Es indudable que hoy en día existe una urgente necesidad de encontrar mejores soluciones al problema de la discordia en el hogar: asperezas, contiendas, trastornos o falta de comunicación. Mediante las enseñanzas de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) vemos que hay una solución. En esencia, la solución consiste en que el corazón y el hogar tengan su centro en Dios, y no en sí mismos o en cualquier forma de materialismo idólatra.
En conformidad con las enseñanzas inspiradas de la Biblia, la Ciencia Cristiana demuestra que Dios, el Amor absoluto, es bueno; es divinamente puro y todopoderoso, y ningún mal puede existir en Su omnipresencia. Esta verdad es la base para resolver los problemas de relaciones familiares.
En las palabras de Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana: “El bien es divinamente natural. El mal es antinatural; no tiene origen en la naturaleza de Dios, y Él es el Padre de todo”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 288. La oración sincera de quien acepte esta verdad (y se esfuerce pacientemente por expresarla en pensamientos y acciones) abre el camino para que a su experiencia afluya cada vez mayor bien, incluso en su hogar, en el amplio círculo familiar y en todo su ambiente.
Sería imposible venerar — realmente venerar — a un Dios de bien puro y omnímodo, sin esforzarnos por fortalecer dentro de nosotros mismos las cualidades derivadas del Amor infinito, tales como la honradez y el perdón, la consideración por los demás y la generosidad de pensamiento.
De la misma manera, nuestra comunión en oración con el Dios que es todo bueno, actúa para debilitar y destruir en nuestra naturaleza aquellos elementos irritantes del pensamiento mortal, entre ellos el egoísmo, la lujuria, el temor y sus concomitantes, tales como la murmuración, el rencor y el temperamento pendenciero.
Este resultado se obtiene por medio del amor que sintamos hacia el bien y por los esfuerzos que hagamos por demostrar que el bien es práctico, y mediante la acción del Cristo salvador, que es la idea divina del Amor manifestada a la humanidad y hecha práctica. La Ciencia del Cristo despierta nuestra percepción de que sólo el bien es real y poderoso, y que podemos demostrar esto en la medida en que lo comprendamos.
Es lógico, entonces, que a medida que permitamos que nuestras oraciones por crecer en gracia, basadas en el Amor, determinen nuestra perspectiva y cambien nuestra naturaleza, nuestra aplicación práctica de la Ciencia Cristiana nos convertirá en mejores esposos o esposas, en mejores hijos o padres, en parientes más compasivos.
Pero, ¿qué hacer si uno es el único Científico Cristiano en la familia y el único dispuesto a resolver cierta situación determinada por medio de la oración al Dios que es todo amor?
Nuestras oraciones por crecer en gracia traen de manera natural una influencia sanadora al hogar. Ésa es la acción de la Verdad. Esto es inevitable aun cuando, en ciertas circunstancias, el interés y el progreso espirituales del Científico Cristiano puedan provocar la oposición de aquellos que tienen diferentes inclinaciones. El Científico Cristiano alerta enfrentará esta clase de fermento mental con sabiduría y paciencia. Hará lo mejor que pueda para proteger su posición mediante la oración científica.
Cualesquiera que sean las circunstancias, siempre podemos asegurarnos de que nuestro propio enfoque — al igual que el concepto que tengamos del hogar y de las demás personas — está realmente basado en el Amor. Podemos conscientemente incluir a otros en el amor de Dios que todo lo abarca. Podemos orar por la unidad de espíritu otorgada por Dios, la que, cuando se permite que prevalezca en el hogar, eclipsa desacuerdos sobre la minucia del vivir terrenal y preserva la armonía y la buena voluntad.
Todo esto exige una considerable expresión de las cualidades del Cristo en nuestras propias actitudes y acciones; tanto es así, que el Científico Cristiano por lo general encuentra que tiene bastante que hacer para lograr su propia regeneración y espiritualizar sus conceptos de lo que sucede a su alrededor. Pero es importante incluir también el hogar como un todo en nuestras oraciones. Respondiendo a esta exigencia espiritual, se percibe que las discordias en la familia pueden convertirse en oportunidades para la purificación y demostración. Las bendiciones resultantes no se limitan al que ora; benefician así mismo a los familiares y compañeros en general.
Surge la pregunta: “¿Cuán directamente podemos orar por los miembros más cercanos de nuestra familia?”
Las circunstancias humanas son tan diversas que no es posible inventar humanamente una regla con la cual dar una respuesta precisa. Lo que Cristo Jesús hizo, y lo que la Ciencia Cristiana hace, es poner en claro el espíritu cristiano y las verdades divinas por medio de lo cual una persona puede seguir la dirección infinita de la Mente. Hay sentido práctico, sabiduría y equilibrio en la orientación que se obtiene de este modo.
Jesús vibró una nota clave divina para seguir en todas las relaciones humanas al darnos la Regla de Oro: “Como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. Lucas 6:31. Ésta es siempre una medida iluminadora para examinar todos nuestros pensamientos y acciones. Requiere móviles honrados: una pauta segura para la oración eficaz.
En línea con esta norma, en la Ciencia Cristiana existe una regla general contra tratar personas mentalmente por medio de la oración sin su conocimiento o consentimiento. Ver Escritos Misceláneos, págs. 282–285. Hay, sin embargo, ciertas excepciones. Una de éstas es cuando se trata de niños por los que somos responsables. Debemos orar por nuestros hijos desde el comienzo. A medida que crecen y se ven expuestos a las presiones de compañeros, a diferentes normas morales, y, algunas veces, a puntos de vista religiosos antagónicos, ciertamente podemos y debemos apoyar metafísicamente sus esfuerzos por encontrar las respuestas correctas. Podemos defender en oración el derecho que ellos tienen de pensar con claridad por sí solos, en oposición a las incitaciones de alto voltaje que tan seductoramente son fomentadas en la sociedad de nuestros días.
Esto no significa delinear voluntariosamente respuestas humanas específicas a nuestras oraciones. No significa esperar que una persona joven vea todo exactamente como lo ven sus padres. Pero sí exige que nosotros reconozcamos firmemente el gobierno absoluto del Amor divino y su poder protector presente en la situación. Podemos ayudar a defender por medio de la oración el buen juicio de la joven persona, su integridad moral y su obediencia al Principio, especialmente cuando jovencitos inexpertos se enfrentan a situaciones que todavía no están preparados para enfrentar.
Ni tampoco deben los padres sencillamente hacer todo el trabajo de oración por sus hijos. Leemos en Proverbios: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Prov. 22:6. La mejor seguridad de que un joven “no se apartará de él” es el desarrollo de su propia capacidad comprobada para demostrar la Ciencia Cristiana en la curación.
Las relaciones de familia son normalmente las más estrechas y más íntimas. En la Ciencia Cristiana, por consiguiente, significa que deberían ser las que mayor apoyo mutuo aporten. En ellas se debe compartir el más profundo bien espiritual que amemos o demostremos. Al mismo tiempo, la Ciencia Cristiana enseña que se debe estar libre de toda clase de dominación personal o manipulación. Exige que se respeten los derechos innatos y la libertad de cada persona. El cumplimiento de todas estas obligaciones a menudo requiere que se preste apoyo a los demás en esa forma que para el Científico Cristiano es la más desinteresada y eficaz de todas: es decir, la oración.
¿Es correcto que uno ore por su esposo o esposa?
Esto depende de las circunstancias. A diferencia de las relaciones con otros familiares o amigos, la relación conyugal incluye un acuerdo voluntario, mutuo, oficial, hecho con la intención de que sea permanente, por el cual cada una de las partes promete sostener y apoyar al otro y defender la integridad de la relación misma. Ver Esc. Mis. 289:12–18. Esto hace necesario que el Científico Cristiano vea la pura identidad espiritual de su cónyuge; cada uno necesita apoyar y alentar la más alta identidad del otro. Pero mientras hacemos esto, nuestra confianza en el gobierno y dirección de la Mente divina, y nuestra comprensión de ellos, pueden ser tan puras como para eliminar cualquier plan voluntarioso de lo que el otro deba hacer, o de cómo exactamente se debe manifestar la solución del problema.
En algunos casos, es posible que las circunstancias requieran oración vigorosa y específica para defender la relación matrimonial de las maquinaciones del pecado y de la influencia no reconocida del mal. La naturaleza del pecado es engañar, con el fin de hacer que lo correcto parezca incorrecto y lo incorrecto, correcto. En tales circunstancias, orar específicamente para vencer los errores que se estén presentando podría ser la aplicación más elevada posible de la Regla Áurea. Nuestras oraciones para ver claramente la naturaleza impersonal de estos errores, y para destruirlos mediante la Verdad y el Amor, pueden traer luz espiritual a toda la situación y a todas las partes interesadas. Esta iluminación del pensamiento impelida por el Amor, que nos llega por medio de la oración, puede ocasionar un despertar donde ese despertar sea necesario, y traer la liberación del temor y del pecado donde esto se requiera.
Los particulares de cualquier situación específica deben tomarse en consideración. La Sra. Eddy así lo indica en la respuesta que dio a la pregunta hecha por un estudiante de sus obras. La pregunta fue: “¿Está mal que una esposa someta a su esposo a recibir tratamiento para que se le redima del pecado, cuando ella sabe que él está pecando, o para liberarlo del hábito de tomar bebidas alcohólicas y del de fumar?”
La respuesta de la Sra. Eddy fue breve. Pero ilustra lo práctico, la sabiduría y el equilibrio arriba mencionados. El espíritu de estas palabras ilumina grandemente a quienes se enfrentan al tipo de problemas prevalecientes en el hogar hoy día: “Siempre está bien proceder correctamente; pero algunas veces, bajo circunstancias excepcionales, es imprudente atacar el mal. Esta regla es por siempre la regla de oro: ‘Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos’. ¿Queréis ser liberados del pecado? Entonces, ayudad a otros a que se liberen; mas en las medidas que toméis, obedeced las Escrituras: ‘Sed, pues, prudentes como serpientes’. Romped el yugo de la esclavitud tan prudentemente como sea posible. Primero, aseguraos de que vuestros medios para hacer el bien estén a la altura de vuestros móviles; luego juzgadlos por sus frutos”.Ibid., pág. 90; ver también 89:4–20; y Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras 424:14–30 [impresiones anteriores, 13–29]).
No puede haber duda de que la oración profunda y concienzuda, guiada por la ética del cristianismo puro y fortalecida por la Ciencia del Cristo, puede elevar radicalmente a la raza humana. Nuestras vidas serán más puras, nuestros hogares más estables y felices, a medida que reconozcamos que Dios es realmente el centro así como la circunferencia de nuestro ser, y de todo ser.
Nota: Las notas al calce incluyen algunas citas pertinentes suplementarias a las que se citan en el artículo. Es conveniente notar además que la Sra. Eddy indica, respecto a las preguntas relacionadas con la curación, que una respuesta completa requiere la instrucción en clase (ver Ciencia y Salud 493:13–19 [impresiones anteriores, 12–19]).