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Demostrando el Cristo sanador

Del número de marzo de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡Es el Cristo lo que sana! Éste es un hecho incontrovertible. La Ciencia Cristiana nos enseña a utilizar este hecho en la vida cotidiana. La demostración del Cristo sanador está detrás de toda curación espiritual.

Cristo es mucho más que un título conferido al hombre Jesús. Es la idea divina de múltiples facetas. El Cristo — la luz de Dios brillando para toda la humanidad — refleja el Principio divino del hombre. Jesús expresó el Cristo más que cualquier otra persona. Y por eso fue llamado Cristo Jesús. Pero todos podemos expresar el Cristo, la Verdad, que estaba personificado en Jesús, pues el Cristo incluye todo ser verdadero.

Y todos podemos aprender a demostrar la actividad sanadora del Cristo. ¡Cuánto ansía la gente comprender este poder sanador!

¿Por qué puede sanar el Cristo como ninguna otra cosa puede hacerlo? Porque el Cristo, la Verdad, revela la Ciencia de la relación del hombre con su Padre-Madre Dios: la Mente creadora. La comprensión de esta relación permite a la humanidad ver al hombre perfecto de la creación de Dios. La Sra. Eddy una vez explicó durante una entrevista: “Si decimos que el sol representa a Dios, entonces todos sus rayos representan colectivamente al Cristo, y cada rayo por separado, a los hombres y a las mujeres”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 344.

Jesús sabía que su ser verdadero era el Cristo. Esta verdad le dio autoridad para refutar cada limitación material, al igual que para sanar el pecado, la enfermedad y la muerte. Cada individuo tiene actualmente la oportunidad de probar que su ser verdadero está en el Cristo, tal como lo demostró Jesús. Viéndonos a nosotros mismos como el hijo de Dios agrega a nuestra vida una dimensión espiritual que nos permite vencer las falsas dimensiones de un sentido finito del ser.

Conociendo su identidad espiritual, el Maestro podía mirar a la multitud y ver el verdadero ser de cada uno como el reflejo de la misma Mente que él expresaba. Esta percepción de su ser verdadero, y el de ellos, sanaba.

En la actualidad, el sanador espiritual recibe autoridad para su trabajo sanador de la misma fuente que Jesús, quien dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre”. Juan 14:12.

La luz del Cristo brillando en la consciencia nos revela nuestro ser verdadero. Y este ser comprendido excluye el sentido falso de un ser material. ¿Cómo se efectúa esto? Pasarse el tiempo pensando qué va a hacer la materia — y qué forma o acción va a tomar — mantiene nuestro pensamiento en la condición material que necesita ser sanada, y esto sólo prolonga el problema.

El apartar la mirada de la materia que grita “¡me duele, estoy enferma, soy deforme!” puede parecer difícil. Pero la consciencia de materia enferma y la consciencia espiritual de perfección, no pueden ocupar simultáneamente el pensamiento. Una u otra tiene predominio. La Ciencia Cristiana nos enseña a apartarnos, con toda sinceridad, de la imagen material.

Se requiere sentido espiritual para rechazar el sentido material de las cosas. Por tanto, es necesario que todo aquel que desee demostrar dominio espiritual realice el esfuerzo de cultivar el sentido espiritual. El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, indica: “En el santuario tranquilo de aspiraciones sinceras, tenemos que negar el pecado y afirmar que Dios es Todo. Tenemos que resolvernos a tomar la cruz y con sincero corazón salir a trabajar y velar por la sabiduría, la Verdad y el Amor. Tenemos que ‘orar sin cesar’ ”.Ciencia y Salud, pág. 15.

La idea-Cristo está siempre afirmando la verdad. Y debido a que el Cristo es la Verdad, posee todo el poder y la energía de Dios para respaldar esta afirmación acerca de la armonía del ser del hombre. El reclamar los hechos respecto al ser espiritual del hombre — y esto es oración incesante — trae ajustes, curación y armonía.

Un himno conocido dice: “El Cristo rasga del error el velo”.Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 202. Desde mi niñez, estas palabras me han sanado una y otra vez. Pero a medida que crecía, el sanarme solamente no era suficiente. Necesitaba comprender que reconocer la presencia del Cristo era reconocer nuestra filiación con Dios. El hijo de Dios es la expresión de la Mente creativa que no conoce desarmonía de ninguna clase. Implícito en este reconocimiento de la presencia sanadora del Cristo, aquí y ahora, hay una aceptación del poder de Dios que gobierna al hombre y al universo.

Una vez, mi hija se cayó en un escenario y se lastimó el brazo cerca del codo. Mientras me dirigía a buscarla, tuve una clara percepción de la relación verdadera e inquebrantable del hombre con Dios. Es decir, mantenía constantemente en mi pensamiento lo que en realidad era su ser verdadero, y no un cuerpo físico lastimado. Esta consciencia del Cristo, la Verdad, le permitió a ella, y a mí, estar firmes para obtener la curación espiritual. En poco tiempo, lo que parecía ser una grave fractura del brazo estaba bien sin ayuda material, la curación se había efectuado.

Esta verdad del Cristo sanador, y del ser eterno del hombre en el Espíritu, es un poder que el mal no puede resistir. La curación espiritual no es pelear una batalla contra enemigos temibles llamados pecado y enfermedad como si éstos fueran reales. En lugar de eso, en la curación espiritual afirmamos los hechos de la armonía divina permitiendo que el Cristo sanador limpie nuestros pensamientos de la falsa creencia de que el reino de Dios permite que haya algún enemigo.

El canto del Salmista dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. Salmo 46:10. A medida que vamos entrando en la quietud de la consciencia espiritualizada y aceptamos que el Cristo sanador se está afirmando a sí mismo, cesa el sentido de lucha con enemigos irreales. No hay agente sanador más grande que este reconocimiento del ser del Cristo en nosotros mismos, de nuestra filiación con Dios.

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