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El libre respirar

Del número de julio de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es natural respirar libremente, porque en realidad vivimos en Dios, que es la fuente de toda vida y aliento. Su amor compone todo lo que constituye nuestro ambiente. Para el sentido humano, inhalamos y exhalamos una mezcla de gases definida materialmente como “aire”. Pero en el ser verdadero, en el ser espiritual, el hombre no respira más que el amor de Dios.

Por supuesto, “respirar” es sólo un modo humano de ilustrar cómo Dios da y cómo nosotros expresamos lo que Él da. Por cuanto Dios es Espíritu, y nosotros somos verdaderamente Su imagen y semejanza, en realidad no tenemos ninguna otra sustancia que el Espíritu. El Espíritu, el Amor divino, a la vez nos rodea y constituye nuestra sustancia. No viene y va; nos pertenece por completo.

Porque el Amor es todo poder, el único poder, la corriente del amor hacia nosotros es irresistible. Su afluencia es esencial, no sólo para nosotros, sino para el Amor mismo, pues el Amor no podría ser Amor sin ser expresado, y el hombre es esa expresión. No existe condición, no hay fuerza, no hay obstrucción, no hay alergia capaces de entorpecer o restringir la constante afluencia del Amor. Pues el Amor, el Espíritu, es el único creador y no erige ni tolera un sólo impedimento para la manifestación espontánea de su propia bondad y gloria. Como dice Pablo, es Dios “quien da a todos vida y aliento y todas las cosas ... porque en él vivimos, y nos movemos, y somos”. Hechos 17:25, 28.

Debido a que el Espíritu es Amor y la única presencia, la ley del Espíritu nunca permite reacciones que se opongan o detengan su libre movimiento. El hombre está en contacto con el Espíritu solamente, jamás con la materia; pues la materia, lo exactamente opuesto del Espíritu, no tiene existencia verdadera. Para el sentido humano la materia parece real, pero ante la imponente realidad del Espíritu, la materia sólo tiene la naturaleza de una ilusión quimérica. Está sujeta a desintegrarse y a desaparecer, mientras que el Espíritu es eterno. Está atada por la inercia, en tanto que el Espíritu actúa libremente. Más aún, el Espíritu es Amor, mientras que la materia no tiene capacidad para percibir el Amor ni para expresarlo o responder a él.

La creencia de que el contacto con ciertas formas de materia puede provocar reacciones fisiológicas o alergias que inflaman los bronquios y restringen la respiración, es errónea, a pesar de cuán real parezcan ser estos síntomas. Reconociendo este hecho, las alergias, la inflamación y la constricción se descartan sobre la base de su inexistencia, como incapaces de producir un sólo efecto porque son contrarias a la ley de Dios. El Espíritu es el ambiente y sustancia exclusivos del ser real del hombre. Cuando se reconoce y se demuestra esta verdad en la Ciencia, el asma, el enfisema, y otras obstrucciones respiratorias tienen que desvanecerse.

Yo sané en esta forma de lo que parecía ser un caso grave de asma. A veces parecía virtualmente imposible respirar una vez más; pero la dolencia por fin cedió. He estado completamente libre de este problema por más de veinte años.

A veces se dice que la dificultad para respirar resulta de la inacción o acción enfermiza de algún órgano interno, como, por ejemplo, el corazón. O puede que la creencia sea de que hay alguna deficiencia en la circulación. El objetivo principal de la curación en la Ciencia Cristiana no es simplemente restablecer la acción normal de un órgano, sino dejar que el sentido espiritual de la salud, científico y perfecto, reemplace la suposición de enfermedad. Esto no se logra mediante algún giro místico o psicológico de la mente humana, o sencillamente repitiendo pasajes de las Escrituras u otros escritos inspirados. Más bien, la curación surge espontáneamente mediante el efecto inevitable de la Verdad, la cual, cuando se comprende, desplaza y reemplaza las falsas creencias, sea cual sea la naturaleza y causa que parezcan tener.

“Estableced el sentido científico de la salud”, dice la Sra. Eddy, “y aliviaréis el órgano oprimido”.Ciencia y Salud, pág. 373. Esto se logra reconociendo que la salud es establecida por Dios. Sobre esta base podemos trabajar con el poder y la presencia divinos para efectuar el cambio requerido. Aun cuando el sistema respiratorio u otros órganos hayan sufrido daño, esto es un punto de vista mortal, no es obra de Dios.

Una sugestión insidiosa es que los problemas respiratorios son ocasionados o agravados por ciertas condiciones del clima. Un pasaje pertinente es Ciencia y Salud, págs. 184–185. El hecho espiritual es que el hombre vive en la Mente divina, no en un ambiente de vientos, nubes, polvos, pólenes. Del hombre, cuya inmortalidad procede de Dios, la Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “Siempre ha estado en la Mente eterna, Dios; pero la Mente infinita nunca puede estar en el hombre, sino que es reflejada por el hombre”.Ibid., pág. 336. Viviendo en la Mente eterna, ¿cómo podríamos ser afectados por condiciones meteorológicas de cualquier clase? En realidad, habitamos en la Verdad, a salvo “al abrigo del Altísimo”, morando “bajo la sombra del Omnipotente”. Salmo 91:1. Al aceptar esta seguridad, podemos desprendernos de los temores, dudas y tormentas que reclaman ser parte de nuestra existencia. Se disuelven en la nada, y todas las dificultades para respirar relacionadas con ello pierden su fuerza.

En ocasiones, nos vemos ante la sugestión de que la dificultad respiratoria ha persistido por un período tan largo de tiempo que se ha vuelto muy obstinada y difícil de desarraigar. ¡De ningún modo! La dificultad es totalmente falsa, y la falsedad no puede ser obstinada; no tiene raíces ni fundamento. Cuando se confronta abierta y persistentemente con la Verdad, una mera sugestión no tiene alternativas; tiene que ceder y desvanecerse. El transcurso del tiempo no le imparte obstinación o resistencia, de la misma manera que el tiempo no imparte ni una sombra de realidad. La dolencia no es más difícil de destruir ahora de lo que hubiera sido el primer día en que tocó a la puerta de la consciencia. Los meses o años en que pareció acosarnos son sólo otra fase de la sugestión. No fueron nunca parte de la vida real. Toda la afirmación de dificultad es ilegítima, mesmérica, completamente desprovista de poder o efecto.

Podemos demostrar que la susceptibilidad a tener problemas respiratorios no se hereda. Aquellos de quienes puede pretender venir están tan inmunes a ello como Dios. Lo que se presenta como asma o enfisema haciendo sufrir a otros no es nada más que un aspecto de una creencia falsa; no puede engañarnos. Cualquiera que sea lo que la creencia arguya o pretenda ser, dondequiera que parezca residir, es un fraude total. Jamás existió en lugar alguno, y no puede ser transmitida por medio de las llamadas leyes de herencia ni en ninguna otra forma. La presencia gobernante del bien espiritual, la consecuencia del Principio divino, excluye y disuelve los argumentos de respiración anormal.

¿Y qué si el problema parece haberse originado en alguna circunstancia nociva, quizás por haber fumado durante años o por haber estado expuesto a algún clima insalubre o a sustancias químicas destructivas? El Cristo nos informa que todo lo que el hombre jamás puede encontrar procede de Dios, directa y exclusivamente, así que la supuesta influencia peligrosa tiene que ser espuria, puesto que no expresa la naturaleza divina. Todo lo que está sucediendo realmente es la obra de la bondad de Dios. La Sra. Eddy dice: “Debemos ampliar los horizontes del pensamiento antes de evaluar los resultados de un Principio infinito, — los efectos del Amor infinito, el alcance de la Vida infinita, el poder de la Verdad infinita”.La curación cristiana, pág. 4.

He tenido la ocasión de trabajar temporariamente, sin elementos protectores, en atmósferas empapadas de gases de cloro y fosgeno, y de otras sustancias químicas. Aunque las consecuencias parecieron ser graves, el reconocimiento de la toda presencia divina prontamente restableció la acción normal de los pulmones y del sistema respiratorio.

Por otra parte, la sugestión de problemas respiratorios puede ser tan sutil que uno no se percate de su falsedad. Uno puede ser seducido, sin quererlo, a creer en la irritabilidad. El pensamiento mortal, siempre limitado, a veces inconscientemente se irrita ante ciertos actos o hábitos — ya sea en uno mismo o en los demás — y este desasosiego podría externalizarse en dificultad para respirar. Por ejemplo, al conducir un automóvil, uno podría sin darse cuenta ponerse tenso y sentirse resentido debido a la falta de consideración o al mal juicio de otros conductores.

Pero Dios es el único creador y la única Mente. Él no inicia la desconsideración o descortesía; Él otorga inteligencia y ama a Sus ideas. Él sentido de que otros pueden abusar de nosotros es un aspecto del limitado pensamiento mortal; nunca es válido, y es inmediatamente desplazado por el constante reconocimiento de la eterna presencia y bondad de la Mente. La irritabilidad que no ha sido detectada es vencida y disipada de la misma manera. En concordancia con la armonía eterna, el cristiano incluye a la humanidad en esa armonía.

La persona que esté luchando por respirar puede despertar, con la ayuda siempre disponible de la Mente divina, y darse cuenta de que como ella refleja realmente esa Mente, o Espíritu, que lo incluye todo, necesariamente encarna todo elemento necesario para la existencia. El aliento está perpetuamente en el hombre porque la Vida, Dios, expresa Su propia compleción en Su manifestación, el hombre. Pablo dijo, refiriéndose al joven que se cayó del tercer piso: “No os aflijáis; porque su vida está en él”. Hechos 20:10 (según Versión Moderna). Confiando en el mismo Principio, uno puede declarar y comprender: “Mi aliento está en mí”.

El hecho es que una dificultad para respirar no tiene nada que ver con el hombre, la idea de Dios, sostenido en Su amor. Las diversas influencias previamente consideradas, que la mente mortal podría adoptar y exteriorizar como respiración restringida, no son realidades. Son meramente trampas ilusorias por medio de las cuales el pensamiento mortal se persuade a sí mismo de que está teniendo dificultad para respirar. Estas ilusiones y sus falsas conclusiones, exclusivamente mesméricas en origen y consecuencias, no tienen cabida en la verdadera consciencia del hombre. Cuando el pensamiento cede a la presencia divina, que es todo lo que jamás existe, el mesmerismo es anulado y la respiración se vuelve libre y normal. Esta es la obra de la Verdad, y, como lo demostró Cristo Jesús, es victoriosa.

Un amado himno expresa la idea de la respiración así:

Bien escudado en el amor de Dios,
respiro en él un aire celestial.Himnario de la Ciencia Cristiana, No. 195.

Con este amor de Dios no hay restricción, no hay lucha, sino libertad ilimitada.


El espíritu de Dios me hizo,
y el soplo del Omnipotente
me dio vida... Yo soy limpio
y sin defecto; soy inocente,
y no hay maldad en mí.

Job 33:4, 9

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