Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Para sanar la infidelidad

Del número de mayo de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Probablemente ninguno de nosotros podría afirmar que está totalmente libre de caer en la infidelidad, en el sentido más amplio de lo que eso significa. Quizás nuestra necesidad es sencillamente procurar ser más fieles en cumplir con pequeñas promesas hechas a nuestros hijos o con los compromisos que nos hemos hecho a nosotros mismos de ser más generosos, o más amables o más estudiosos.

Pero un número cada vez mayor de gente hoy en día se encuentran fallando en el cumplimiento de sus votos matrimoniales. Si bien habrá algunos que se encogen de hombros ante esta situación porque consideran que la infidelidad está a la par con nuestros tiempos, otros están bien despiertos a los efectos devastadores de este mal para la familia y para la sociedad. Y algunos están sanando situaciones discordantes en el hogar por medio de la oración.

A menudo las tentaciones son destruidas antes de que germinen; expulsadas antes de que las acciones erróneas (y las raíces de culpa, amargura y resentimiento) se apoderen de la situación. En otras ocasiones, la curación requiere una larga lucha, y exige de ambas partes una reforma fundamental del carácter y de la actitud. El individuo, la familia, la sociedad misma, se benefician enormemente cuando triunfa la curación espiritual, cuando ésta vence la propensión a pecar y previene el naufragio que el pecado tan a menudo deja atrás.

Muchos han orado sinceramente por su matrimonio cuando han acaecido dificultades, pero han sentido que luchaban contra fuerzas superiores. Quizás a veces somos llamados a derrotar en nuestra propia vida lo que parece ser la abrumadora influencia del rumbo permisivo que la sociedad ha tomado. Pero la inmoralidad no es todopoderosa. Es posible demostrar la declaración de Wendell Phillips de que “uno con Dios es mayoría”.

La Ciencia Cristiana ofrece avenidas de nuevas percepciones a aquellos que oran para sanar la infidelidad. Demuestra que en verdad tenemos una relación inquebrantable con Dios, el Principio, y que el Principio brilla a través de nuestra verdadera naturaleza con integridad y pureza espirituales. Pero además de revelar esa verdad tan profunda, la Ciencia nos muestra cómo defender este hecho espiritual cuando debamos enfrentarnos a una aparente infracción del mismo.

Un ejemplo de cómo restaurar y preservar nuestra innata inocencia espiritual es desenmascarar y desafiar en oración no sólo el mal evidente, sino también el latente. Muchas veces el error fundamental de los que son atrapados en las redes de la infidelidad es la confusión. Sencillamente han perdido la capacidad para distinguir entre el bien y el mal, o perdido la voluntad de hacerlo. La oración puede traer claridad a esta crisis mental, especialmente cuando desarraiga las influencias específicas que fomentan esa confusión.

Por ejemplo, en décadas recientes la sociedad occidental se ha visto inundada de la práctica del ocultismo, prácticas tales como la astrología, las filosofías orientales, el espiritismo. Aquellas personas que no hayan estado alerta para defender la herencia cristiana con sus claros preceptos morales, las intrusiones del ocultismo podrían manifestarse en el pensamiento como confusión, y hasta producir una incertidumbre fundamental o ceguera en cuanto a los conceptos cristianos básicos.

La oscuridad del ocultismo podría tener el efecto de empañar los elevados valores morales cristianos, eso es, hasta que nos despertemos y permitamos que entre la luz del Cristo. La Sra. Eddy escribe: “La marcha de la mente y de la investigación honrada traerá la hora en que se encadenará, con trabas de alguna clase, al creciente ocultismo de nuestros días”.Ciencia y Salud, pág. 570.

La Sra. Eddy tenía los ojos bien abiertos a cualquier cosa que pudiera confundir el pensamiento humano; y ella dice bien claro en sus escritos que amar y aceptar cada vez más al Cristo, la verdadera idea de Dios, ciertamente tiene una influencia sanadora, esclarecedora y purificadora en la consciencia.

El asunto en cuestión no es sólo la infidelidad. Es el derecho del individuo, y de la sociedad, a pensar y a actuar con claridad espiritual, libres de andar a tientas en la oscuridad de la confusión moral. La Biblia nos asegura: “Dios no es Dios de confusión”. 1 Cor. 14:33. Una de las grandes bendiciones del cristianismo es la prístina claridad que trae al pensamiento humano. Cuando esa claridad es atacada, el cristiano se yergue para defenderla.

Uno puede reconocer que el Cristo de Dios tiene verdadero poder, que el Cristo es la única influencia a la que uno o su cónyuge o una tercera persona tiene que someterse. Un deseo humilde de permitir que el Cristo gobierne el pensamiento proporciona el valor y la claridad mentales para actuar de acuerdo con la ley moral y espiritual.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / mayo de 1983

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.