Cuando se acerca la época de la Navidad, nuestros corazones gozosamente se dirigen hacia la celebración del advenimiento de Cristo Jesús, nacido de María, la Virgen madre. Pensamos que el cristianismo comenzó en el pesebre donde nació Jesús. No obstante, el Cristo se remonta a épocas mucho más anteriores que ésa. El Cristo es tan eterno como Dios.
El Cristo es la voz de Dios que habla a la humanidad; es la influencia divina que trae redención, libertad, paz, gozo y salud. Su actividad es, y siempre ha sido, la de despertar al mundo del hipnotismo de la materialidad a la realidad presente y actual del verdadero ser espiritual. La luz del Cristo pone al descubierto el pecado y sus efectos, y los destruye.
Este Cristo, la Verdad, fue discernido y demostrado, en cierta medida, a través de la historia de la Biblia. Fue mediante el Cristo que Moisés y otros hombres santos fueron capaces de enseñar la verdad acerca de la naturaleza de Dios y de Su voluntad para con el hombre, y de realizar actos considerados milagrosos.
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