la letra.) Por eso Pablo tuvo que aprender y obedecer cientos de leyes escritas y orales. Las mismas incluían reglas sobre alimentos, y restricciones en cuanto al trabajo en el día de reposo. Los fariseos creían que observar estas reglas era hacer la voluntad de Dios.

Siendo fariseo, Pablo se percató de una gran agitación entre el pueblo. Un hombre llamado Jesús había predicado a las multitudes, y existían informes de que había sanado toda clase de enfermedades y que había resucitado de entre los muertos a algunas personas. El mismo Jesús fue crucificado y, según se informaba, se había levantado de su tumba.

Entre los seguidores de Jesús había muchos judíos, incluso sus discípulos Pedro, Mateo y Juan. Ellos creían que él era el Mesías, el que traería la salvación largamente esperada por el pueblo. Pero Pablo, como algunos otros judíos, se oponía a Jesús. ¿Podía él aceptar como Mesías a un hombre que se llamaba a sí mismo Hijo de Dios y, no obstante, quebrantaba las leyes, por ejemplo, sanando en el día de reposo? Debido a que Pablo creía que los seguidores de Jesús estaban destruyendo la religión judía, quiso destruirlos a ellos.

Obtuvo cartas del sumo sacerdote autorizándolo para ir a Damasco a buscar seguidores de Jesús y traerlos prisioneros a Jerusalén. Estando cerca de Damasco, Saulo vio una luz deslumbrante y oyó una voz que decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Pablo preguntó: “¿Quién eres, Señor?” La voz dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”. Hechos 9:4, 5.

La luz había enceguecido a Pablo, por eso tuvo que ser conducido de la mano a la ciudad. Allí ayunó y oró varios días. Ananías, seguidor de Jesús y hombre respetado por los judíos, fue divinamente impulsado a ir hacia Pablo. Obedeció y encontró a Pablo y lo sanó de la ceguera.

La prueba por la que pasó en el camino a Damasco y el encuentro con Ananías efectuaron un cambio radical en Pablo. Se le había mostrado algo del Cristo. No sólo logró discernir la identidad de Jesús como el Mesías prometido, sino que también comenzó a verse a sí mismo bajo una nueva luz. Pablo cambió de ser un perseguidor a ser un seguidor de Cristo Jesús.

Al referirse a Pablo en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy escribe: “Saulo de Tarso percibió el camino — el Cristo o la Verdad — sólo cuando su sentido incierto acerca de lo que era justo se sometió a un sentido espiritual, que siempre es justo. Entonces se transformó. Su pensamiento adoptó un punto de vista más noble, y su vida se espiritualizó más”.Ciencia y Salud, pág. 326.

¿Significa esto que Pablo abandonó las Escrituras del Antiguo Testamento? No. Él comprendió que Abraham, Moisés y otros caudillos hebreos ciertamente habían percibido el poder de Dios. Y este mismo Dios se había manifestado a Sí Mismo en la carrera y las enseñanzas de Cristo Jesús.

¿Y qué decir respecto a las reglas ceremoniales? Pablo ya no creyó que la mayoría de ellas fueran esenciales para cumplir la voluntad de Dios. Pero se adhirió a los preceptos morales del Antiguo Testamento. En sus cartas habla de la necesidad de bondad, honradez, pureza y de vencer el mal con el bien.

Pablo predicó en muchas ciudades del mundo Mediterráneo, inclusive Corinto, Filipos y Tesalónica. Trajo un mensaje de esperanza y fe, inició pequeñas reuniones de cristianos y efectuó numerosas curaciones. Muchos griegos y romanos dejaron de adorar a sus dioses para aprender acerca del único Dios y de Su Hijo, Cristo Jesús.

La crucifixión y resurrección de Jesús significaron todo para Pablo. Escribió a los corintios: “Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe”. 1 Cor. 15:14. Pablo vio que era el espíritu de Dios en Cristo Jesús lo que lo resucitó de entre los muertos, y que este espíritu de Dios, este Cristo, debía ser también nuestra vida. Comprendió que nosotros también podemos llamar “Padre” a Dios. Podemos reclamarle nuestra herencia espiritual y sustituir los métodos de la carne — tales como envidia, sensualidad y egoísmo — por amor, alegría, humildad y templanza.

Pablo el fariseo había encontrado el camino. Dijo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Filip. 4:13.

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