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Aguardemos la guía y el apoyo de Dios

Del número de diciembre de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una joven tenía un arrendamiento que constituía un posible problema legal, y su preocupación era si su caso sería favorablemente resuelto o si resultaría en un pleito. Deseaba mucho solucionar la situación según la oración en la Ciencia Cristiana, a fin de que todas las partes se beneficiaran y fueran bendecidas. Llamó a un practicista de la Ciencia Cristiana, y en el curso de la conversación, le leyó una copia de la carta que su abogado había enviado a favor de ella. Comenzaba así: “Estimado Sr.: Le agradecemos su anticipada cooperación...”

¡He aquí la respuesta misma a la pregunta que la joven se formulaba acerca de cómo debía orar más eficazmente! Ella podía comenzar inmediatamente su oración agradeciendo a Dios Su ayuda anticipada. Podía iniciar su oración con esta gozosa afirmación, puesto que confiaba en Dios plenamente y esperaba que Él impartiese Su infinita bondad a Su creación. La solución que se presentaría como resultado de recurrir a Dios, sólo podía aportar el mayor bien para todos.

La Ciencia Cristiana nos asegura que el hombre y el universo son espirituales, creados por Dios y eternamente gobernados por Él. En este universo todo se mantiene protegido y seguro. Todo está por siempre bajo su inteligente cuidado. A medida que discernía espiritualmente esta realidad, la joven esperaba confiadamente que la ley de Dios, la ley del bien omnipotente, se evidenciara en una bendición total para todos. También se dio cuenta de que la solución de este caso no dependía de la gente y sus opiniones, sino de Dios. Al confiar sinceramente en Su sabiduría, pudo afirmar como el Salmista: “En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación. Él solamente es mi roca y mi salvación; es mi refugio, no resbalaré mucho”. Salmo 62:1, 2.

Al cabo de pocos días, el caso fue resuelto con éxito. No solamente el pleito no se llevó a cabo, sino que todos estuvieron totalmente satisfechos con el resultado.

¡Qué maravillosa lección! Cuando esperamos con gozo la guía y el apoyo de Dios en nuestra vida diaria, nos sentimos elevados por sobre la creencia en un reino material donde parecen existir problemas, a la presencia divina donde la curación tiene lugar. Nos elevamos a esa altitud de pensamiento donde podemos reconocer confiadamente el control absoluto que Dios mantiene sobre Su universo espiritual. Como la Sra. Eddy declara en Ciencia y Salud: “La verdadera jurisdicción del mundo está en la Mente, que gobierna todo efecto y reconoce que toda causalidad está establecida en la Mente divina”.Ciencia y Salud, pág. 379.

En realidad, el hombre es la imagen de Dios, la idea divina, que es una con su creador y es inseparable de Él. Cuando afirmamos nuestra unidad con Dios, también estamos afirmando nuestra unidad con la Mente divina que gobierna y controla la realidad. Reconociendo que esta Mente es la única Mente que está obrando, no somos influidos falsamente por la evidencia humana, o por voluntad y opiniones humanas.

Cristo Jesús, nuestro gran Mostrador del camino, sabía que no trabajaba independientemente. Él afirmó: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. Juan 5:19. A través de su ministerio, Jesús se apartaba de la evidencia humana hacia lo que su Padre le mostraba. Cuando alimentó a más de cinco mil personas con sólo cinco panes y dos peces, en vez de sentirse abrumado ante las multitudes, recurrió a Dios esperando Su ayuda. “Levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud”, nos relata el libro de Mateo. “Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas”. Mateo 14:19, 20.

El levantar la mirada hacia el cielo — hacia la realidad espiritual — nos eleva hacia el cielo. Nos eleva de un concepto material del universo hacia uno más espiritual. Entonces prevalecen el poder y la sabiduría de Dios en lugar de la voluntad humana.

Las opiniones humanas y la voluntad humana a menudo incluyen la crítica, la confrontación y el conflicto. En tal atmósfera, las relaciones de trabajo en la casa o en la oficina se deterioran, se destruye el deseo de cooperar y se logra muy poco. No obstante, cuando nos alejamos del sentido personal y buscamos obedecer la ley de Dios, la voluntad humana cede a la sabiduría divina. Cuando cedemos, el poder de Dios se hace cargo del problema, y la curación tiene lugar. La Sra. Eddy lo explica así: “Los mortales sólo tienen que someterse a la ley de Dios, avenirse a ella, y dejar que se haga Su voluntad. Esta acción ininterrumpida de la ley del Amor divino, da descanso a los cansados y agobiados”.Escritos Misceláneos, pág. 208.

Este tipo de cooperación — ponernos en conformidad con la ley de Dios — ineludiblemente trae como resultado mayor cooperación entre las personas. No puede ser de otra manera. La cooperación con la ley divina significa unir nuestros pensamientos con Dios, amoldarnos a la ley del Amor. Significa percibir la creación del Amor, el hombre y el universo, como enteramente espirituales. Dios no reconoce un universo material. No reconoce a mortales ambiciosos afanándose por obtener una posición y poder. No reconoce a individuos que se beneficien a expensas de otros, ni reconoce a un mortal obstinado poco dispuesto a cooperar. Ninguna de estas características puede posiblemente existir en la Mente divina. Dios únicamente reconoce un universo espiritual y al hombre como inmortal: al hombre que ya posee un lugar y propósito en el universo, al hombre que da testimonio de la revelación infinita.

En la proporción en que reconocemos que nosotros y los demás somos este hombre, demostramos al Cristo, el poder de Dios activo en los asuntos humanos. Estamos, por lo tanto, más capacitados para trabajar con los demás de una manera calma y serena. Promovemos una atmósfera donde nuestros comentarios y sugerencias son escuchados con cortesía y consideración. En esta atmósfera de respeto y cooperación mutua, establecida por nuestra consciente unidad con Dios, emergen las soluciones, las relaciones humanas son enriquecidas, y todos son permanentemente bendecidos. Nuestras oraciones tienen respuesta, como la joven mencionada anteriormente lo demostró con tanto gozo. La Sra. Eddy afirma con elocuencia: “ ‘Como en el agua el rostro corresponde al rostro’, y en el amor los continentes se estrechan la mano, así también la unidad de Dios aúna Su presencia con aquellos cuyos corazones se unen en los própositos del bien. De esto podemos estar seguros: de que los pensamientos alados de paz y amor exhalan una bendición silenciosa sobre toda la tierra, cooperan con el poder divino, y amparan sin saberlo la obra de Su mano”.Ibid., pág. 152.

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