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Ir a la iglesia es orar por el mundo

Del número de noviembre de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Recuerda usted dónde estaba la semana pasada a la hora en que se celebraban, en su comunidad, los cultos de la Ciencia Cristiana del domingo y del miércoles? ¿Cómo se compara la regularidad de su asistencia a la iglesia con la de las personas que conducen los cultos y la Escuela Dominical?

Hay muchas cosas que parecen estar en pugna con los cultos de la iglesia en estos días: los juegos de fútbol del domingo, las reuniones políticas o las municipales, el empleo principal o uno secundario, para nombrar sólo unas pocas. Después, surge la pregunta: “Puesto que estudio las Lecciones Bíblicas del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana diariamente, entonces, ¿es realmente necesario escuchar esa misma lección que se lee el domingo, o escuchar la lectura preparada por el Primer Lector y los testimonios de curaciones dados por la congregación los miércoles por la noche?

La respuesta es un sí rotundo. Nuestra Guía, la Sra. Eddy, nos dice en la segunda parte de la definición de “Iglesia” en el libro de texto, Ciencia y Salud: “La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y eleva a la raza humana, despierta al entendimiento dormido de las creencias materiales para que comprenda las ideas espirituales y demuestre la Ciencia divina, y así echa fuera los demonios, o al error, y sana a los enfermos”.Ciencia y Salud, pág. 583.

¿Podemos ser parte de esta “prueba de su utilidad” y de ese despertar “al entendimiento dormido” si no asistimos a la iglesia siempre que sea posible, contribuyendo a su influencia sanadora? La valoración de nuestra Guía de la importancia del culto del domingo puede verse en este Estatuto en el Manual de La Iglesia Madre: “Los Lectores de La Iglesia Madre y los de todas sus iglesias filiales deben dedicar una parte adecuada de su tiempo a la preparación de la lectura de la lección del domingo, — lección de la que depende grandemente la prosperidad de la Ciencia Cristiana”.Man., Art. III, Sec. 1.

Respecto a los testimonios, tanto en las reuniones vespertinas de los miércoles como en nuestras publicaciones periódicas, ella dice: “ ‘Glorificad... a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios’ (San Pablo). El testimonio sobre la curación de los enfermos es sumamente importante. Más que un mero relato de bendiciones, escala el pináculo de la alabanza e ilustra la demostración del Cristo ‘que sana todas tus dolencias’ (Salmo 103:3)”.Ibid., Art. VIII, Sec. 24. ¿Acaso podemos permitirnos dejar de escuchar el testimonio “sumamente importante” de la utilidad práctica del Cristo sanador o de una lección que ha sido preparada espiritualmente de la que “depende grandemente la prosperidad de la Ciencia Cristiana”?

¿Qué estamos haciendo realmente al asistir a un culto de la iglesia? ¿Acaso no estamos orando, comulgando con Dios de una manera que ayuda al mundo? ¿Acaso no estamos contribuyendo a difundir y a beneficiarnos mediante el sentido de unidad con Dios establecido colectivamente por la congregación y por quienes conducen el culto? ¿Acaso no estamos adelantando la influencia del pastor impersonal, la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana? Los discípulos recibieron el Espíritu Santo en el día de Pentecostés cuando estaban “todos unánimes juntos” (ver Hechos, cap. 2). Es digno de tomarse en cuenta que, al final de este acontecimiento tan importante, muchos fueron añadidos a las iglesias; es decir, el mundo fue bendecido.

El esfuerzo colectivo de todos nosotros por asistir a la iglesia, es realmente nuestro esfuerzo individual por demostrar la unidad con Dios, la Mente, a la que Cristo Jesús se refirió cuando oró: “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”. Juan 17:21. El resultado de esta unidad es nuestro propio día de Pentecostés, por humilde que sea, en el cual el mundo es elevado y muchos son beneficiados.

Si bien el estudio y la oración individuales tienen una parte de vital importancia en nuestro crecimiento individual, nada hay que pueda sustituir ese recibimiento del Espíritu Santo que viene mediante la unicidad expresada en un culto inspirado de la iglesia de la Ciencia Cristiana. Cuando recibimos el Espíritu Santo, la Ciencia divina, nos bendecimos a nosotros mismos y a los demás de una manera espiritual y práctica. No estamos solamente adorando a Dios con nuestra presencia en la Iglesia; nos estamos identificando como Su amada expresión. Mediante este reconocimiento de nuestra identidad espiritual, recibimos la plenitud de la bendición de Dios y dejamos que nuestra luz brille para beneficiar a otros.

El unirnos a nuestra iglesia asistiendo a ella, es también un paso importante para unirnos con nuestra Guía y seguirla. En la primera parte de su definición de “Iglesia”, nos da el ideal espiritual: “La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él”.Ciencia y Salud, pág. 583. El asistir a la iglesia es una manera de evidenciar esta estructura en nuestra vida, una manera de unirnos con nuestra Guía en promover la Causa de la Ciencia Cristiana mediante la institución que ella estableció.

Es muy posible que haya ocasiones en que sea necesario no asistir a la iglesia, pero, ¿somos tan escrupulosos en asistir con regularidad a la iglesia como lo somos en asistir al lugar donde trabajamos? ¿Acaso no deberíamos serlo, ya que nuestra experiencia en la iglesia, junto con nuestro deber personal, es lo que nos da el sustento y la perspectiva espirituales para cumplir con nuestros diarios deberes relativos a nuestro empleo y a nuestras tareas domésticas? Nuestras vacaciones y viajes de negocios periódicos son, por cierto, buenas actividades, y si bien son la causa de nuestra falta de asistencia a los cultos en nuestra comunidad, pueden darnos la oportunidad de unirnos con Científicos Cristianos de otras comunidades en sus cultos de la iglesia.

No obstante, hay muchas otras razones para dejar de asistir a la iglesia las cuales, básicamente, son nada más que sugestiones mentales agresivas; sugestiones que niegan que “la estructura de la Verdad y el Amor” puede evidenciarse en nuestra vida. La Ciencia Cristiana nos provee verdades específicas con las cuales vencer toda sugestión mental agresiva. Por ejemplo, vencemos el temor a la noche o al crimen comprendiendo que Dios, el Amor infinito, constantemente está protegiendo a cada una de Sus ideas y guiando a cada uno de nosotros en un sendero gobernado por Dios que nos conduce hacia lo alto. Mantiene a cada una de Sus ideas sin temor y sin culpa en Su ley de Amor inmortal; y al comprender esta ley, podemos protegernos contra el daño y proteger a aquellos en quienes pensamos.

A medida que constantemente afirmamos y llegamos a comprender que jamás podemos estar separados de Dios porque en realidad somos ideas inmortales de la única Mente divina, podemos demostrar que ni el estado del tiempo ni los problemas de transporte pueden separarnos de nuestra iglesia. Seremos guiados a través del mal tiempo o hacia amigos que puedan ayudarnos, o tal vez, veremos que nos son provistos fondos para viajar por taxi u otros medios de transporte público. Si realmente deseamos asistir, Dios nos mostrará el camino.

Si la enfermedad o la timidez quisieran evitar que asistiéramos a la iglesia, podemos orar para ver que nuestra iglesia, la cual refleja “la estructura de la Verdad y el Amor”, está rebosante del poder sanador del Cristo. Por tanto, podemos esperar que seremos sanados durante los cultos de la iglesia. Es bastante común en las iglesias de la Ciencia Cristiana, escuchar testimonios expresando gratitud por esta clase de curaciones.

Las contradictorias exigencias de nuestro empleo presentan, con frecuencia, desafíos especiales a la fiel asistencia a la iglesia y a sus actividades. Es justo estar empleado convenientemente, y si durante cierto tiempo es posible que tengamos que soportar incompatibilidades entre nuestro empleo y las actividades de la iglesia, podemos saber que nuestro deseo justo y esfuerzos sinceros por expresar nuestra unidad con Dios y fidelidad a nuestra Guía al asistir con regularidad a la iglesia, no quedarán sin recompensa. A medida que abrimos nuestro corazón con un amor más grande por nuestra iglesia, nuestro amor nos une con el Amor divino que nos mostrará el camino para asistir a los cultos y a otras actividades de la iglesia, y apoyarlas.

Quizás la más sutil de las sugestiones con la que tengamos que contender sea que nuestro apoyo de mucho tiempo a nuestra iglesia, en muchas maneras, nos da derecho a ausencias “justificables” o a “vacaciones” de asistencia a nuestra iglesia. Pero tal vez lo que realmente se necesite sea renovar nuestro concepto de iglesia, o recuperar nuestra inspiración original. El asistir a la iglesia no tiene que ser gravoso, puesto que en la iglesia aprendemos más acerca de nuestra unidad con nuestro Padre-Madre, Dios. Esto abre las puertas de la alegría, trayendo consigo inspiración, felicidad y curación.

A medida que vencemos todo lo que quisiera apartarnos de la iglesia — y, por cierto que podemos y lo haremos — estamos obedeciendo la admonición de nuestro Maestro: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48. Jamás deberíamos menospreciar las bendiciones que nos trae a nosotros y a la humanidad, el asistir a la iglesia con regularidad. Sentimos una unidad más estrecha con Dios y Su maravilloso plan para cada uno de nosotros, y esto nos capacita para expresar a toda la humanidad la inspiración, felicidad y armonía que viene de Él. Así es nuestra oración por el mundo.

¡Nos veremos en la iglesia!

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