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Al comenzar a estudiar Ciencia Cristiana, mi vida se transformó radicalmente.

Del número de diciembre de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Al comenzar a estudiar Ciencia Cristiana, mi vida se transformó radicalmente. Después de dos años, me afilié a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y poco después, a La Iglesia Madre.

Antes de tener conocimiento alguno acerca de esta Ciencia, estaba enferma de tuberculosis pulmonar. Un familiar lejano, que había venido a visitarnos desde Brownsville, Texas, supo de mi situación. Ella era Científica Cristiana, y me dio un libro llamado Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, y me dijo que si lo leía podría sanar. (En ese tiempo, estaba esperando que me asignaran una cama en un sanatorio, ya que el médico de nuestra familia había dicho que no podía hacer nada más por mí.)

Después que nuestra pariente se fue, alrededor de las diez de la noche, me senté junto a la mesa de la cocina y comencé a leer el libro. Fue una revelación para mí, y me gustaba especialmente lo que estaba aprendiendo acerca de Dios. (Cuando era niña, muchas veces le había preguntado a mi madre acerca de Dios, pero ella no tenía ninguna respuesta satisfactoria. Tiempo después, durante mi juventud, no encontré satisfacción en ninguna iglesia ni religión.

Aquella primera noche en que leí Ciencia y Salud, me olvidé de todo lo que me rodeaba. Antes que me diera cuenta, el reloj marcó las dos de la madrugada. Estaba tan entusiasmada acerca de lo que había leído que subí las escaleras hacia mi dormitorio como si caminara en el aire. Nunca supe cuándo ocurrió la curación de tuberculosis, excepto que tuvo lugar esa noche, puesto que jamás volví a toser. Mi salud fue restaurada, y mi vida comenzó a tener un propósito.

Varios años después, mi marido falleció. Había estado enfermo durante años, pero no había buscado tratamiento para su curación por medio de la Ciencia Cristiana. Me quedé sin dinero y con tres niños para criar. Sin embargo, puse mi confianza en el amoroso cuidado de Dios. Poco después, tuve la oportunidad de administrar una casa de huéspedes con cabañas de veraneo, y fue el comienzo de una exitosa carrera de negocios.

Hace algunos años, cuando ya estudiaba Ciencia Cristiana, mi padre se enfermó de cáncer en la vejiga, y los médicos del hospital le dijeron que tenía seis meses de vida. En esa época mi madre no sabía nada acerca de esta Ciencia. Cuando me vino a ver y me dijo lo que le pasaba a mi padre, le sugerí que se comunicara con un practicista de la Ciencia Cristiana y le pidiera que ayudara a mi padre por medio de la oración. Mi padre estaba demasiado enfermo como para participar en la decisión de llamar a un practicista, pero mi madre decidió llamarlo. Comenzó a ayudarlo un martes; el viernes de la misma semana, mi padre se levantó de la cama, completamente sano, y dijo que nunca se había sentido mejor en su vida.

Mi madre comenzó a leer Ciencia y Salud y sanó de fiebre del heno, que padecía todos los veranos. Más adelante se afilió a una iglesia filial.

Algunos años después, comencé a tener síntomas de artritis, y eran tan agudos que apenas me podía mover. Sin embargo, después de un año de oración y estudio consagrados, sané, y la curación ha sido permanente.

Desde que comencé el estudio de Ciencia Cristiana, he tenido una vida muy fructífera. Cuando leo la declaración inicial de Ciencia y Salud (pág. vii): “Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones”, pienso en mi propio gran comienzo en la comprensión del reino de Dios y Su totalidad.

A medida que mi horizonte se ampliaba, tomaba varios cursos sobre diferentes temas, incluso dos años de alemán. Aprendí a hablar, leer y escribir ese idioma al prepararme para visitar por seis semanas a mis amigos en Alemania, que no sabían inglés. También comencé a escalar montañas en los Alpes.

Mi corazón rebosa de gratitud a Dios por la abnegación de nuestra Guía, la Sra. Eddy, al descubrir y fundar la Ciencia Cristiana.


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