“No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano” (Éx. 20:7). El Tercer Mandamiento significa mucho más que no jurar o usar el nombre de Dios irreverentemente. Este mandamiento hace una exigencia cristiana de consagración total a Dios. La consagración es el requisito básico que se necesita para cumplir con esa exigencia moral de este mandamiento, puesto que no tomar el nombre o la naturaleza espiritual de Dios en vano, es tomar a Dios seriamente, valorar la espiritualidad por sobre todas las cosas.
En este sentido, la consagración es una elección moral decisiva que compromete a una persona a un curso de acción determinado. Consagrarse al cristianismo es seguir y obedecer a un sólo Dios y las enseñanzas y el ejemplo de Cristo Jesús. Así, ser cristiano requiere que el individuo mantenga un estado de obediencia total a las leyes divinas de disciplina y discipulado cristianos. Puesto que la Ciencia Cristiana se define como la ley de Dios, el Científico Cristiano comprende que obedecer el Tercer Mandamiento, no es sólo observar las exigencias de vida cristiana reveladas en la Biblia, sino también las del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, y del Manual de La Iglesia Madre, ambos por la Sra. Eddy, quien escribe en el libro de texto: “La Mente divina legítimamente le exige al hombre toda su obediencia, afecto y fuerza. No se hace reserva para lealtad menor alguna”.Ciencia y Salud, pág. 183.
La consagración en la Ciencia Cristiana es la aceptación inteligente de la Verdad por medio de la obediencia a las leyes de Dios; es nuestra respuesta de gratitud hacia Él por toda Su bondad y misericordia. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. 1 Cor. 2:9. La consagración es la llave que abre las puertas del cielo, puertas que vierten el sentido espiritual de la existencia, revelando ideas que uno jamás había pensado y sentimientos espirituales que uno jamás había sentido. Por medio de la consagración, los tesoros del cielo nos son revelados.
Así como el corazón de quien acaba de ser madre está lleno de sentimientos de amor y de consagración imperecedera hacia su niño recién nacido, sentimientos que jamás había experimentado en tal profundidad e intensidad, así también los sentimientos infinitos del Alma fluyen en el corazón cristiano consagrado a la Verdad.
Dios es la Verdad infinita y universal. Él se ha revelado a Sí mismo a la humanidad en esta época por medio de la Ciencia Cristiana; y Su revelación es completa y final. Por lo tanto, los Científicos Cristianos no deberían sentirse tentados a buscar y escoger qué aspectos de la revelación van a elegir u obedecer, qué aspectos van a aceptar. Ellos deben, y finalmente tienen que — por medio de la consagración a la Verdad — aceptar la revelación en su totalidad.
Un aspecto de esta revelación fue el establecimiento, bajo el Manual, de La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston, Massachusetts, y sus filiales. Cuando el Científico Cristiano comprende esto, desea naturalmente intensificar su consagración a Dios afiliándose a La Iglesia Madre y a una iglesia filial o sociedad. Reconoce que es necesario para su progreso espiritual aceptar un papel activo como miembro de la iglesia y ampliar diariamente su comprensión espiritual de Iglesia como un aspecto esencial de su consagración a Dios. El hacer caso omiso de un aspecto de la revelación de la Verdad, la ley de Dios, es tomar Su nombre en vano.
La consagración al concepto de Iglesia es la consagración a la idea espiritual de la Mente, la estructura misma del ser. En la escena humana, esto significa consagrarse a La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y participar activamente en ella, “una iglesia destinada a conmemorar la palabra y las obras de nuestro Maestro, la cual habría de restablecer el Cristianismo primitivo y su perdido elemento de curación”,Man., pág. 17. como lo estipula nuestra Guía, la Sra. Eddy.
La mente mortal, pretendiendo ser nuestro propio pensamiento, puede que trate de argumentar que no es necesario afiliarse a la Iglesia, obedecer el Manual, o sanar a los demás para poder ser un activo Científico Cristiano. Esta supuesta mente pretende que es lícito y posible usar las leyes de Dios en beneficio personal, sin tener que aceptar la consagración total a las exigencias de estas leyes. Esta renuencia a comprometerse moralmente muestra un corazón egoísta y falto de sinceridad, y quebranta el Tercer Mandamiento.
Esta actitud mental que “toma el nombre de Dios en vano” debe ser expulsada, puesto que es un escarnio a Dios. Toma sin dar. Quisiera, si pudiera, pervertir la Ciencia Cristiana, convirtiéndola en un sistema egoísta que apoye la comodidad en la materia. Podemos ver este estado mental descrito por la Sra. Eddy en estas palabras: “La naturaleza del individuo, más terca que la circunstancia, argüirá siempre en su propio favor — sus hábitos, gustos e intemperancias. Esta naturaleza material se esfuerza por inclinar la balanza en contra de la naturaleza espiritual; pues la carne lucha contra el Espíritu — contra todo o contra quienquiera que se oponga al mal — e inclina poderosamente la balanza contra el alto destino del hombre”.Escritos Misceláneos, pág. 119.
La obediencia al Tercer Mandamiento desafía la naturaleza humana. Revela la necesidad de dejar que el pensamiento se eleve hacia el reino de lo infinito y resista el esfuerzo de la mente humana de reducir el pensamiento a confines materiales.
El propósito de la Ciencia Cristiana no es el de hacernos más cómodos en la materia, sino el de revelar la manera de eliminar por completo la creencia de que hay vida en la materia. El intentar tomar el nombre de Dios en vano y tratar de usar Sus leyes para cambiar y manipular el cuadro de los sentidos materiales hasta que se amolde a nosotros (y luego arrellanarnos en la satisfacción propia) son, en verdad, escarnios a Dios.
La Ciencia Cristiana no es para meramente satisfacer el sentido personal, sino que es un cristianismo activo, consagrado, laborioso, sanador, “del corazón”. La inmolación, abnegación y sacrificio propios, son las cualidades que nuestra Guía menciona al describir el corazón cristiano. Esto es la naturaleza del hombre a semejanza del Cristo, que reconoce su deuda perpetua a Dios por su total existencia. La deuda se paga por medio de la consagración. El Tercer Mandamiento nos recuerda esta deuda y la necesidad de vivir el Cristo, de ser el hombre creado por la Verdad. En su significado espiritual, este mandamiento establece el motivo cristiano v nos exige que demos la medida completa.
La consagración es indispensable para la curación cristianamente científica, porque la curación es el resultado natural de espiritualizar nuestra manera de pensar y de vivir.
Una agradable señora cristiana se presentó en la oficina de un practicista de la Ciencia Cristiana para pedir ayuda para un severo problema físico. Durante la conversación manifestó que había estudiado Ciencia Cristiana durante veinticinco años y había tenido curaciones notables, pero que nunca se había afiliado a La Iglesia Madre o a una iglesia filial.
Mientras relataba esto, las palabras “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano” iluminaron el pensamiento del practicista. Juntos, el practicista y la paciente hablaron sobre la relación que el mandamiento tiene con respecto a la afiliación a la iglesia. La paciente comprendió y aceptó la explicación del practicista. Decidió afiliarse a la Iglesia. Poco después fue un miembro activo y sanó por completo del problema físico y crónico que la había acosado. Pero más importante aún, a menudo manifestó, a través de los años, su gratitud por haber visto un significado más profundo del Tercer Mandamiento y por la manera en que esta comprensión le trajo un sólido progreso espiritual y oportunidades para sanar a los demás.
Nuestras iglesias están llenas de ejemplos vivientes del efecto sanador y progresivo que tiene la consagración a la Verdad. Es necesario que todos nosotros profundicemos y ampliemos diariamente esta consagración, y obedezcamos tanto la letra como el espíritu del Tercer Mandamiento.