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El porqué de una iglesia organizada

Del número de julio de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Ha tratado usted alguna vez de apagar las brasas en su chimenea antes de irse a acostar? Separa uno las brasas, las esparce y una por una se apagan rápidamente. Por el contrario, si uno quiere prender el fuego, junta las brasas que estén un poco calientes y pronto el fuego se reaviva.

Lo mismo ocurre con el espíritu humano. En confraternidad y unidad de amor, nuestros corazones se vivifican. Quien piense que no necesita de la iglesia, el gozo de difundir el evangelio de Cristo puede que se apague muy pronto en él.

Igual que las brasas, los corazones de los hombres y de las mujeres logran la llama de la dedicación espiritual que irradia la luz al mundo cuando están juntos en unidad.

La Biblia nos dice que Jesús: “... en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre...” Lucas 4: 16. Podríamos decir que se impuso la costumbre de ir a la iglesia. Por cierto que la pequeña ciudad de Nazaret no era una ciudad atrayente o extraordinaria en Judea, y el culto en la sinagoga podría no haber parecido particularmente inspirador. No obstante, Jesús estaba allí “conforme a su costumbre”.

Cristo Jesús es nuestro Modelo, el mediador entre la perfección espiritual y la experiencia humana. El Cristo, comprendido y demostrado, fue la roca sobre la cual el Maestro edificó su iglesia. Este Cristo, la Verdad, que revela a Dios y al hombre como Padre e Hijo, cuando se recurre a él para resolver los problemas humanos, trae con frecuencia curaciones instantáneas. Si nuestra comprensión de la Verdad fuera suficiente, este resultado podría lograrse en cada caso. Sin embargo, en algunos casos, la curación y la liberación pueden aparecer paso a paso.

El progreso y el mejoramiento coinciden. Por supuesto, no hay que hacer un mejoramiento en Dios o en Su expresión, el hombre. La perfección total, aunque no es estática, no es mejorable. Pero en la esfera humana, el progreso se efectúa cuando algo de la egoísta y material llamada mente se somete al reconocimiento de que Dios es Amor y acepta la hermandad del hombre.

El Cristo presenta al hombre verdadero y espiritual. Jesús nos mostró cómo se puede manifestar la divinidad del Cristo en nuestra humanidad. Su misión fue la de elevar la raza a la comprensión de que Dios, el Amor y la Verdad, es el Padre. Esta comprensión de la naturaleza de Dios le dio el poder para echar fuera demonios, sanar a los enfermos y resucitar a los muertos. Cuando él curaba, no liberaba al individuo de inmediato de todo sentido de materialidad. Sus curaciones, más bien, nos mostraban que comenzamos nuestra ascensión hacia el Espíritu al subyugar a la materia, al obligar a las creencias materiales a someter, en cierto grado, su gobierno sobre nosotros.

Jesús tuvo que haber percibido que la iglesia podía ayudar a la humanidad a comprender al Salvador en toda situación, porque la estructura de la iglesia estaba fundada sobre el Cristo, la roca del Amor divino, que descansa en el Principio y no en la persona.

En 1879 la Sra. Eddy fundó su Iglesia como iglesia destinada a “... conmemorar la palabra y las obras de nuestro Maestro, la cual habría de restablecer al Cristianismo primitivo y su perdido elemento de curación”.Manual de La Iglesia Madre, pág. 17.

Ella definió la idea espiritual, Iglesia, como: “La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él”. Prosiguió describiendo las ilaciones prácticas: “La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y eleva a la raza humana, despierta al entendimiento dormido de las creencias materiales para que comprenda las ideas espirituales y demuestre la Ciencia divina, y así echa fuera a los demonios, o al error, y sana a los enfermos”.Ciencia y Salud, pág. 583. A medida que reconocemos que la existencia verdadera descansa sólidamente sobre el Principio divino, y ponemos en práctica esta ley, vemos que nuestras iglesias y nuestra vida ilustran más eficazmente la fortaleza y vigor incorporados en la segunda parte de dicha definición.

La Iglesia fomenta la confraternidad y exige la demostración de que Dios se está expresando a Sí mismo mediante cada una y todas Sus ideas. La Iglesia que se evidencia como una institución u organización humana, siempre tiene que estar subordinada a la inspiración y espiritualidad. El Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy gobierna nuestra Iglesia mediante inspiración divina y no ha sido inventado por el razonamiento humano. La Iglesia de la Sra. Eddy es la evidencia humana de la idea divina en el grado en que los pensamientos y acciones de sus miembros estén basados sobre el Principio divino.

La resistencia a afiliarse y a ser miembros activos en una filial, cuando es una posibilidad disponible, puede indicar falta de comprensión acerca del papel de la Sra. Eddy como Fundadora. Si bien habrá circunstancias que nos impidan participar en la actividad de la iglesia por una razón u otra, la exclusión o ausencia prolongada en las responsabilidades de los miembros puede que nos priven de la inspiración misma que necesitamos para vencer las dificultades que encaramos.

Decir que amamos la Ciencia Cristiana y que en verdad apreciamos a la Sra. Eddy como su Descubridora, es esencial. Y la afiliación a la organización que ella estableció para perpetuar su descubrimiento nos da amplias oportunidades para demostrar la utilidad de la iglesia. Pero necesitamos unidad, la comprensión de que somos todos una familia. Tenemos que ser hermanos, no sólo hablar de ello o pensar en ello. El amor sincero y compasivo aporta clemencia y paciencia porque el hermano continúa amando al hermano aun cuando haya problemas.

¿Qué es lo que pretende echar abajo a las organizaciones útiles y legítimas de la sociedad, y no sólo a la iglesia sino al gobierno, al hogar y a la familia? Es el magnetismo animal, la sugestión de un poder aparte de Dios que puede dividir y conquistar. La Ciencia Cristiana es el antídoto contra todo lo que sea destructivo en intento o naturaleza. Los sentidos materiales puede que informen sobre tumulto y confusión, pero con el discernimiento espiritual que obtenemos mediante la Ciencia, podemos percibir la unidad, la total unicidad y cualidad omnímoda de Dios y Sus ideas.

En las organizaciones pensamos en la unidad como un trabajo en equipo. Podemos con frecuencia hacer las cosas mejor, producir más, y llevar una vida mejor ayudándonos mutuamente. El más joven de los Científicos Cristianos o el que resida a mayor distancia, pero que trabaje y ore en obediencia al Manual de la Iglesia, puede sentir su unidad con el todo. El esfuerzo, por pequeñísimo que sea, no sólo aumenta el volumen total considerablemente, sino que todos sienten el apoyo del todo. La luz que brilla de esta acción de compartir colectiva se hace más brillante y se extiende más lejos en la comunidad.

Jesús describió el lazo de esta unidad en Cristo, diciendo: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador... Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”. Juan 15: 1, 4. La unidad en la iglesia nace de la actividad del Cristo único en la consciencia individual. Y la Iglesia jamás puede ser separada de esta fundación segura y completa. Éste es un mensaje conmovedor para cualquier época.

Jesús percibió la vasta cosecha que las semillas del Cristo, la Verdad, que él estaba plantando, producirían. La mies sería almacenada por sus seguidores en los años y siglos por venir. En cierta ocasión dijo a sus discípulos: “A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”. Mateo 9:37, 38.

¡Qué pronto recurrimos a Dios en oración cuando nos vemos enfrentados por un problema personal inquietante! Nos damos cuenta de que la Ciencia divina, al darnos una comprensión del Cristo, preserva nuestra salud, establece relaciones normales y responde a nuestras necesidades. Mas el Cristo está aquí para hacer algo mucho más grande que mantenernos en buena salud, allanando nuestras inclinaciones, o proveyendo un pequeño paraíso particular.

Nuestra iglesia representa a la Ciencia del Cristo que está aquí para cosechar el pensamiento en maduración de la raza humana, para separar la cizaña de la materialidad del trigo de la espiritualidad. Obreros, ejércitos de ellos, se necesitan para llevar adelante la mies que se extiende a través de todas las estaciones y se une a la eternidad.

Mediante el apoyo activo a la organización humana, somos obreros en la cosecha; demostramos la unidad científica del reino de Dios en la tierra “como en el cielo”.

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