Durante mi niñez presencié el efecto sanador de la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) en la vida de mis familiares. Más tarde, de adulto, yo mismo tuve numerosas pruebas de la eficacia de esta Ciencia; algunas curaciones se efectuaron con la amorosa ayuda de un practicista y otras a través del progresivo entendimiento de mi propio estudio de la Biblia y de los escritos de Mary Baker Eddy. La lectura regular de las publicaciones de la Ciencia Cristiana, me enseñó a poner en práctica las verdades espirituales que estaba aprendiendo.
Una de las primeras curaciones que tuve fue tan natural y espontánea que la recuerdo con especial gratitud. El problema era de inflamación debajo de la uña del dedo gordo del pie, problema que algunas veces me impedía ir al trabajo por unos días. En esta ocasión, a causa del dolor, me había resignado a faltar al trabajo esa tarde. Sin embargo, aprovechando mi hora de almuerzo, tomé un ejemplar de la edición en portugués del Heraldo y me quedé absorto en las verdades que leía, al punto de olvidarme del problema físico. Cuando terminé la lectura, vi, para mi sorpresa y alegría, que el dolor había cesado y el dedo estaba normal. Me fue posible ponerme el zapato nuevamente y volver al trabajo. La curación fue completa y lo ha sido ya por treinta años.
Otra prueba que fortaleció mi fe y que me ha ayudado a vencer muchas dificultades ocurrió durante un viaje de negocios, mientras estaba lejos de casa y en una ciudad que no había visitado antes.
Después del almuerzo, iba camino a la oficina de un cliente, cuando comencé a sentir fuertes dolores abdominales. Inmediatamente me volví de prisa al hotel donde me hospedaba y traté de orar, negando realidad a la enfermedad (la cual, según los síntomas era intoxicación). Pero como el dolor era tan intenso no me era posible aclarar mi pensamiento, y mis oraciones en ese entonces no eran continuas. Aun así, fui cauteloso para que aquella dificultad no llamara la atención, pues quería confiar enteramente en el poder de la Mente, el Amor divino, para la curación. Puesto que el directorio telefónico de esa localidad no tenía el nombre de ningún practicista de la Ciencia Cristiana, continué por mí mismo en la lucha, la cual parecía crecer en desesperación cada momento que pasaba. En determinado momento se me ocurrió que había una creencia de consecuencias fatales relacionada con la sugestión de intoxicación.
Pensé en mi familia y en la muerte misma. De pronto mi pensamiento se iluminó con estas declaraciones cristianamente científicas: No hay muerte. La Vida continúa. El ser verdadero no muere. Ésta última declaración fue para mí la decisiva. Al momento percibí y obedecí el divino mensaje del Amor. “Levántate”. De hecho, me levanté de inmediato, completamente libre y sano. Todo dolor había cesado y me sentí sumamente alentado. Me regocijé en las palabras del Salmista (107:20): “Envió su palabra, y los sanó, y los libró de su ruina”. También reconocí la necesidad de demostrar el ser verdadero del hombre creado por Dios, expresando dominio sobre aparentes aflicciones, aceptar la provisión abundante frente a la limitación y afirmar que “todas las cosas son posibles para Dios”. Desde aquel momento en adelante, el viaje fue un éxito completo en todo sentido.
En nuestra familia hemos tenido muchas curaciones exclusivamente a través de la aplicación de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. Una curación ocurrió cuando pasábamos nuestras vacaciones en la playa en una región tropical y poco poblada, sin medios de comunicación cercanos. Uno de nuestros hijos comenzó a sentirse enfermo, se quejaba de dolor y se agarraba la cabeza. Dado que bajo circunstancias discordantes siempre hemos orado con la ayuda de la Biblia y de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy, hicimos lo mismo en esta ocasión. El relato en 2 Reyes (4:17–37) nos habla de un niño en una situación similar cuya madre afirmó (vers. 26), que le iba “bien”, lo que probó ser cierto. Encontramos que ésta y muchas otras verdades consoladoras nos ayudaron a convencernos de que nuestro hijo estaba rodeado del cuidado protector y buena voluntad de Dios, la Vida. Una de estas verdades fue la definición de “sol” que la Sra. Eddy da en el Glosario de Ciencia y Salud (pág. 595): “Sol. — el símbolo del Alma gobernando al hombre, de la Verdad, la Vida y el Amor”. También encontramos bienestar y apoyo a través del estudio del Padre Nuestro y “la exposición científica del ser”, en la cual la Sra. Eddy explica (ibid., pág. 468): “Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo”. El reconocer la verdad de esta declaración y saber que ningún mal puede existir en el reino de la Mente infinita, causó una rápida respuesta en el niño. Inmediatamente se levantó de la cama y al día siguiente estaba listo para continuar el viaje, participando en toda actividad. Estábamos todos muy agradecidos por esta prueba del poder de Dios, la Mente, o el Amor divino, para sanar lo que parecía, desde el punto de vista humano, adversas circunstancias.
Además de mi gratitud por estas curaciones, me gustaría expresar que la instrucción en clase de Ciencia Cristiana ha sido un factor muy positivo que me ha ayudado a vivir mi vida de manera más útil. He aprendido que el hombre no es la víctima de las circunstancias, sino que tiene el privilegio de discernir conscientemente el propósito del Amor divino para con él. El ser miembro de La Iglesia Madre y trabajar en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, ha ampliado mi senda ascendente en la Verdad infinita.
Estoy inmensamente agradecido a Dios por el gran Modelo, Cristo Jesús, y por los abnegados esfuerzos de la Sra. Eddy para mostrar a la humanidad la verdadera naturaleza de Dios y del hombre.
Waltham, Massachusetts, E.U.A.