Dos niñas de edad preescolar estaban conversando, y una de ellas describía vívidamente lo que pensaba hacer cuando fuese grande. Decidida a impresionar a su amiga y como punto final, dijo con ostentación: “¡Y algún día voy a ser un ángel!” La otra niña, con una mirada de sorpresa, dijo: “¡Yo ya soy un ángel, ahora! ” Con su candor infantil, esta niña había percibido un profundo hecho espiritual: ella estaba aceptando como algo inmediato la perfección de su ser celestial.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!