En ciertas ocasiones una empresa comercial se emprende con la esperanza de tener éxito pero también con cierto temor a fracasar. Esta actitud tiende a contrarrestar el progreso, limitando el logro de metas legítimas. Una creencia latente de que uno puede ser la víctima desventurada de las circunstancias puede abrir paso a la ocasión para que se cumplan las lúgubres predicciones de estadísticas económicas amenazantes.
No obstante, la experiencia humana es mayormente una cuestión de elección, y la Ciencia Cristiana enseña que la humanidad ha derivado de lo divino la capacidad para elegir lo mejor. La Sra. Eddy escribe: “Los mortales tienen la facultad moral de escoger libremente a quien desean servir. Si es Dios, entonces que Le sirvan a Él y Él será para ellos Todo-en-Todo”.La Unidad del Bien, pág. 60.
Es axiomático que un negocio próspero no se puede establecer sobre la limitación, ya se trate de financiación, actividad u oportunidades. La insolvencia es esencialmente la señal exterior de una manera de pensar empobrecida, tal como el pesimismo, la apatía, la conmiseración propia o el resentimiento debido a los desafíos que presenta el competir. Pero estas perturbadoras condiciones mentales pueden corregirse al hacer uso resueltamente de la libertad individual que se tiene para elegir entre un enfoque material negativo y un punto de vista espiritualmente positivo.
Lo que aceptamos como real y poderoso viene a ser la fuerza dominante en nuestros asuntos, sea que elijamos lo bueno o lo malo. Elegimos el amo que hemos de servir, si ha de ser el sentido personal o el Principio infinito, Dios.
Nuestra creciente confianza en que sólo el bien es real y poderoso ayuda a ajustar y a armonizar todo lo que esté fuera de equilibrio, tanto en la oferta como en la demanda. La frustración y el fracaso desaparecen cuando uno reconoce firmemente que Dios es el Principio gobernante de la verdadera actividad y el buen éxito, porque tal oración da origen a la alegría, a la sabiduría, a la laboriosidad, al discernimiento y a un sentido de humanidad cristiana en los asuntos de negocios.
Por supuesto, está demás decir que la honradez escrupulosa es un elemento indispensable para conducir con éxito esos asuntos. Tratos turbios, prácticas codiciosas o intereses egoístas son bases tambaleantes que se derrumban bajo presiones inesperadas.
Después de Moisés, el liderazgo de los hijos de Israel fue puesto en manos de Josué. Él recibió seguridad divina de que triunfaría si se adhería fielmente a las exigencias de la ley que su pueblo había recibido de Dios. En palabras de la Biblia: “Esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas... Porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”. Josué 1:7, 8.
Esa promesa es tan válida hoy en día como en los tiempos de Josué. Ya sea que uno esté fundando una nación o a cargo del funcionamiento de un negocio útil, el modo de prosperar consiste en dejar que nuestra manera de vivir y nuestras relaciones sean divinamente establecidas. Un negocio que funciona bajo la ley de Dios, en conformidad con el Cristo, está bajo la protección de esa ley y la seguridad que esto trae de que “todo... saldrá bien”.
En la proporción en que uno confiadamente ponga sus asuntos bajo la disposición de la sabiduría infinita, el infalible sentido espiritual, se liberará progresivamente de sufrir a causa de la falta de ayudantes competentes, de no tener suficiente tiempo para desempeñar las tareas necesarias, o por la falta de habilidad para discernir correctamente el carácter de la gente. Hará el importante descubrimiento de que adoptar un enfoque basado en la oración para la solución de problemas excluirá el temor a equivocarse como también la preocupación indebida a causa de predicciones económicas perturbadoras. Por supuesto, no pasará por alto tales predicciones, pero rehusará dejar que éstas morbosamente lo impresionen o depriman. Rechazará la sugestión de que son factores determinantes en su vida; afirmará vigorosamente que posee ideas correctas ahora mismo, hechos espirituales contrarios que son poderosos para hacer frente y derrotar las sugestiones y amenazas de desastre.
Leemos sobre el sabio y protector paso que José y María dieron al sacar a Jesús de la jurisdicción de Herodes en Palestina, yéndose a Egipto. Ver Mateo 2: 13–15. De igual manera, el hombre de negocios alerta, mentalmente y apoyándose en la oración colocará sus asuntos fuera del alcance de las predicciones económicas lúgubres y su aterradora propaganda. Logrará esto en parte al negarse a aceptar creencias populares de que existe un desequilibrio entre la demanda y la oferta, entre ingresos y egresos, o disparidades en las relaciones entre empleador y empleado. Reconocerá, orando consecuentemente, que la ley divina está en vigor continuamente, dando fuerza a la armonía tanto en el plano universal como individualmente. Afirmará con comprensión que las ideas divinas están disponibles para satisfacer las necesidades humanas, reconociendo que esas ideas vienen por medio del Cristo, el poder de la divinidad siempre presente en la consciencia humana.
La eficacia de tal enfoque fue demostrada por un Científico Cristiano que compró un pequeño negocio durante una época en que las perspectivas económicas eran muy desalentadoras. Antes de hacer una decisión, consideró las dificultades que el negocio presentaba, pero la confianza que él tenía en que Dios era la única influencia gobernante en sus asuntos las eliminó por completo. Con tranquilidad y diligencia siguió adelante; cada problema que se presentó vino a ser una prueba de que nunca se corre riesgo alguno cuando se deja en manos de Dios el resultado de todos los asuntos, pequeños y grandes. Se habituó a recurrir a diario únicamente a la Mente divina para la provisión de todo lo que fuera necesario, sabiendo que la inspiración nunca fallaba. Reconoció que la necesidad básica era siempre de ideas y no de cosas. No hace falta decir que esta empresa basada en la oración progresó y prosperó cada vez más; contribuyó en muchos casos a alentar a otros comerciantes jóvenes a volverse más a Dios que a las opiniones humanas al establecer sus propios negocios.
La Sra. Eddy escribe: “De nuestros pensamientos nacen nuestras acciones; ellos nos hacen ser lo que somos. La falta de honradez es un mal mental que mata al que lo tiene; es un seguro indicio de que quien lo tiene es un mortal. Una sinceridad profunda triunfará con toda seguridad, pues Dios se ocupa de ello”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 203.
Los negocios, así como la salud y la felicidad, son la expresión exterior del pensamiento; van en la dirección mentalmente delineada por la elección individual que se ha hecho entre el bien y el mal, el triunfo o el fracaso. La manera de pensar basada en la oración, la confianza espiritual, y la obediencia a las prácticas éticas y espirituales de honradez, bondad, sabiduría, valor, y así por el estilo, son factores poderosos en el manejo de los asuntos humanos. Tienen su recompensa en actividades armoniosas que rinden beneficios.
    