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Exaltemos nuestra gratitud

Del número de noviembre de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En la Ciencia Cristiana, la gratitud no depende de condiciones materiales fluctuantes. “El Amor es imparcial y universal en su adaptación y en sus dádivas”,Ciencia y Salud, pág. 13. escribe la Sra. Eddy en Ciencia y Salud.

Cuando recurrimos a Dios, el Amor divino, para encontrar una razón para la gratitud, tenemos que mirar más alto que nuestra presente situación humana. Ante la presencia de Dios, las circunstancias desdichadas que quisieran hacernos sentir que no tenemos razón para ser agradecidos, son sanadas. Incluso el temor persistente de que algún día podríamos perder nuestras bendiciones, es eliminado.

Una forma en la que podemos encontrar una razón para la gratitud, consiste en obtener una mejor comprensión del cuerpo y la salud. La mayoría de la gente cree que su salud depende de la condición de su cuerpo físico. En consecuencia, sienten que tienen razón para estar agradecidos por su bienestar si están sanos, y razón para sentirse desdichados si están enfermos.

Al elevar nuestro razonamiento a Dios, encontramos una base permanente para la salud y, cuando la necesitamos, para la curación física. Dios, el Amor divino, es Espíritu infinito. Él es el Principio y creador de todo lo que realmente existe, incluso la verdadera identidad de cada uno de nosotros. La salud es una cualidad que manifiesta la integridad, perfección y compleción del Espíritu. Es una cualidad incorpórea del Espíritu, más bien que una condición corpórea de la materia. De manera que obtenemos salud genuina al recurrir a los hechos del Espíritu, más bien que a las condiciones de nuestro cuerpo.

La Ciencia Cristiana enseña que el hombre verdadero es la imagen y semejanza de Dios. El hombre es incorpóreo porque refleja la sustancia incorpórea del Espíritu. El hombre jamás está compuesto de materia, materia enferma o materia sana. Él es la incorporación de la sustancia e ideas de la Mente divina. Cuando comprendemos algo acerca de la identidad incorpórea del hombre, vemos cuán imposible es que el hombre tenga una condición material llamada enfermedad. Su identidad es espiritual. De manera que tenemos que encontrar la verdad acerca de nosotros en el Espíritu, y esto nos dará razones ilimitadas para estar agradecidos.

¿Cómo encontramos la verdad acerca de nosotros en el Espíritu? Podemos empezar siguiendo la dirección indicada en Ciencia y Salud: “La Ciencia invierte el falso testimonio de los sentidos físicos, y por esa inversión los mortales llegan a conocer los hechos fundamentales del ser”.Ibid., pág. 120.

Puesto que todo testimonio de los sentidos es una aparente inversión de los hechos del Espíritu, lo que necesitamos es hacer la corrección en nuestro propio pensamiento. Cuando los sentidos físicos dicen que somos mortales enfermos, podemos negar ese falso concepto afirmando la verdad de nuestro ser verdadero. Podemos saber que nuestra verdadera y única identidad es la incorporación de las ideas de la Mente, ideas de gozosa fortaleza y perfecta salud. De aquí podemos ver que no somos mortales enfermos. Somos la expresión incorpórea e inmortal de Dios, la Mente divina.

A medida que mantenemos los hechos del Espíritu, negando el falso testimonio de los sentidos materiales y afirmando la verdad de la perfección del hombre como reflejo de Dios, por cierto que llegamos “a conocer los hechos fundamentales del ser”. Llegamos a estar conscientes de la realidad, tan conscientes que, en cierto grado, perdemos la falsa consciencia de un cuerpo físico y enfermo. Un concepto limitado de salud es reemplazado por una mejor comprensión del cuerpo y la salud, y esto se manifiesta en lo que llamamos curación. “Estad conscientes por un solo momento de que la Vida y la inteligencia son puramente espirituales — que no están en la materia ni proceden de ella — y el cuerpo no proferirá entonces ninguna queja”, nos asegura Ciencia y Salud. “Si estáis sufriendo a causa de una creencia en la enfermedad, os encontraréis bien repentinamente”.Ibid., pág. 14.

Lo maravilloso acerca de este razonamiento metafísico es que realmente nos sana, incluso si creemos que no comprendemos cabalmente los hechos espirituales del ser. Experimenté esta clase de curación cuando apenas empezaba a aplicar las verdades de la Ciencia Cristiana a mis propias necesidades.

Por algún tiempo había estado padeciendo de una condición dolorosa en una cadera, que me obligaba a caminar con bastante dificultad. Un día, estaba en el supermercado y me vi ante la necesidad de caminar de un lado al otro por todos esos largos pasillos. Al recurrir desesperada a Dios en busca de ayuda, me vino al pensamiento una pregunta respecto a la gratitud.

“¿Estás agradecida de que Dios te está gobernando y cuidando de ti, aun cuando no parece que lo creas y lo comprendas?” Más bien mecánicamente respondí: “Sí, estoy”.

Poco después, vino otra pregunta: “¿Estás agradecida de que tu verdadera identidad es la del hombre, el hombre espiritual, la incorporación no corpórea de las ideas de salud y perfección de Dios, aun cuando no pareces comprenderlo?” Esta vez, con un poco más de alegría, respondí: “Oh, sí”.

Después la siguiente pregunta: “¿Estás agradecida de que tu cuerpo verdadero es la idea tranquila, pura y armoniosa de Dios, aun cuando los sentidos materiales dicen que tu cuerpo está compuesto de órganos y nervios que padecen de dolor?”.

Con un estallido de gratitud, respondí: “Oh, sí, realmente estoy agradecida por mi cuerpo verdadero, mi identidad incorpórea y espiritual que es la incorporación gozosa del Espíritu”.

Durante todo ese tiempo, había estado empujando el carrito de comestibles de un lado al otro de los pasillos, totalmente absorta en esos pensamientos. Repentinamente el dolor desapareció, y eso fue el final de él. La curación ha sido permanente. Había vislumbrado con agradecimiento “los hechos fundamentales del ser”.

Cuando encontramos nuestra razón por estar agradecidos en el Espíritu divino, aprendemos que no dependemos de condiciones físicas. Entonces sabremos que todos podemos dar gracias, no sólo quienes están particularmente bendecidos con la buena fortuna. Todo aquel que esté dispuesto a aceptar las verdades que la Ciencia Cristiana revela, podrá regocijarse diciendo: “La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos”. Apoc. 7:12.

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