En noviembre de 1979, un médico me dijo que yo tenía artritis incurable. Dijo que podía continuar con tratamiento médico, y que cuando el dolor fuera muy intenso, me podía inyectar y tomar analgésicos.
Después de hablar con una amiga acerca de lo que él me había dicho, ella me preguntó si yo lo creía. Le dije que sí, porque hacía muchos años que sufría de esta enfermedad. Aunque todavía no se había encontrado curación para la misma, me sentí segura de que, de alguna manera, yo podía sanar; cuándo y cómo, no sabía. Ella me dio un ejemplar de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, y me pidió que lo leyera.
Alrededor de tres semanas después que comencé a leer este libro, tenía tos y me sentía muy mal. Cuando una amiga me preguntó qué estaba tomando para la tos, le respondí: “Nada, porque estoy leyendo este libro. Me enseña cómo puedo confiar en Dios para una curación completa”. Ella me preguntó entonces qué haría si no me mejoraba, y le respondí: “Continuaré con el libro”. El día siguiente, en mi camino para el trabajo, me vino a la mente este pasaje de la Biblia: (Éxodo 20:2) “Yo soy Jehová tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre”. Con esto yo sabía que no tenía que estar enferma — esclava de un catarro — porque el Señor ya me había libertado. Aquella noche, dormí muy bien; y para el siguiente día, ya la tos había cesado, y los síntomas de catarro habían desaparecido por completo.
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