La escasez parece dominar en estos días la vida de muchas personas. Aunque aparezca en forma de recursos insuficientes, obligaciones imprevistas o habilidades limitadas, la escasez muy a menudo parece estar en el centro del escenario, llamando la atención, causando temor y desesperación para impulsar a la humanidad.
¿Aceptamos sin darnos cuenta esta errónea influencia? ¿Respaldamos la escasez como algo que es necesario en la vida durante la década de 1980? No tenemos por qué. La Ciencia Cristiana nos muestra la salida.
¿De dónde viene el concepto de escasez? La respuesta es la siguiente: del mundo o, para decirlo más exactamente, de los sentidos materiales. Éstos hacen desfilar regularmente ante nuestra vista síntomas de necesidades e insuficiencia, que si no se presentan en términos de hambre y falta de hogar, se presentan en términos de saldos bancarios cada vez menores para poder pagar la renta y las cuentas del almacén. Los medios de publicidad, por un lado, incesantemente informan de las condiciones económicas extremas que afectan las masas, y, por otro lado, glorifican la “buena vida” que disfrutan unos pocos adinerados en la sociedad.
Pero, todo esto es meramente la falsa descripción que hacen los sentidos materiales de la realidad. Hay otro cuadro que podemos mirar: el que se describe en el primer capítulo del Génesis. Aquí aprendemos que Dios, el Espíritu, creó el universo e hizo al hombre a Su semejanza. Por lo tanto, el hombre es espiritual, perfecto, completo, sin que le falte nada, y Dios continuamente ve a Sus hijos en este estado santo; Él es muy limpio de ojos para ver la mortalidad con su escasez. Esto no quiere decir que Dios no se preocupa. Es que Él conoce solamente lo que es verdadero. Por eso oremos, no tratando de que Dios entienda lo que necesitamos, sino percibiéndonos como Su imagen y semejanza abundantemente provista por Él.
Cristo Jesús tuvo esa percepción, y fue la base firme de sus curaciones maravillosas. Cuando enfrentó la necesidad de alimentar a miles de seguidores, cuando tenía a su disposición sólo unos pocos panes y peces, no se preocupó por las circunstancias externas. No contó la cantidad de personas presentes ni calculó cuánta comida recibiría cada uno, para luego dividir las provisiones de acuerdo con el cálculo. Cambió ese cuadro caótico por el que sabía que era verdadero, y demostró que el hijo espiritual del único Padre generoso siempre tiene todo lo que necesita. Su comprensión de la verdad espiritual fue tan firme que la situación humana tuvo que adaptarse. “Y comieron todos y se saciaron”, Marcos 6:42. declara San Marcos.
¿Como solucionamos nosotros los problemas de escasez? ¿Manipulando la materia, acumulando recursos materiales, reorganizándolos, repartiéndolos escasamente? La Ciencia Cristiana demuestra que la solución no está en la materia. Está en el entendimiento del Espíritu, la única sustancia genuina, que nunca cambia. En la economía divina no hay fuerzas destructivas como la devaluación, recesión o inflación. El Espíritu es infinito, por lo tanto, no puede agotarse. Es omnipresente, por lo tanto, no necesita acumularse. Y entender estas verdades, tiene un efecto directo y beneficioso en nuestras vidas.
La Sra. Eddy declara: “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria.” Escritos Misceláneos, pág. 307. Nuestra tarea, entonces, es prestar atención a estas ideas de Dios y hacer lo que hizo Jesús antes de alimentar a la multitud. Necesitamos orar, rehusar los síntomas materiales falsos, e identificarnos como espirituales, bendecidos, completos. En su sermón La curación cristiana, la Sra. Eddy declara: “Si deseáis ser felices, abogad con vosotros mismos en favor de la felicidad; defended el lado que deseáis que triunfe, y tened cuidado de no razonar de ambos lados, o de abogar más por el pesar que por la alegría”.La curación cristiana, pág. 10.
Hace algunos años, se salió el embrague de mi auto y tenía que reemplazarlo inmediatamente a un costo muy elevado. Una semana antes había decidido cambiar de profesión y por eso no tenía un ingreso regular. Éste era un gasto que no había previsto. Luego que el mecánico me dijo lo que había que hacer, esperé un momento y dejé de lado la evidencia humana para sentir la alentadora seguridad de que yo era la semejanza completa e invulnerable de Dios, quien mantenía mi integridad y perfección. Confié. Escuché. Me negué a aceptar la escasez. La respuesta vino inmediatamente: “Haz el trabajo. Tienes todo lo que necesitas”. Dejé el auto con confianza.
Esa misma tarde, recibí un cheque por correo con motivo de la solución de un caso legal que pensé se había cerrado hacía años. El monto del cheque era el costo — un dólar más o menos — de reemplazar el embrague. Por la oración entendí que el Espíritu que provee todo nos da todo lo que necesitamos. La Sra. Eddy nos hace esta promesa: “Tengan la seguridad de que Él en quien mora toda vida, salud y santidad, proveerá todas sus necesidades de acuerdo con Sus riquezas en gloria”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 186.
Confiar en que Dios es nuestra fuente de recursos infinitos no significa dejar de lado prácticas económicas sabias, como el hábito de gastar prudentemente. Pero debemos tener cuidado de no limitarnos con demasiada rigidez al planear, cerrando, por lo tanto, algunos de los bienes ilimitados que constantemente fluyen de Dios.
No tenemos que luchar para tener éxito durante el día. Podemos confiar en que cada momento traerá su propia provisión que es otorgada por Dios: todo lo que necesitamos justamente, a medida que lo necesitemos.