Dos niñas de edad preescolar estaban conversando, y una de ellas describía vívidamente lo que pensaba hacer cuando fuese grande. Decidida a impresionar a su amiga y como punto final, dijo con ostentación: “¡Y algún día voy a ser un ángel!” La otra niña, con una mirada de sorpresa, dijo: “¡Yo ya soy un ángel, ahora!” Con su candor infantil, esta niña había percibido un profundo hecho espiritual: ella estaba aceptando como algo inmediato la perfección de su ser celestial.
¿Está usted aceptando el cielo ahora? ¿Está gozando en su perfección divina y en su armonía infinita? ¿O está pensando que alcanzará la armonía y la perfección en algún momento futuro cuando cambien algunas cosas? Usted puede dejar de morar en el sentido mortal del ser, esperando un cielo y una armonía futuros. Puede regocijarse, porque en realidad usted ya es perfecto ahora. Comience a aceptar el cielo.
En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy define “Reino de los Cielos” como “el reino de la armonía en la Ciencia divina; el dominio de la Mente infalible, eterna y omnipotente; la atmósfera del Espíritu, donde el Alma es suprema”.Ciencia y Salud, pág. 590. ¿Qué podemos hacer para aceptar el cielo, para traer más armonía a nuestra experiencia inmediata? Podemos comenzar por preguntarnos: ¿Deseamos morar en la consciencia de la Mente, dejar de lado toda forma falsa de pensamiento mortal? ¿Estamos dispuestos a aceptar el gobierno del Principio divino, renunciar a la voluntad humana? ¿Deseamos morar en la atmósfera del Espíritu aceptando nuestro verdadero ser espiritual? Estas preguntas indican dejar a un lado el falso sentido del ser como mortal. No se requiere que vayamos a alguna parte o que lleguemos a ser algo. Simplemente se requiere que aceptemos nuestro ser perfecto como el representante de Dios.
El hombre inmortal es la creación de Dios — Su idea espiritual — que refleja sólo a Dios, el bien. El hombre a imagen de Dios es la semejanza de Dios ahora. Por lo tanto, es puro e infinitamente perfecto. El hombre no está tratando de ser armonioso, esperando alcanzar la armonía cuando llegue al cielo. El hombre es armonioso ahora, y mora en el cielo, la consciencia del Espíritu, Dios.
Al expresar a Dios, el hombre incluye en forma activa las cualidades de Dios, tales como el amor, la ternura, la paciencia, el gozo, la bondad, la integridad. No tenemos que esperar para activar estas cualidades en un momento o lugar especiales. Tenemos que estar dispuestos a expresarlas con constancia. Esto es la verdad respecto a la salud, la armonía, la abundancia o cualquier cosa de la que pensemos que carecemos. No son factores ilusorios que nos aguardan en alas de un tiempo futuro. Estos factores del bien están siempre presentes y aparecen en escena a medida que aceptamos nuestra perfección como el reflejo intacto de Dios.
En una ocasión, le preguntaron a Cristo Jesús cuándo vendría el reino de Dios. Él respondió: “El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros”. Lucas 17:20, 21. ¡Qué claro era para Jesús que el reino de los cielos no era algo “por allí afuera” que debía ser hallado buscando un lugar específico por aquí o por allá! Más bien, el reino de los cielos estaba dentro del hombre, para ser discernido, aceptado y expresado activamente.
Nadie hizo más que Jesús para mostrarle a la humanidad la eterna presencia de este reino. Él enseñó y demostró que el hombre es eternamente la expresión de Dios, inseparable de su origen, su Padre-Madre celestial. La salud fue restaurada, los muertos fueron resucitados, la provisión suministrada, los hambrientos alimentados; de este modo Jesús dio pruebas a la humanidad de la eterna presencia de la armonía celestial. Ciencia y Salud declara: “Su misión fue revelar la Ciencia del ser celestial, probar lo que Dios es y lo que hace por el hombre”.Ciencia y Salud, pág. 26. La condición celestial del hombre es su filiación espiritual con Dios. El reconocer esta filiación y el aceptar nuestro “ser celestial” nos conduce al entendimiento de la naturaleza del hombre propia del Cristo.
Jesús vivió y ejemplificó al Cristo, la perfecta manifestación de Dios. Su habilidad para presentar un ejemplo absoluto y para mostrar a la humanidad el camino al ser armonioso, fue el resultado de practicar el omnipresente reino de Dios. Jesús no se contentó con meramente predicar el mensaje del reino de Dios; él demostró su presencia. Nosotros tenemos el mismo mandato: demostrar nuestro ser espiritual. Esto requiere la eliminación de los lazos que nos ligan al pensamiento terrenal, que define al hombre como un mortal fluctuando entre la discordia y la armonía. El enfocar el pensamiento en la inarmonía, en vez de negar su veracidad, prolonga la discordia en vez de eliminarla. El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, nos aconseja: “Pensad menos en los decretos de la mente mortal, y comprenderéis más rápidamente el señorío que Dios ha otorgado al hombre”.Ibid., pág. 381.
A medida que enriquecemos nuestro entendimiento de que Dios es la única Vida, reconocemos que el hombre es la idea de Dios, totalmente unido a su creador. Al aceptar la totalidad de Dios, moramos conscientes de Su reino armonioso, donde el hombre está siempre con su fuente infinita. ¡Es maravilloso saber que no tenemos que esperar para entrar en el reino, sino que ahora mismo este reino de armonía está a nuestra disposición. El libro de texto de la Ciencia Cristiana explica: “Ese reino de Dios está ‘entre vosotros’ — está al alcance de la consciencia del hombre aquí mismo, y la idea espiritual lo revela. En la Ciencia divina, el hombre posee conscientemente ese reconocimiento de la armonía en la medida en que comprenda a Dios”.Ibid., pág. 576.
El cielo está dentro. No está más allá de nuestro iluminado sentido espiritual. Aceptemos esta armonía del ser morando en la consciencia de Dios. Y hagámoslo ahora.
Jesús les dijo:... ¿No decís vosotros:
Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega?
He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos,
porque ya están blancos para la siega.
Juan 4:34, 35