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La piedra angular del progreso

Del número de mayo de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El progreso espiritual está edificado sobre la pureza: móviles puros, deseos y acciones puros, razonamiento puro, pureza de pensamiento y existencia. Podríamos describir la pureza como el sentido no adulterado de la compleción del hombre como reflejo de Dios, el Alma. No está contaminada por el materialismo, la sensualidad o cualquier elemento mortal. Cuando se la ve como el estado natural e inevitable del hombre creado por Dios, y, por consiguiente, se la abriga en el corazón humano, podemos expresar directa, activa y diariamente la inocencia espiritual.

La vida de Cristo Jesús presenta el modelo más elevado de pureza. Él no tenía pecado. Desde la infancia hasta la crucifixión (y más allá de la cruz), su consciencia, sin pecado, de la perfecta y eterna unidad del hombre con Dios, capacitó al Maestro para consumar su misión sanadora y salvadora. En la resurrección, la pureza espiritual fue esencial para la de Jesús de vida inmortal. Y la conclusión extraordinaria de la obra de su vida en la tierra demostró, sin lugar a duda, la importancia singular de esa pureza para el adelanto de cada uno en la comprensión de Dios. Él ascendió.

A través de todo el ministerio de Jesús, sus enseñanzas y obra sanadora ilustraron la necesidad de la pureza y las bendiciones que ésta trae. Elevó y redimió a los pecadores (ver el ejemplo de Zaqueo y de la mujer sorprendida en adulterio Ver Lucas 19:1–10; Juan 8:3–11.), restituyendo lo que parecía una pérdida del sentido de integridad y de inocencia moral. Sanó casos difíciles donde la enfermedad había puesto su marca de impureza o debilidad (ver los ejemplos de la curación de un leproso, la mujer enferma de un flujo de sangre, y del hombre sanado al lado del estanque de Betesda Ver Mateo 8:1–4; Marcos 5:25–34; Juan 5:2–9.). Mediante esos acontecimientos poderosos, el toque del Cristo, la Verdad, hizo que hombres y mujeres comprendieran la plenitud y bondad verdadera de ellos. Fueron limpiados de falsas creencias, de la ignorancia, del temor y del pecado.

El progreso espiritual, indudablemente, iba asociado a las curaciones físicas como también a los casos de regeneración moral. El ministerio de Jesús trajo continuamente purificación a la humanidad, como el fuego de un refinador, el bautismo del Espíritu Santo. Y Jesús enseñó: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”. Mateo 5:8. Por tanto, se verá que la identidad verdadera del hombre es la imagen, la semejanza del Ser Divino. La naturaleza verdadera del hombre la percibe el limpio corazón que conoce a Dios. Cuando conocemos a Dios, conocemos también Su manifestación: el hombre. El Himnario de la Ciencia Cristiana ofrece este símbolo poético de la influencia purificadora del Cristo en la consciencia humana:

El fuego nos revela
del oro su fulgor,
y la Verdad es la que muestra
al hombre su valor.Himnario, No. 15.

La pureza, entonces, es un fundamento esencial del progreso espiritual. Y así como nuestra pureza promueve adelanto cada vez mayor, así es el progreso evidenciado en mayor pureza. La pureza produce crecimiento espiritual; el progreso espiritual produce pureza. Son inseparables.

Pero es posible que uno sienta que no puede hacer nada acerca de la impureza o la inmoralidad en su vida, o que no sabe cómo reformar su manera de pensar y de vivir, o tal vez piense que no necesita purificarse. Pero todos necesitamos progresar espiritualmente, desechar y destruir las pretensiones del mal. Y sea cual fuere el dilema o turbación moral que uno esté encarando, el tierno cuidado y reprensión del Amor divino espera para bendecir a todo aquel que sinceramente anhele enmendarse. El Cristo, la Verdad, está activo en la consciencia humana, aun ahora, para transformarla y redimirla; está revelando el milagro de la gracia de Dios.

¿Cómo nos purificamos? Orando, comprendiendo que la identidad verdadera del hombre es inmaculada e incontaminada por ser la imagen del Espíritu; arrepintiéndonos sinceramente, disponiéndonos humildemente a cambiar nuestras metas en la vida de meros deseos materiales por las dinámicas aspiraciones espirituales y el deseo de sólo cumplir la voluntad de Dios.

Y la curación puede efectuarse sea cual fuere la ocupación humana. Por ejemplo, un soldado que supo acerca de la Ciencia Cristiana durante la Segunda Guerra Mundial, tiempo después dio testimonio del efecto regenerador que tuvo en su vida. “Durante veinte años fui víctima de apetitos depravados”, escribió. Pero conoció a un joven en el ejército que era Científico Cristiano. El soldado continuó su relato: “Cuando le hice preguntas al joven, me prestó un ejemplar del Christian Science Sentinel y ofreció ayudarme en lo que pudiera. Mediante el Servicio de Ayuda del Campamento obtuve una Biblia, un ejemplar de Ciencia y Salud [por Mary Baker Eddy], y un Cuaderno Trimestral. No obstante, me llevó varios meses de sufrimiento que yo mismo me había impuesto debido a mi manera equivocada de pensar hasta que estuve listo para aceptar la Verdad de todo corazón y obedecer las reglas establecidas”.

Entonces, finalmente, un día el soldado estaba listo para empezar su búsqueda de la Verdad seriamente, y para purificar su pensamiento. Después de dos noches y días dedicados al estudio de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, durmió apaciblemente durante la tercera noche. Hacía varios años que no había tenido una sola noche de sueño reposado. A la mañana siguiente había desaparecido el deseo por cigarrillos y whiskey y el tormento de los narcóticos. Sus años de tortura habían terminado. Había sanado. “Desde ese día”, declaró: “empezó mi regeneración y sinceramente puedo decir que soy un hombre nuevo”.The Story of Christian Science Wartime Activities: 1939–1946 (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1947), pág. 406.

Cuando es necesaria la curación física (así como la curación moral) también es necesario reconocer la necesidad de purificar la consciencia, o redención. La curación física sin esto tal vez ha perdido su potencial y promesa más grandes. De hecho podría argumentarse que tal “curación” puede no ser verdaderamente una curación permanente, sino en vez constituir un intercambio de creencias mortales: la creencia de que la persona es un ser físico enfermo, es reemplazada por la creencia de que ella es temporariamente un ser físico que se siente bien. La pureza espiritual del hombre no figura en tal intercambio, ni hay una bendición concomitante para la humanidad como la hay en la curación cristiana. Pero cuando la oración, la purificación y el progreso espiritual resultan en una curación, hay una regeneración y Dios es glorificado. Se efectúa un acontecimiento sagrado.

Una mujer estaba muy enferma. Sus padres habían fallecido; y cuando sus dos hermanos murieron en una guerra y ella quedó sin hogar, su vida parecía sombría y desolada. La mujer dijo: “En esa condición fue que me halló la Ciencia Cristiana. Me enseñó a vivir, a amar y a sentir agradecimiento.. .” En esa época, sufría de lo que se había diagnosticado médicamente como infección grave debida a una condición hereditaria. Entonces solicitó tratamiento de una practicista de la Ciencia Cristiana. Tiempo después la mujer informó: “Cuando mis pensamientos se aclararon y purificaron, y el pensamiento falso dio lugar al correcto, entonces también mi cuerpo fue purificado”.Un siglo de curación por la Ciencia Cristiana (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1966), pág. 73. La redención fue innegable; la curación fue permanente.

La regeneración, la purificación, la búsqueda para conocer a Dios y el esfuerzo por hacer Su voluntad, son los elementos esenciales del progreso y la curación. El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, ofrece esta admonición y promesa: “Debiéramos esforzarnos por alcanzar la altura del Horeb, donde Dios es revelado; y la piedra angular de toda construcción espiritual es la pureza. El bautismo por el Espíritu, que lava al cuerpo de todas las impurezas de la carne, significa que los de limpio corazón ven a Dios y están acercándose a la Vida espiritual y su demostración”.Ciencia y Salud, pág. 241.

Este es el contexto en el cual podemos juzgar nuestro crecimiento espiritual imparcialmente. Nuestros esfuerzos por encontrar a Dios, mediante la oración y la demostración científica, son recompensados cuando son establecidos sobre la roca de inocencia e integridad espirituales. El mundo necesita de nuestra pureza, y el mundo siente nuestra pureza. Por cierto que la pureza es la piedra angular del progreso.

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