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Mi gratitud por la Ciencia Cristiana no tiene límites.

Del número de julio de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mi gratitud por la Ciencia Cristiana no tiene límites. A principios del verano de 1981 comencé a tener escalofríos y a temblar de manera incontrolable. Sin embargo, esta condición cedió rápidamente mediante el tratamiento en la Ciencia Cristiana. Poco después tuve diarreas. Esto finalmente cedió por medio de tratamiento.

Más tarde empecé a notar una profusa hemorragia intestinal y sentía dolor. Este problema no mejoró por medio de mis propios esfuerzos por tratarlo, y según fueron pasando los días, la condición empeoró hasta que la evidencia física se hizo alarmante.

Entonces llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara. Ella oyó mi explicación, y después me pidió que estudiara y considerara el Himno No. 9 del Himnario de la Ciencia Cristiana. También me dio varias referencias de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy con las cuales trabajar.

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