Enviudé durante la Segunda Guerra Mundial, y tenía tres niñas pequeñas que mantener. No teníamos un hogar porque el nuestro había sido destruido por las bombas. Mis ingresos eran alrededor de dos libras esterlinas a la semana como pensión de guerra de mi esposo, y yo no podía trabajar porque las niñas eran pequeñas y necesitaban de mi cuidado. Pero habíamos encontrado la Ciencia Cristiana. En esa época vivíamos en una casa alquilada la lado de una tía. Ella era estudiante de Ciencia Cristiana y acababa de tomar instrucción en clase de Ciencia Cristiana.
Las verdades espirituales de la bondad infinita de Dios, que mi tía compartió conmigo, sostuvieron a nuestra familia, así que nunca más carecimos de nada. En efecto, una de las mas vívidas memorias de aquellos años es la de un árbol de cerezo lleno de flores rosadas de doble pétalo en pleno florecimiento. No sólo el árbol, pero el suelo debajo de éste, un pavimento público, estaba cubierto de flores. Muchas personas caminaban por este pavimento, y, sin embargo, estaba siempre cubierto de flores frescas, y el árbol permanecía lleno de flores. Para mí, este árbol simbolizaba el gran e ilimitado cuidado de Dios para con sus hijos. Desde aquella época, yo he acudido con frecuencia en oración al Amor divino. Dios nos ha provisto de muchas bendiciones para que nos regocijemos y estemos agradecidos. Solamente necesitamos reconocer estas bendiciones y aceptarlas, usarlas con sabiduría y dar gracias.
Muchos años después de la guerra, cuando vivía sola y necesitaba de un hogar, personas conocidas me invitaron a usar una cabaña en una finca de su propiedad. Cuando necesitaron la cabaña para un trabajador en la finca, me mudé.
Esto me dejó en una situación difícil. Yo había usado mis ahorros para pagar la hipoteca sobre un lote de terreno de mi propiedad, pensando que ésta era la manera correcta de proceder: estar libre de deudas. Ahora descubrí que no era posible hipotecar el terreno otra vez para comprar una casa, porque los reglamentos del gobierno lo prohibían. El gerente de mi banco estaba muy interesado e hizo todo lo posible por ayudarme; pero él no estaba autorizado para prestarme el dinero con la garantía del terreno. Sin dinero para un depósito, había pocas probabilidades de comenzar a negociar la hipoteca para una casa. También, en esa época, había tan poco dinero disponible para hipotecas que las solicitudes eran sometidas con muchos meses de anticipación. Además, yo no era una mujer joven y tenía un trabajo que no aportaba un ingreso estable.
Por varios años yo había estado aprendiendo a echar “la red a la derecha” (Juan 21:6), a depender más en Dios que en la evidencia de los sentidos materiales. Había aprendido que mi primer deber es obedecer el primer mandamiento (Éxodo 20:3): “No tendrás dioses ajenos delante de mí”, que significa no reconocer otro poder sino Dios, y esto fue lo que hice. Fue muy claro para mí que la creencia de que mi país estaba en estado de inestabilidad económica no era un poder que me gobernaba a mí ni a nadie, porque Dios es el poder que lo gobierna todo. La Sra. Eddy dice de la oración (Ciencia y Salud, pág. 2): “¿Pediremos más al manantial abierto, que ya está vertiendo más de lo que aceptamos?” Seguí completamente confiada; sabía que había muchas personas que todavía no conocían las maravillosas y consoladoras verdades espirituales que por años yo había estudiado en la Ciencia Cristiana. Y como había ayudado a satisfacer las necesidades de otros, me fue ofrecido un hogar tras otro; cuando el tiempo en un lugar llegaba al fin, otro lugar donde vivir estaba esperándome.
Un día, decidí visitar la oficina de un procurador que muchos meses antes había tratado de ayudarme a conseguir una hipoteca para comprar una casa. Mientras hablábamos, él tomó una carta y me la leyó, preguntándome: “¿Cuánto ofreció usted por la casa recientemente?” Le contesté que yo no había hecho ninguna oferta recientemente; la única oferta que hice había sido meses atrás, y no había sido aceptada. Dijo: “Aquí hay una carta que dice que ellos aceptan su oferta”. Continuó explicando que ahora había algún dinero privado disponible para hipotecas; y como el precio de la casa que yo quería era menos que el de su valor original, ellos estaban dispuestos a aceptar la escritura de mi terreno como garantía de depósito. Si era posible para mí conseguir dentro de un mes cien libras esterlinas para los gastos legales, el problema podía resolverse. Yo pensé que cien libras esterlinas no eran un obstáculo para impedir la solución del problema cuando ya habíamos hecho tanto progreso. De modo que le dije sinceramente que aunque yo no estaba muy segura de poder obtener el dinero, que trataría. (Con esto yo quería decir que confiaría en Dios para que Él me mostrara el camino.)
Sucedió que pensé en distintas formas de cómo obtener el dinero. Pero no tuve necesidad de esperar el mes, pues unos amigos me remitieron el dinero como regalo. Yo les había escrito una carta mencionándoles apenas sobre el problema de la compra de una casa. A vuelta de correo me remitieron un cheque, que fue por una cantidad de un poco más de setenta libras. Como ya tenía treinta libras, esto completó las cien libras que necesitaba para los gastos legales. Mi hogar ha sido una gran bendición.
Escribo este testimonio con la esperanza de que alentará a otros a persistir en la práctica de las verdades espirituales que nos son enseñadas en la Ciencia Cristiana. Mi trabajo exitoso en la búsqueda de un hogar, me parece que ha sido el resultado de la obediencia al Principio divino y a la confianza en él, y el no aceptar las creencias mortales de escasez. Verdaderamente, Dios es Todo.
Eglwysfach, Powys, Gales