Durante los años en que enseñaba en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, yo hacía hincapié en la importancia de muchas de las verdades bíblicas, diciéndoles a mis alumnos que esas verdades les ayudarían en momentos de emergencia. Hace varios años la costa del Golfo de México fue azotada por un huracán muy violento. Las declaraciones científicas y verdades espirituales que yo había explorado con mis alumnos fueron muy valiosas. El Servicio Meteorológico Nacional nos había informado de la proximidad del huracán, y habíamos tomado todas las precauciones necesarias.
Entonces a las cinco y veinte de aquella tarde, la energía eléctrica y el servicio telefónico quedaron interrumpidos. El viento soplaba cada vez con más fuerza, y podíamos ver que los árboles se derribaban afuera de nuestras ventanas. Lo primero que me vino al pensamiento fueron estas palabras del Himno N.° 144 del Himnario de la Ciencia Cristiana:
Ambiente de divino Amor
respira nuestro ser,
mas los sentidos en su error
no nos lo dejan ver.
Entonces recordé la parábola de la casa “fundada sobre la roca” que dijo Cristo Jesús (ver Mateo 7:24–27). Yo sabía que el hogar del hombre está establecido sobre la roca del Cristo, la Verdad, y no sobre las arenas de la mortalidad. También comprendí que Dios “no estaba en el viento” (ver 1 Reyes 19:9–12). Durante toda la noche el ruido del viento era amenazante. Podíamos oír el ruido de las barandas de las terrazas al desprenderse, y la casa misma crujía por la fuerza del viento. Yo había alentado a mis alumnos a que memorizaran este verso (Isaías 41:10) “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. Ahora me ayudaba a mí.
La mañana siguiente de la tormenta, al levantarnos, nos encontramos con gran devastación en las afueras. Los tornados, así como el huracán, habían hecho destrozos por todo el pueblo. Los árboles se habían caído sobre muchas casas, y muchos automóviles habían sido aplastados. Toda actividad normal en el pueblo había cesado temporalmente por la gran destrucción y la falta de energía eléctrica.
Sin embargo, a pesar de la devastación, se evidenciaba la protección divina por doquier. No hubo pérdida de vidas, y, prácticamente, no hubo lesionados. Vecinos que nunca se habían conocido antes, trabajaron juntos con un espíritu de verdadera hermandad, compartiendo alimentos, herramientas y cooperando en las tareas de limpieza. Estados vecinos enviaron cuadrillas para ayudar a restaurar los servicios esenciales. En cuestión de semanas, el meditar diaria y profundamente sobre las verdades de la Biblia sostenía nuestro espíritu y nos hizo sentir agradecidos por todo lo que había quedado sano y salvo, así como por nuestra habilidad para recobrarnos y reconstruir.
Nuestras vidas parecen a veces amenazadas por la inclemencia del tiempo, dificultades financieras, problemas de relaciones humanas y enfermedades. Pero, inspirados por el amor de Dios, siempre tenemos los medios para resolver todas las dificultades, comoquiera que se las
Mobile, Alabama, E.U.A.
