“Fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”, 1 Pedro 1:18, 19. nos dice la Biblia.
Pero, ¿qué es exactamente este poder redentor, esta sangre preciosa de Cristo?
Considerada anatómicamente, el propósito de la sangre es hacer circular la sustancia que necesita el cuerpo y eliminar lo que no necesita.
A través de los siglos, la sangre se ha considerado casi con temor místico. Ha sido representada como el símbolo de vida y sus cualidades esenciales. Por eso, en los tiempos primitivos, todos los esfuerzos por expresar arrepentimiento y tristeza por los pecados y errores pasados, se manifestaban en forma de sacrificio ofrecido con el mejor animal del rebaño. Presentar la sangre del sacrificio fue un aspecto importante del rito hebreo llamado expiación. Su significado espiritual fue mostrado al mundo a través de la vida, crucifixión y resurrección de nuestro Maestro, Cristo Jesús.
Jesús enseñó que Dios es Espíritu infinito, Vida eterna. Entendió verdaderamente su relación inseparable con Dios, viendo a Dios como el creador, o Padre, de todo. Con los agudos reproches a los líderes religiosos de su época, el Mostrador del camino puso énfasis en el hecho de que el adorar a Dios no podía estar nunca limitado a sacrificios materiales. No estaba confinado al ritual, el dogma o las opiniones humanas. Él enseñó que la veneración a Dios consistía en la purificación de pensamientos, motivos y actos. Esto traía curación; curación del pecado, la enfermedad y la muerte.
¿Cómo se llevaba a cabo esta purificación y curación? Por medio de la oración unida a un amor rebosante.
En su sentido verdadero, puede decirse que la oración es la sangre viva del cristianismo, como Jesús lo enseñó. Es tan práctica hoy en día como lo era entonces.
Cuando nuestro hijo más joven nació, el médico que lo atendió nos dijo que el pequeño presentaba un caso serio de ictericia. Este estado se complicaba debido al raro tipo de sangre que tenía. De acuerdo con el diagnóstico médico, su vida corría serio peligro.
Como éramos sinceros cristianos y habíamos presenciado muchas curaciones sólo mediante la oración, tanto en nosotros como en otras personas, decidimos llevar a nuestro hijo a casa, e hicimos los arreglos necesarios para ello con el médico.
Mi esposa y yo nos dedicamos a vigilar las necesidades físicas del niño, pero también sabíamos que no debíamos descuidar su bienestar espiritual.
Razonamos más o menos de esta manera: ¿Qué es lo que realmente alimenta y gobierna al hijo de Dios? Dios Mismo. La Vida sin restricción, sin límites, que se expresa a sí misma. Esta Vida es la fuente de la vitalidad, identidad, ser y provisión. La identidad de este ser querido, como imagen y semejanza de la Vida, no podía incluir nada que fuera venenosa, destructivo, impuro, pecaminoso. Todo lo que podía desarrollarse o crecer en la Vida, era el bien infinito.
Estudiamos mucho, y pensamos detenidamente y con atención en las referencias de la Biblia relacionadas con la sangre, especialmente aquellas que se referían a la “sangre del Cordero”, o la “sangre de Cristo”.
Al hacer nuestro trabajo, vimos claramente que el Cristo es el poder dinámico expresado de la Verdad. El Cristo provee el nexo esencial que nos permite, como seres humanos, estar conscientes y experimentar los beneficios del Amor divino, Dios. El Cristo es el poder de Dios. Como expresión de la naturaleza misma de Dios, el Cristo representa la identidad totalmente espiritual del hombre. Este entendimiento elimina todo sentido de desamparo o debilidad. Vimos que la inocencia de este bebé nunca podía hacerlo un cordero llevado al matadero.
En el Glosario de Ciencia y Salud, la Sra. Eddy define “Cordero de Dios” como sigue: “La idea espiritual del Amor; la inmolación de sí mismo; inocencia y pureza; sacrificio”.Ciencia y Salud, pág. 590. En otro lugar declara: “La esencia espiritual de la sangre es el sacrificio. La eficacia de la ofrenda espiritual de Jesús es infinitamente mayor de lo que se puede expresar por nuestro concepto de sangre humana... su carne y sangre verdaderas eran su Vida; y en verdad comen su carne y beben su sangre, los que participan de esa Vida divina”.Ibid., pág. 25.
¡Qué llamado a la acción!
Cuando leímos estos pasajes, dos palabras, “sacrificio” y “Vida”, nos parecieron muy importantes. Pero, ¿qué debíamos exactamente sacrificar? ¿Cómo podíamos participar “de esa Vida divina”?
Lo que necesitábamos abandonar era la creencia de que la identidad, la sustancia y el ser del niño estaban en la materia y provenían de la misma; que su origen estaba en el nacimiento material y que avanzaba inevitablemente hacia la muerte. Nos mantuvimos firmes en el hecho de que las cualidades semejantes a las del cordero, que este niño expresaba tan naturalmente, nunca podían hacerlo vulnerable al mal. El Amor, Dios, era su Hacedor, la Vida total. La inocencia, belleza, pureza, tienen su origen en Dios. Ellas expresan a Dios y son, en un sentido, una autodefensa.
El resultado de ese trabajo de oración fue un diario y firme progreso en su condición física, hasta que el niño tuvo una curación completa y total. Cuando, en obediencia a las disposiciones estatales, llevamos nuevamente el niño al médico que lo había atendido en su nacimiento, se sorprendió y dijo que era un milagro.
Pero al examinarlo físicamente, el médico dijo que había una gran posibilidad de complicaciones futuras. Mencionó específicamente que podía aparecer una irritación y llegar a ser permanente. No ofreció solución médica ni tampoco la pedimos.
Regresamos a casa, y al poco tiempo la predicción se evidenció en el pequeño. Al principio, sentimos una gran depresión, desaliento y desesperación. No obstante, seguimos orando con firmeza.
La cita mencionada anteriormente, que relacionaba la sangre de Jesús con el sacrificio por el cual demostró la Vida eterna e indestructible, nos ayudó muchísimo. Razonamos de esta manera: Cualquier problema que se le presentaba al Maestro, él lo enfrentaba y lo vencía con paciencia y persistencia. De acuerdo con las Escrituras, Jesús no trató de evitar o eludir la crucifixión. Su prueba fue un sacrificio más allá de toda medida humana, una entrega de la voluntad mortal y de las restricciones sobre la vida. Demostró que tanto su identidad como la validez del evangelio del cristianismo, eran indestructibles. Jesús era inseparable de la encarnación o expresión de la Verdad que es el Cristo. El Maestro avanzó de la crucifixión a la resurrección y ascensión.
A medida que mi esposa y yo pensábamos en estas cosas, nos dábamos cuenta de que en nuestra primera experiencia con el niño habíamos establecido el hecho de que la sangre de Cristo — la esencia del Amor, manifestada — en realidad, le daba su sustancia e identidad. Ahora teníamos que vencer la sugestión de que las corrientes sanguíneas podían actuar como portadoras de enfermedad, impureza y debilidad. En otras palabras, teníamos que enfrentar específicamente las pretensiones del magnetismo animal, o la creencia en un poder aparte de Dios.
Vivíamos en una zona dominada en su mayoría por una organización religiosa que veneraba la genealogía y los lazos hereditarios. Cuando nuestro hijo nació, algunos parientes cercanos, que eran miembros de ese grupo, trataron de obtener información específica para sus registros genealógicos. Ciertamente que no había por qué temer este intento, pero nos hizo recordar que necesitábamos entender algo más sobre la preciosa sangre de Cristo y sus efectos sanadores en la vida de los hombres.
Comprendimos que la función primordial de la sangre de Cristo es disolver cualquier conexión imaginaria entre Adán y sus pecados y la naturaleza perfecta y espiritual del hombre de Dios. Empezamos a ver que las cualidades esenciales de la Vida nunca pueden terminar en muerte o en plaga. Estaban en todo tiempo y ante toda circunstancia presentes, y eran válidas y completas.
Comprendimos que el Cristo era la única conexión que el niño podía tener, de acuerdo con la realidad divina. Nuestra tarea era entender esto, ampliar y elevar nuestro concepto de Vida y Amor. En el sentido más real, todos los hijos de Dios son ideas del Amor, unidas con el Amor, inseparables de él. Reconocimos que esto incluía la verdadera identidad del médico que había pronosticado la dificultad, y la de mis familiares. De acuerdo con la verdad del ser, estábamos unidos unos con otros mediante el vínculo familiar, en realidad, por la sangre de Cristo.
Dios es Principio, la fuente de la ley, orden y justicia invariables y universales. Desde este punto de vista del entendimiento, ¿era posible tener enemigos? ¿Podía invertirse la ley espiritual? De acuerdo con Dios, no había ley material de condenación, culpa o enfermedad. El amor intenso que sentíamos por el niño no podía llegar a ser una desventaja, sino que era una ventaja, puesto que, cuidar a alguien es, en realidad, una expresión humana del amor de Dios. Por lo tanto, Dios era su fortaleza. Dios era la fuerza que exigía su expresión.
En este estado elevado de consiciencia, era prácticamente imposible sentirnos desalentados por lo que parecía ser una condición física y síntomas tenaces. El entendimiento espiritual nos mostró que era también imposible que se impusiera la creencia de que este precioso niñito tenía que sufrir por los rasgos característicos no regenerados de sus padres.
Cuanto más trabajábamos mediante la oración bajo ese razonamiento, tanto mayor era nuestro sentido de regeneración. Se estaba desarrollando en la consciencia un proceso hermoso de purificación. En efecto, la expiación había sido sacada del reino del misticismo y ritual y se había hecho viva en nuestra experiencia. El resultado fue una curación permanente de la irritación. ¡Por supuesto que fue necesario hacer un esfuerzo! Fue necesario tener persistencia y fortaleza más allá de nosotros mismos, pero obtuvimos la victoria. Esto sucedió hace algunos años y nunca más volvió dicho problema.
Cuando la Sra. Eddy escribe sobre el tema de la verdadera expiación, dice: “Esta sangre de Jesús significa todo para la esperanza y la fe humanas. Sin ella, ¡cuán pobres resultarían los precedentes del cristianismo! ¡Qué clase de Ciencia sería la Ciencia Cristiana sin el poder para demostrar el Principio de tal Vida; y qué esperanza tienen los mortales de alcanzar el entendimiento de este Principio, a no ser mediante profunda humildad y adoración! Cuando cesen las luchas humanas, y los mortales cedan humildemente al designio del Amor divino, ya no habrá más enfermedad, dolor, pecado ni muerte. Aquel que señaló el camino de la Vida, venció también el lúgubre engaño de la muerte”.No y Sí, pág. 35.
Para algunos, la sangre del Cristo es un símbolo de la muerte de Jesús. Sin embargo, su sacrificio fue realmente una demostración de Vida, no una sumisión a la muerte. El ángel dijo a las mujeres que estaban en la tumba del Señor: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?... ha resucitado”. Lucas 24:5, 6.
Este mensaje tan sobresaliente es anunciado a los cristianos y a quienes buscan la verdad hoy en día.
Aunque no podemos medir el inmenso sacrificio que hizo Cristo Jesús por nosotros en la cruz, no debemos estar ciegos al hecho de que la misión de su vida no terminó allí. A medida que cada uno de nosotros se esfuerza por estudiar las enseñanzas de Jesús y emular su ejemplo, en un grado cada vez mayor, está aceptando la sange de Cristo, y el resultado será la curación.