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Enviudé durante la Segunda Guerra Mundial, y tenía tres niñas pequeñas...

Del número de agosto de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Enviudé durante la Segunda Guerra Mundial, y tenía tres niñas pequeñas que mantener. No teníamos un hogar porque el nuestro había sido destruido por las bombas. Mis ingresos eran alrededor de dos libras esterlinas a la semana como pensión de guerra de mi esposo, y yo no podía trabajar porque las niñas eran pequeñas y necesitaban de mi cuidado. Pero habíamos encontrado la Ciencia Cristiana. En esa época vivíamos en una casa alquilada la lado de una tía. Ella era estudiante de Ciencia Cristiana y acababa de tomar instrucción en clase de Ciencia Cristiana.

Las verdades espirituales de la bondad infinita de Dios, que mi tía compartió conmigo, sostuvieron a nuestra familia, así que nunca más carecimos de nada. En efecto, una de las mas vívidas memorias de aquellos años es la de un árbol de cerezo lleno de flores rosadas de doble pétalo en pleno florecimiento. No sólo el árbol, pero el suelo debajo de éste, un pavimento público, estaba cubierto de flores. Muchas personas caminaban por este pavimento, y, sin embargo, estaba siempre cubierto de flores frescas, y el árbol permanecía lleno de flores. Para mí, este árbol simbolizaba el gran e ilimitado cuidado de Dios para con sus hijos. Desde aquella época, yo he acudido con frecuencia en oración al Amor divino. Dios nos ha provisto de muchas bendiciones para que nos regocijemos y estemos agradecidos. Solamente necesitamos reconocer estas bendiciones y aceptarlas, usarlas con sabiduría y dar gracias.

Muchos años después de la guerra, cuando vivía sola y necesitaba de un hogar, personas conocidas me invitaron a usar una cabaña en una finca de su propiedad. Cuando necesitaron la cabaña para un trabajador en la finca, me mudé.

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