Hace algunos años tuve que considerar qué profesión iba a seguir. Mi anterior ramo de estudios no había sido de mi satisfacción, y anhelaba recibir una enseñanza que estuviera relacionada en forma más directa con Dios. La Ciencia Cristiana siempre ha sido mi gran amor.
Oré y escuché. La respuesta fue: ser enfermera de Ciencia Cristiana. Eso, jamás, pensé. Aunque al principio sentimientos de rebelión y resistencia me abrumaron, al final cedí obedientemente. ¡Al fin había encontrado mi especialización!
En los años subsiguientes, mi vida cambió por completo. Aprendí cuál era la relación valiosa e indisoluble que tengo con mi Padre-Madre Dios. Mi temperamento tímido frente a los demás comenzó a desaparecer. En mayor medida comencé a reconocer a cada individuo como la hermosa expresión de la Vida y el Amor. Muchos serios problemas fueron resueltos, y cada prueba me trajo bendiciones.
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