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Dios te ama

Del número de diciembre de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Los niños son más dóciles que los adultos y aprenden más pronto a amar las sencillas verdades que los harán felices y buenos”.Ciencia y Salud, pág. 236. A veces las palabras de la Sra. Eddy son ilustradas por incidentes en los que la simple confianza de un niño trae curación instantánea. El siguiente artículo fue escrito para niños, pero es apropiado para todos.

La pequeña Lucía todavía no tenía edad suficiente para ir a la Escuela Dominical, por eso cuando su mamá y su papá iban a la iglesia, ella se quedaba en la guardería infantil. Allí aprendió que “Dios es amor” 1 Juan 4:8. y que Dios la amaba. En realidad, Él ama a todos y todo, porque Dios, el Amor, lo hizo todo, y “era bueno en gran manera”. Gén. 1:31.

La mamá y el papá de Lucía le enseñaron que en cualquier lugar en que ella estuviera, Dios, el Amor, estaba allí mismo para ayudar y sanar. Aun si se caía, en realidad no se podía lastimar, porque el Amor, Dios, está en todas partes diciendo: “Te amo”. En su libro Ciencia y Salud, la Sra. Eddy dice: “Dios está en todas partes, y nada fuera de Él está presente ni tiene poder”.Ciencia y Salud, pág. 473.

En la segunda Navidad de Lucía, se reunió toda la familia. Todos se abrazaban, charlaban y reían. En la cocina se preparaban platos riquísimos, y los regalos ya estaban debajo del arbolito.

Pero ¿dónde estaba la abuelita?

Había ido a uno de los dormitorios a recostarse porque se sentía muy mal. Ahora bien, cuando la abuela era pequeña, había asistido a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Siempre había amado a Dios, estudiado Ciencia Cristiana y había tenido muchas curaciones mediante la oración. Pero esta mañana de Navidad la abuelita tenía un dolor de cabeza tan fuerte que hasta pensar con claridad le era difícil.

Pero escuchó a la pequeña Lucía que preguntaba: “¿Dónde está abuelita?” Muy pronto una querida manita le acariciaba el brazo, era Lucía que, recostándose a su lado, le dijo dulcemente: “Dios te ama”.

Esa verdad, “Dios te ama”, era lo que necesitaba la abuela y pensó: “Por supuesto que Dios me ama. Aquí mismo donde parece estar este dolor, está el Amor divino. Aquí mismo. En todas partes”. En unos minutos la abuela se levantó. Alzó a la pequeña Lucía y, abrazándola, ambas sonrieron pues sabían que Dios, el Amor, sana.

Pasaron una Navidad muy feliz.

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