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El potrillo

[Original en español]

Del número de agosto de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una mañana, Juan y Rómulo se levantaron más temprano que de costumbre para ver si la yegua favorita de su papá ya había tenido su potrillo. Antes de llegar al corral, el capataz los alcanzó y les dijo:

— Mara tuvo el potrillo anoche, pero él está muy débil y no vivirá.

Juan, el más pequeño de los niños, le dijo:

— Creo que estás equivocado. Tú sabes que todo lo que Dios crea es bueno, incluso Sus criaturas. Y Dios no crea la enfermedad.

El capataz continuó diciendo: — Hace muchas horas que nació, y no puede levantarse para mamar; sus patas no tienen la fuerza necesaria. En estos casos, los potrillos siempre se mueren.

Rómulo no estuvo de acuerdo. — Bueno, eso no tiene que ser verdad, porque en nuestra Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana aprendemos que Dios mantiene todo en orden. Él tiene todo poder y puede ayudar al potrillo. Iremos a hablar con papá y mamá.

Su mamá y papá dijeron a los niños que era cierto lo que habían dicho sobre el potrillo: que Dios cuidaba de él.

La mamá leyó en voz alta de la Biblia: “E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno”. Gén. 1:25.

— Escuchen las palabras de la Sra. Eddy — dijo el papá—: “Dios crea toda forma de realidad. Sus pensamientos son realidades espirituales”; y “Todas las criaturas de Dios, moviéndose en la armonía de la Ciencia, son inofensivas, útiles e indestructibles”.Ciencia y Salud, págs. 513, 514.

Terminada la lectura, todos permanecieron un momento en oración, pensando en lo que terminaban de oír. Hablaron sobre la perfección de todo lo hecho por Dios, y tuvieron la seguridad de que todas Sus criaturas son sanas y fuertes.

—¡Vamos a ver el potrillo! — exclamó entonces Juan. Y él y Rómulo salieron corriendo, seguidos de sus padres.

Fueron directamente al corral. Ahí estaba Mara amamantando a su hijo. El potrillo estaba firme, parado en sus fuertes patas, de la manera en que debía hacerlo.

El capataz se acercó, y les dijo:

— Tengo que reconocer que ustedes tenían razón. El potrillo está bien; se ve muy fuerte ahora. Hoy he aprendido algo.

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