Uno de los dramáticos ejemplos de la Biblia se encuentra en la historia de Job. Leemos sobre su intensa desesperación causada por la enfermedad y pérdidas personales; sus profundas luchas internas a medida que luchaba por reconciliar su experiencia personal con su fe; y, finalmente, su percepción de la naturaleza de Dios y la restauración de su bienestar espiritual y físico.
La poesía del libro de Job está considerada como una obra magistral en la historia de la literatura mundial. No obstante, el libro, que como muchos creen es el producto de la inspiración de más de un hombre, es sublime no sólo por su estilo y forma; aborda las preguntas más profundas concernientes al significado de la vida y la relación del hombre con Dios.
La consagración, la fidelidad, la justicia con que Dios dota al hombre, el propósito del hombre de glorificar a Dios, son las lecciones que hay que aprender de la narrativa de la experiencia de Job. Pero hay otro elemento, que se toca ligeramente sólo en el epílogo en prosa, que para los estudiantes de la curación cristiana tiene un papel importante en la solución de las pruebas y sufrimientos de Job. Es la oración de Job por sus amigos.
El último capítulo del libro comienza con el estilo poético de los capítulos previos. Pero aquí Job finalmente reconoce la omnipotencia y omnisciencia de Dios. Reconoce que su comprensión de Dios es ahora más iluminada. “De oídas te había oído”, dice Job, “mas ahora mis ojos te ven”. Luego sigue el epílogo importante. Después que los amigos de Job fueron reprendidos por Dios por no haber dado testimonio adecuado de Su naturaleza verdadera, fueron enviados a Job; y continúa la narrativa: “Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos”. Job fue sanado y restituido, y bendecido al aumentar Dios “al doble todas las cosas que habían sido de Job”. Ver Job 42:1–10.
Nuestro cuidado por otros, por nuestros amigos, por nuestro mundo, es de gran importancia. Como seguidores de Cristo Jesús, aprendemos que las condiciones mismas de ser discípulo exige un amor desinteresado. El Maestro dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. Juan 13:35. Y Pablo escribió en su epístola a los gálatas: “Toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Gál. 5:14.
Al cumplir esta ley, necesitamos esforzarnos por alejar nuestro pensamiento de todo sentido orgulloso de un ego humano con habilidades independientes y logros egoístas. Por otra parte, también necesitamos apartarnos de sentimientos de autocondenación y vencer defectos personales o aparentes limitaciones. Y a medida que dirigimos de nuevo nuestra manera de pensar y nuestros esfuerzos para que apoyen el progreso espiritual de la sociedad, mostramos, de manera natural, un cuidado compasivo por otros. Entonces no sólo nuestro prójimo es bendecido, sino que también nuestra vida es elevada. El sustancial poder sanador va unido al amor genuino — la oración del corazón — por los demás.
¿No debiéramos esforzarnos por ampliar nuestro concepto de amistad para incluir al mundo y, al hacerlo, incluir eficazmente a toda la humanidad en nuestras oraciones científicas: en bien de la paz, progreso espiritual, y la gracia salvadora de saber que el reino de Dios está presente y revelado ahora mismo dentro de la consciencia del hombre?
No violamos la ética de la curación cristiana científica (la cual previene contra el tratamiento que no se pide) cuando humildemente oramos para bendecir a la humanidad. Quieta y firmemente, podemos reconocer que la Palabra de Dios siempre está accesible para todo corazón que está dispuesto a escuchar. Podemos saber que el poder del Amor divino está disponible universalmente para gobernar, proteger, liberar y para proveer la sustancia espiritual que necesita la humanidad. Y podemos demostrar esto cada día de nuestra vida.
Cuando nuestras dos primeras hijas eran muy pequeñas, una vecina llamó a mi esposa para advertirle sobre el brote de una contagiosa enfermedad de niños. Dijo que varios niños de la zona estaban enfermos. Nuestras hijas habían estado jugando con las hijas de la vecina, quienes acababan de contraer la enfermedad, y pensó que nosotros deberíamos saber lo que estaba pasando.
Mi esposa tranquilizó a nuestra vecina y le habló del amor y del cuidado de Dios para cada uno de Sus hijos. Después, en su oración, mi esposa afirmó la omnipresencia de Dios y comprendió que todas Sus ideas están a salvo, morando en la atmósfera del Amor divino, y capaces de conocer y reflejar sólo el bien que Dios imparte. El Cristo, la Verdad, excluye incluso la sugestión de enfermedad — como también toda transmisión de mal — pues la enfermedad y el mal son irreales, carentes de poder, e insustanciales en el reino del Principio infalible. Mi esposa incluyó a la comunidad en su oración a medida que estas verdades poderosas de la realidad divina fueron afirmadas con amor desinteresado y comprensión espiritual. Nuestras hijas no fueron afectadas por la creencia de contagio. También nos enteramos de que no ocurrieron más casos de la enfermedad en el vecindario. Y los niños que habían enfermado se recuperaron rápidamente.
En su libro No y Sí la Sra. Eddy hace varios comentarios importantes acerca de los medios para orar en bien de otros. Lo que ella dice nos puede guiar si sentimos la necesidad de ayudar a nuestros amigos ya sea que vivan al lado de nuestra casa o alrededor del mundo. Por ejemplo, ella escribe: “La intercesión silenciosa y la imploración inexpresada es una oración sincera y potente para sanar y salvar”. En la misma página agrega: “La oración verdadera no es pedir a Dios que nos dé amor; es aprender a amar y a incluir a todo el género humano en un solo afecto. Orar significa utilizar el amor con el que Dios nos ama”.No y Si, pág. 39.
En nuestra oración por el mundo, se requiere finalmente que no sólo amemos desde lejos, sino que amemos donde cuenta: allí mismo donde surge la necesidad. Oramos con vidas que consecuentemente son ejemplos de amor desinteresado, sabiendo lo que es el amor y utilizándolo. Unido a una comprensión científica de que la presente perfección del hombre es el reflejo puro del Alma, nuestro amor demostrará algo de la eterna presencia del Cristo sanador, la Verdad. La bendición se sentirá: la sentirán nuestros amigos, se sentirá en el mundo y en nuestros corazones.
