La oración sana. Sirve para redimir, elevar y regenerar la vida humana. La oración proclama la esperanza y la expectativa de salvación. Miles de personas racionales e inteligentes de hoy en día — seguidores del método de sanar de Cristo Jesús — recurren con regularidad a Dios en oración. Lo hacen sin reservas cuando se ven enfrentadas por enfermedades físicas como también cuando encaran otras dificultades humanas o dilemas morales. Su fidelidad y constancia son recompensadas; su vida es renovada.
La Primera Epístola de Pedro nos alienta: “Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”. 1 Pedro 3:15. Vale la pena preguntarnos acerca de la esperanza en nuestra propia oración, pues nuestro progreso espiritual depende en gran manera de lo que realmente esperamos de la oración y cuáles son nuestros motivos.
Para el estudiante de Ciencia Cristiana, su razón para decidirse a confiar en la oración para su curación está basada fundamentalmente en el reconocimiento de la totalidad, omnipotencia, de Dios; y, correspondientemente, en el reconocimiento científico de la insustancialidad, impotencia y nulidad del mal. Si Dios, el Espíritu infinito, es de hecho el único poder (todo-poder), el individuo que siente que esto es verdad recurrirá de manera natural a Dios siempre que necesite de curación. De manera que él ora sincera, humilde y afirmativamente.
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