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Cómo reavivar la voluntad de trabajar

Del número de mayo de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El letargo podría ser un derivado de nuestra nueva era electrónica. ¿Quién puede mantenerse a la par de la velocidad de la luz? Los procesos intelectuales de principio-medio-fin parecen arcaicos cuando se los compara con la simultaneidad de la computadora.

Solía ser que el trabajo de un hombre o de una mujer era considerado como el espejo de su dignidad y una prueba del mérito del individuo. Hoy día nuestra capacidad de trabajo parece minúscula comparada con la capacidad electrónica. ¿Cómo puede la gente mantenerse a la par de una tecnología que la supera en todos los aspectos: distancia, potencia, memoria y pensamiento? En todo el mundo industrial se observa una disminución de la productividad individual.

Sin embargo, lo instantáneo es natural en el reino del Espíritu, del cual el hombre es el ciudadano legítimo y principal. Por otra parte, la electricidad, junto con el mundo físicamente instantáneo que crea, es una falsificación material de la realidad espiritual de Dios. “La electricidad es el agudo excedente de la materialidad que contrahace a la verdadera esencia de la espiritualidad o verdad — siendo la gran diferencia que la electricidad no es inteligente, mientras que la verdad espiritual es Mente”,Ciencia y Salud, pág. 293. escribe la Sra. Eddy.

El poder y el dominio que Dios ha otorgado al hombre espiritual fueron revelados hace más de dos mil años por Jesús, quien demostró al Cristo, la verdadera idea de Dios. La espiritualidad de Cristo Jesús lo capacitó para leer el pensamiento y comprender esferas del conocimiento humano en modos que ni sus antecedentes ni su educación hubieran podido explicar plenamente. Pudo moverse sobre la materia y pasar a través de ella, pese a la oposición de las leyes materiales. En medio de la necesidad, produjo sustento. Curó la enfermedad. Venció a la muerte. Muchos de estos triunfos fueron instantáneos. San Juan escribe: “Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir”. Juan 21:25.

Lo inmediato, que es natural al hombre espiritual, no se produce por medio del milagro distante, la magia o la computadora. Es el resultado normal de la indivisibilidad de Dios. En Dios no hay escisión entre el pensamiento y la acción; Dios es tanto la Mente que concibe ideas como la Vida que les otorga poder. Pablo dijo: “En él vivimos, y nos movemos, y somos”. Hechos 17:28. El hombre, el amado hijo de Dios, se mueve siempre en esta unidad divina. El tiempo no es un factor ni en la consonancia de Dios con el hombre ni en la percepción de esta consonancia. La Sra. Eddy explica: “Si el Espíritu, o el poder del Amor divino da testimonio de la verdad, éste es el ultimátum, el procedimiento científico, y la curación es instantánea”.Ciencia y Salud, pág. 411.

Esta curación demuestra la ternura de lo infinito, cuya eternidad significa cumplimiento instantáneo, no suspensión. Cuando comprendemos la infinitud de Dios, podemos esperar que ahora — no mañana — se efectúe la curación. El estar cerca de Dios implica inspiración y acción dinámicas y espontáneas. Aunque tenemos derecho a resultados instantáneos, a nosotros nos toca realizar la tarea de sacar a luz esta facultad. ¿Cuál es esta tarea? La Sra. Eddy aconseja: “La Fundadora de la Ciencia Cristiana enseña a sus discípulos que deben tener el espíritu de la Verdad y el Amor, que deben lograr el dominio sobre el pecado en sí mismos, pues de otro modo no podrán curar instantáneamente”.Escritos Misceláneos, pág. 40.

Las demás negaciones ilusorias de la mortalidad física — la ignorancia, el odio, el temor, la sospecha, la lujuria, la ira, la duda, etc.— son tan materiales como los fenómenos del tiempo y la presión. Cuando nos dominan, la curación y el progreso avanzan lentamente o se estancan. Pero de la misma manera en que podemos pensar mejor cuando estamos tranquilos, la curación se acelera en respuesta al pensamiento que refleja a Dios, que es Alma y Principio.

¿Cuánto tiempo se necesita para percibir la realidad espiritual básica a través de un engaño material? ¿Cuánto esfuerzo se requiere para eliminar los defectos de carácter y las ansiedades, la frustración y los resentimientos? ¿Qué clase de estudio es imprescindible para comprender mejor a Dios y ver más claro nuestro verdadero ser como el amado reflejo espiritual de Dios? Hacemos todo el trabajo necesario para poseer el espíritu a la semejanza del Cristo y abandonar lo mortal, y este esfuerzo no es más anticuado, innecesario o prescindible que la labor requerida para construir o programar una computadora. La Biblia dice así de Jesús: “Él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios”. Lucas 6:12.

Jesús trabajaba. No confundía la celeridad de los posibles resultados con la devota preparación necesaria para alcanzarlos. Tampoco debemos hacerlo nosotros. No deberíamos descuidar la oración, esperando sencillamente que algún pensamiento angelical venga del cielo para salvarnos. La corrección de nuestras faltas, el estudio disciplinado y la moralidad tienen que ser estructurados pacientemente a fin de que un sentido falso no se interponga, en un momento clave, en el camino de las verdades liberadoras de Dios. Al eliminar los obstáculos arraigados en la naturaleza mortal, entramos en las posibilidades inimaginables de la oración que obtiene respuesta.

Los momentos de curación instantánea son los resultados naturales de poner la estructura total de nuestra vida en manos de Dios, el Espíritu, en lugar de limitarnos a recurrir a Él ocasionalmente con el pensamiento basado en lo material. La curación puede ocurrir sin esfuerzo en el momento en que una verdad es finalmente aceptada y comprendida, por lo cual pasa a tener efecto en nuestra experiencia, o cuando la insistente sugestión de un error deja por fin de ser convincente, o cuando un mejor concepto espiritual reemplaza a otro material e inferior, cuando se abandona un error de carácter que sirve de obstrucción o dejamos de aferrarnos a la materia.

El entendimiento cristianamente científico nos brinda la tranquilidad de saber que no podemos mejorar la perfección de Dios, buscarla precipitadamente o dejar que nos abrume. Necesitamos comprender y ajustarnos a la norma de la perfección, y esto restablece la voluntad de trabajar en todos sus aspectos.

¿A quién pertenece el futuro? A nosotros, cuando sabemos que somos espirituales. Podemos esperar respuestas si mantenemos en nosotros el clima de la oración a medida que pasamos a través de la atmósfera contemporánea de premura, tensión y temores. “Miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas. Y al instante yo estaba en el Espíritu”. Apoc. 4:1, 2.

Juan estaba preparado. ¿Lo estamos nosotros?


La palabra de Dios es viva y eficaz,
y más cortante que toda espada de dos filos;
y penetra hasta partir el alma y el espíritu,
las coyunturas y los tuétanos, y discierne
los pensamientos y las intenciones del corazón.

Hebreos 4:12

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