Mientras caminaba por la calle un día, sentí de pronto como si remolinos oscuros atravesaran por uno de mis ojos. Desesperada, me cubrí el ojo con una mano y fui a ver a un oftalmólogo. Después de un extenso examen, me dijo que el problema era desprendimiento del cristalino, y que debía de acostumbrarme a soportarlo porque médicamente no había nada que se pudiera hacer para ayudarme. Me sentí destrozada; una sensación de completa impotencia me sobrecogió.
En mi niñez había asistido a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana y más tarde a los cultos de la iglesia. Pero después de casarme me había alejado de la Ciencia. Hace cerca de cuatro años, poco después de enviudar, comencé a asistir otra vez a los cultos de la iglesia de la Ciencia Cristiana. Me sentía como si hubiera regresado al hogar. ¡Cuán agradecida estaba de que podía tornarme a la Ciencia Cristiana en busca de curación! La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud (pág. 214): “¡Qué sentido tan efímero es la vista mortal, si pensamos que una herida en la retina puede acabar con el poder de la luz y del cristalino! Pero la vista verdadera o el sentido verdadero no se pierde”.
Pronto procuré la ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana, quien me recordó que puesto que el hombre es la perfecta imagen de Dios, su vista también ha de ser perfecta. Gracias a su constante aliento y oraciones, yo misma trabajé también, usando las Concordancias de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy para estudiar palabras tales como ojos, visión, vista, percepción, y la más importante de todas para mí, paciencia.
El Himno 51 del Himnario de la Ciencia Cristiana parecía haber sido escrito justo para mí. El segundo verso me acompañaba cada día:
Ningún defecto pudo dar
el Dios que es Creador
al hombre, fruto de bondad,
a quien Amor formó.
Verdad, Amor y Vida son
el molde celestial,
y el hombre es nítida creación
de forma divinal.
Paso a paso aumentó mi percepción del amor y de la presencia de Dios. A medida que esta percepción crecía, mi vista comenzó a mejorar y tuve momentos en que veía claramente. Una y otra vez recordaba las siguientes palabras de Ciencia y Salud (pág. 400): “Elevando el pensamiento por encima del error, o la enfermedad, y luchando persistentemente por la verdad, destruís el error”. Antes de un mes mi vista se había aclarado por completo. Estaba curada.
Por varios años antes de regresar a la Ciencia Cristiana tomaba diariamente siete píldoras (por prescripción médica) para un problema cardíaco. A medida que aprendí a confiar más en Dios, dejé por completo de tomar medicinas. Durante este tiempo, pensaba en Cristo Jesús con frecuencia y en todo lo que él hizo por la humanidad durante sus tres cortos años de amar, enseñar y sanar. Yo podía creer que la curación espiritual del cuerpo y de la mente que él enseñó era posible para mí y, por lo tanto, que mi salud era tan perfecta como él declaró que lo era el hombre de Dios. Desde entonces, he estado libre de todos los síntomas del problema del corazón. Esta total curación fue constatada por un médico cuando me fue necesario someterme a un examen físico para conseguir un seguro.
He aprendido que el estudio regular de la Ciencia Cristiana es muy necesario si hemos de aprender acerca de la Mente perfecta y su efecto perfecto. Estoy en verdad agradecida por el conocimiento de que cada problema que enfrentamos y vencemos sólo puede fortalecer nuestra fe en Dios y en el poder sanador del Cristo.
Vero Beach, Florida, E.U.A.