Los cambios vienen generalmente en forma progresiva y los aceptamos con agrado. Pero la mayoría de nosotros hemos suspirado, alguna vez, ante el flujo continuo de acontecimientos.
El corazón humano por naturaleza anhela estabilidad — el bien permanente — pero tal estabilidad está fuera del razonamiento humano. El bien permanente puede discernirse sólo por el sentido espiritual, el cual revela la estabilidad de la realidad, la invariabilidad de la bondad de Dios. Esta facultad natural está, por definición, afirmada en la estabilidad: “El sentido espiritual es una capacidad consciente y constante de comprender a Dios”,Ciencia y Salud, pág. 209. escribe la Sra. Eddy en Ciencia y Salud.
La realidad es constante y la habilidad del hombre para percibirla también es constante. Ni la realidad ni la habilidad para percibirla incluyen fluctuación o elementos que produzcan fricción. A medida que ponemos en práctica el sentido espiritual, éste actúa como una protección contra los cambios violentos que se nos presentan en la experiencia humana, armonizando nuestra vida y demostrando la abundante bondad de la realidad.
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