¡Qué gozo nos trae una curación espiritual! Pero, ¿acaso no podríamos — y no deberíamos, si estamos en procura de curación divina — considerar también que la curación espiritual resulta del gozo?
Espiritualmente comprendido, el gozo es más que una meta. Es un precursor de la presencia de la Verdad, una realidad invencible. El gozo es una vitalidad incontenible, divinamente sostenido. El hombre espiritual — incluso la individualidad verdadera de cada uno de nosotros — refleja a Dios como Su semejanza y expresa el gozo más elevado y más santo.
Cristo Jesús, ejemplificando el estado verdadero del hombre, expresaba gozo espiritual. ¿Es una mera coincidencia que él también estuviera seguro de la autoridad sanadora? Si bien los acontecimientos de su vida lo identificaban como el “varón de dolores” profetizado en Isaías (ver 53:3), el Maestro puso en claro su propia naturaleza verdadera, su semejanza al Cristo, cuando resumió sus profundas y gloriosas enseñanzas a sus discípulos antes de su crucifixión. Dijo: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido”. Juan 15:11.
Aun cuando no está especificado por su nombre, el gozo figura en una parábola de Jesús, de la cual podemos derivar indicaciones provechosas para entrar en el gozo de la curación. En la parábola, diez vírgenes, cinco prudentes y cinco insensatas, salieron a recibir al esposo. Su experiencia nos ofrece una variedad de lecciones. Una de estas lecciones surge del punto de vista de que la boda podría representar la curación cristiana, el matrimonio de la comprensión con la demostración.
Las diez vírgenes evidentemente salieron a asistir a la boda con gozosa expectativa: tomaron sus lámparas consigo para alumbrar el camino. Pero sólo las cinco prudentes llevaron suficiente combustible, de manera que las lámparas de las cinco insensatas se apagaron. “Pero mientras ellas iban a comprar”, continúa la parábola, “vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas”. Mateo 25:10.
Si consideramos la boda como curación espiritual, en la cual la comprensión y la demostración están unidas ¿acaso no podría la gozosa expectativa ser la lámpara que todo buscador de la curación estaría seguro de llevar en su corazón rumbo a esta meta deseable?
Salir con gozosa expectativa es un buen comienzo. Pero la expectativa de bien como una posibilidad futura tiene que estar abastecida con la nueva inspiración de la oración científica — con el reconocimiento del bien como la realidad presente — si ha de iluminarse con el reconocimiento de que el bien es la única realidad. Para llegar hasta el punto de la demostración, la expectativa tiene que expansionarse en iluminación.
El mensaje de la Ciencia Cristiana nos invita a todos a recibir con agrado la curación cristiana, si no como paciente, entonces como practicista, y si no como paciente o practicista, entonces como testigo u observador. Aceptamos la invitación en la proporción en que vamos orando de curación en curación, abasteciendo nuestra expectativa con iluminada comprensión. Huéspedes amparados por las leyes sanadoras de Dios, siempre en operación, podemos descansar con tranquilidad y levantarnos renovados y listos para reflejar la luz. La Sra. Eddy, que comprendió la conducta ejemplar de las cinco vírgenes prudentes, y la llevó a la práctica, explica una lección valiosa de la parábola en su libro Escritos Misceláneos. Dice acerca de las vírgenes: “Al entrar al cuarto de convidados de la Verdad, y al presenciar el enlace de la Vida y el Amor, se desposarían con una comprensión más elevada de Dios. La hermosa expectativa de cada momento fue la de ver al desposado, al Único ‘del todo amable’ ”.Esc. Mis., pág. 342.
Pero, ¿qué decir de las insensatas cuyo interés inactivo en la curación no les permitió estar preparadas cuando la oportunidad estaba casi a mano? La apatía retrasa la entrada en el matrimonio de la práctica y la demostración. Sólo la iluminación espiritual caramente comprada con la abnegación nos puede preparar para responder a la próxima llamada de medianoche. Escritos Misceláneos explica: “De esta parábola aprendemos que ni los afanes de este mundo ni los llamados placeres y dolores del sentido material son adecuados para disculpar la indiferencia por la luz espiritual que tiene que ser atendida para mantener viva la llama de la devoción con la cual se entra al gozo de la Ciencia divina demostrada”.Ibid., págs. 341–342.
¿Hemos quedado fuera nosotros, como las vírgenes insensatas, cuando hemos esperado la curación instantánea sin esfuerzo? Tomemos de corazón la lección espiritual de la parábola de Jesús y cultivemos la espiritualidad que nos prepara para dar testimonio de la unión de la comprensión y la armonía eternamente ratificada por Dios. Nuestra gozosa expectativa no tiene por qué apagarse antes que lleguemos al punto de la curación.
Dios mantiene plenitud de gozo; Su provisión apoya nuestro crecimiento espiritual desde el deseo de la curación hasta su demostración. Al aceptar que el mantenimiento de nuestro gozo nos pertenece, y al defender nuestra libertad de expresar este gozo contra las desalentadoras pretensiones del sentido material o personal, podemos elevarnos por encima de las pruebas, incluso mientras estemos trabajando para vencerlas. Podemos realizar los rápidos y permanentes efectos sanadores de la Verdad con gozo genuino y animado.
En realidad, expresamos este gozo invulnerable en la proporción en que despertamos espiritualmente, de curación en curación, para comprender nuestra individualidad verdadera a semejanza de Dios. De manera que opera de dos maneras. El gozo es el acompañante de la curación. Y cada curación en la Ciencia Cristiana nos une al gozo inmarcesible y concreto.