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Igualdad: la norma divina

Del número de marzo de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Dios creó la familia del hombre a Su semejanza, Él creó individualidad pero no desigualdad. La semejanza individual de Dios identifica a cada integrante de Su familia espiritual. La igualdad divina es el resultado de esa semejanza.

En realidad, la igualdad divina no tiene opuestos. En el reino de Dios no hay elemento de desunión que ponga una individualidad contra otra o que dé ventaja a una sobre otra. Dios decreta diferenciación sin disparidad para cada uno de Sus hijos. En Su creación, cada identidad es completa, está en perfecta armonía con las demás, y jamás compite por el bien que todo lo abarca. La creencia de que hay desigualdad surge del sentido material falso, mortal. Se puede corregir cuando vivimos como discípulos cristianos, en obediencia espiritual y moral a la ley divina que practicó Jesús, la ley divina descubierta por Mary Baker Eddy: la Ciencia Cristiana.

Si estamos discriminando contra personas que creemos diferentes a nosotros, o si se discrimina contra nosotros, es probable que culpemos a otra persona por nuestra angustia. Pero, en realidad, es nuestro concepto equivocado acerca de Dios y del hombre lo que nos perturba. La Sra. Eddy escribe: “Fuera del concepto material de las cosas, todo es armonía”.Ciencia y Salud, pág. 489.

Si oímos informes alarmantes de hostilidades causadas por la discriminación, es conveniente creer que nosotros no las hemos causado ni hemos contribuido a ellas, es fácil atribuir el problema a otros y dejar a ellos su posible solución. Sin embargo, directa o indirectamente, toda sugestión de injusticia que albergamos contribuye, en cierto modo, a la suma total de la creencia en la desigualdad.

La curación de las desavenencias que amenazan finalmente la paz y la libertad de todos, tiene que proceder de la obediencia moral y espiritual al Principio divino, el Amor. No se puede obtener mediante un convenio activo o pasivo con la creencia en desigualdad. No se puede obtener con tentativas bien intencionadas de llegar a un acuerdo con el temor, la ignorancia o el pecado. Debemos despertar espiritualmente del sentido material y mesmérico de vida en la materia que esa creencia incluye. Despertamos en la proporción en que manifestamos nuestra innata semejanza a Dios. A través de una lealtad a Dios cada vez mayor, expresada en amor fraternal e imparcial, podemos comprender, paso a paso, la igualdad inherente a la individualidad y las ventajas que, por reflejo, pertenecen al hombre a la semejanza de Dios.

La divinidad misma sostiene nuestro derecho y habilidad para demostrar igualdad en todo el radio de nuestro pensamiento y experiencia. ¿Nos manifestamos a favor de los derechos humanos cuando podríamos demostrar los derechos divinos? ¿Somos considerados y respetuosos con los demás integrantes de la familia, compañeros de trabajo y otros miembros de la iglesia? ¿Es nuestra propia vida un ejemplo de obediencia al mandato del cristiano por excelencia de que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos?

Jesús fue un paladín de los derechos divinos del hombre. Si bien fue el ejemplo terrenal más elevado posible de lo que es el hombre ideal, él consideraba y trataba a todas las personas con una profunda percepción de la igualdad inherente a ellas. No menospreció ni rechazó a nadie debido a antecedentes, sexo, apariencia o equivocaciones. Fue redentor, no denigrador. No canonizó ni coronó a nadie, ni siquiera por virtudes destacadas. Fue Salvador, no estratega. Dijo: “Ninguno hay bueno sino uno: Dios”. Mateo 19:17.

La primitiva iglesia cristiana establecida por los discípulos de Jesús practicaba la igualdad cristiana. Siguiendo el modelo de la iglesia apostólica, la Iglesia de Cristo, Científico, es una iglesia de legos que comparten responsabilidades por elección y por nombramiento, y ninguna de estas formas eleva a una persona sobre otra. Todos los miembros, inclusive los que están actualmente ocupando cargos, responden a la autoridad espiritual en que se apoya cada cargo.

La Sra. Eddy fue divinamente guiada a poner permanentemente ante el pensamiento de quienes asisten a los cultos dominicales de la Ciencia Cristiana, dos declaraciones concernientes a la naturaleza espiritual y equitativa de la familia del hombre semejante a Dios. “La exposición científica del ser”, de su libro Ciencia y Salud, niega que la materia pueda tener inteligencia, verdad, vida y sustancia; afirma la totalidad de Dios, la Mente, el Espíritu y de Su creación. Concluye: “Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 468.

Iluminando la igualdad del hombre, el pasaje correlativo de las Escrituras comienza: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. 1 Juan 3:1.

Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana no consideran que el potencial de uno es más, ni el de otro menos, que perfectible e ilimitado. ¿Estamos demostrando esta igualdad en las reuniones de la iglesia y en el trabajo de comités? ¿En las decisiones familiares y transacciones de negocios? ¿En las amistades que cultivamos? ¿En nuestra respuesta a través de la oración frente a lo que sucede en el mundo?

El Amor divino abarca todas las identidades con un amor completo e igual para cada hijo. ¿No debemos valorar y defender la valía espiritual real de cada persona lo suficiente como para alentarla a que la comprenda por sí misma? ¿Nos estamos esforzando espiritualmente por comprender la nuestra?

Todos tenemos completa e igual responsibilidad moral y oportunidades espirituales porque todos somos, en verdad, hermanos y hermanas en la familia de Dios. En nuestros hogares y negocios, y en nuestras iglesias filiales, no debemos sentirnos obligados a observar las prácticas habituales de desigualdad que parecen desenfrenadas en el mundo. Debemos proveer un ideal espiritual al que la comunidad y el mundo puedan aspirar.

La integridad de Dios es la base de la igualdad del hombre. La Iglesia de Cristo, Científico, marcha a la vanguardia de la reforma humana, honrando devotamente a Dios y a Su hombre ideal.

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