Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Enfermeros de la Ciencia Cristiana: una profesión valiosa

Del número de agosto de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace algunos años tuve que considerar qué profesión iba a seguir. Mi anterior ramo de estudios no había sido de mi satisfacción, y anhelaba recibir una enseñanza que estuviera relacionada en forma más directa con Dios. La Ciencia Cristiana siempre ha sido mi gran amor.

Oré y escuché. La respuesta fue: ser enfermera de Ciencia Cristiana. Eso, jamás, pensé. Aunque al principio sentimientos de rebelión y resistencia me abrumaron, al final cedí obedientemente. ¡Al fin había encontrado mi especialización!

En los años subsiguientes, mi vida cambió por completo. Aprendí cuál era la relación valiosa e indisoluble que tengo con mi Padre-Madre Dios. Mi temperamento tímido frente a los demás comenzó a desaparecer. En mayor medida comencé a reconocer a cada individuo como la hermosa expresión de la Vida y el Amor. Muchos serios problemas fueron resueltos, y cada prueba me trajo bendiciones.

La Sra. Eddy escribe en el Manual de La Iglesia Madre: “Dios requiere todo nuestro corazón, y Él proporciona, dentro de los anchurosos canales de La Iglesia Madre, ocupaciones y deberes suficientes para todos sus miembros”.Man., Art. VIII, Sec. 15. Ciertamente, uno de estos canales es la estipulación para la profesión de enfermeros de la Ciencia Cristiana (ver Man., Art. VIII, Sec. 31). Todo miembro sincero de La Iglesia Madre, no obstante su edad, sexo, raza, o formación, es bien recibido en este campo de trabajo. Cuatro escuelas en los Estados Unidos de América e Inglaterra ofrecen un programa completo de estudios, tanto metafísico como práctico, para enfermeros. (Estos cursos se dan sólo en el idioma inglés.) Al graduarse, el estudiante tiene acceso a una amplia variedad de oportunidades de trabajo.

Los sanatorios para Científicos Cristianos con mucho gusto reciben nuevos miembros en su personal de enfermeros. Algunos enfermeros graduados probablemente estén interesados en ascender a cargos de instructores o supervisores. A menudo, hay gente que necesita atención física por un período de tiempo y desea pasar su experiencia de curación en la intimidad de su propio hogar. Los enfermeros visitadores, así como los enfermeros de servicio privado, hacen que esto sea posible.

La educación para ejercer esta profesión no incluye nada que sea humillante. Aunque tanto las técnicas básicas para enfermeros, como las avanzadas, son absolutamente indispensables, éstas no son sino medios para llevar a cabo el ministerio espiritual. La clave de toda actividad en esta profesión es una profunda comprensión espiritual.

Los enfermeros enfrentan toda fase imaginable de la mente mortal. Estas sugestiones pueden presentarse en forma de lesiones, de una llamada enfermedad curable o incurable, de un desorden mental, así como en forma de temor, desaliento o ira. Las palabras de Jesús: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”, Juan 7:24. son un recordatorio esencial en este trabajo. Por muy atemorizante que sea el cuadro, éste tiene que ser reemplazado por la percepción de la realidad espiritual.

Muy sutilmente, y a menudo bajo el disfraz de buenas intenciones, es probable que en nuestro pensamiento se infiltre la tentación de clasificar a los pacientes como tercos, impacientes, obstinados o temerosos. Ni el análisis físico ni el mental pueden describir al hijo perfecto de Dios. Toda sugestión mental agresiva tiene que ser transformada en una oportunidad para persistentemente hacer lo que la Sra. Eddy señala que el Maestro hizo: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos”.Ciencia y Salud, págs. 476–477.

Estar constantemente en guardia requiere obediencia y trabajo consagrado. El tiempo que el enfermero dedica para estar a solas con Dios es una parte importante de su día. Los Evangelios nos dicen que Cristo Jesús se retiraba periódicamente a la cumbre de la montaña a orar. Refiriéndose a la última cena, la Sra. Eddy escribe: “Jesús oró; se retiró de los sentidos materiales para refrescar su corazón con vistas más luminosas, con vistas espirituales”.Ibid., pág. 32. ¡Qué ejemplo! La oración, el estudio y la comunicación en silencio con Dios confieren fortaleza, inspiración y convicción, cualidades que apoyan la curación.

Equipados de esta manera, los enfermeros son una bendición para sus pacientes. Pero sus tareas de ninguna manera les impiden dedicarse a otras actividades meritorias. Por el contrario, una vida equilibrada es altamente recomendable. A menudo, aquellos que se encuentran recluidos temporariamente, se sienten aislados de sus amistades. Un enfermero activo, que tiene intereses y está bien informado, puede ayudar a vincular el cuarto del enfermo, que de otra manera permanecería aislado, con las actividades saludables y estimulantes del mundo exterior.

Existe una clara diferencia entre el trabajo del enfermero y el del practicista de la Ciencia Cristiana. Cada uno tiene su propia esfera de actividades y ninguno invade el terreno del otro.

El paciente contrata al practicista para que lo ayude a establecer por medio de la oración la relación inquebrantable que el hombre tiene con Dios. El practicista rechaza las sugestiones de accidente, enfermedad, temor o carencia. Así como la presencia de la luz elimina cualquier indicio de oscuridad, de igual manera el Cristo, al establecer en el pensamiento del paciente el gobierno absoluto de Dios, elimina toda clase de error. A través del tratamiento que el practicista da por medio de la oración, al paciente se le ayuda a comprender su unidad con la Vida y el Amor. La curación viene en forma natural.

El enfermero trata el aspecto físico del caso: la higiene, el vendaje de heridas, la alimentación, etc. Aunque las manos se mantienen ocupadas, el enfermero mantiene el pensamiento elevado, confiado, gozoso, creando así un ambiente que conduce a la curación. El enfermero aprecia al paciente como a una idea espiritual; jamás influye en sus pensamientos. Mientras escucha lamentos y enjuga lágrimas, el enfermero eleva su pensamiento por encima del cuadro de dolor o desaliento para percibir la armonía y bondad de Dios. Brinda consuelo por medio de su compasión y comprensión. Al incluir de manera impersonal en su consciencia a toda la humanidad, apoya el trabajo del practicista. Por eso, el enfermero ocupa un lugar único en el cuarto del enfermo.

De vez en cuando, puede que ocurra una emergencia en la que se requiera adoptar una actitud decisiva. En esas ocasiones, el enfermero no debe temer ni dudar del poder que Dios tiene para curar; ni el practicista debiera sentirse incompetente para ayudar humanamente. Ambos debieran saber que Dios está siempre en absoluto control y que la Mente comunica todo lo que se necesita saber. El paciente, el practicista y el enfermero se ayudan y se respetan mutuamente. Sus esfuerzos individuales se combinan armoniosamente para lograr una meta en común: la curación.

A veces hay gente que hasta se sorprende de que haya necesidad de enfermeros de la Ciencia Cristiana. Por supuesto que estamos siempre a la expectativa de la curación pronta e instantánea, y es cierto que hay muchos casos maravillosos que atestiguan de esto. Sin embargo, si alguna vez la curación parece demorarse, ciertamente nuestro desarrollo espiritual no tiene que detenerse. Cualquiera que sea la razón aparente de esta demora, la constancia, la paciencia y la perseverancia finalmente vencerán; y el cuidar con misericordia, pero sin medicamentos, de las necesidades físicas de una persona que está enferma o herida, está de acuerdo con el aspecto cristiano de la Ciencia Cristiana.

Al hablar de Josué y la toma de Jericó, la Sra. Eddy una vez dijo a sus estudiantes: “Siete veces rodearon estos muros, correspondiendo las siete veces a los siete días de la creación: los seis días son para descubrir la nada de la materia; el séptimo es el día de reposo, cuando se descubre que el mal no es nada y el bien lo es todo”.Escritos Misceláneos, pág. 279.

De manera que aunque tarde seis días, un mes, un año o más “para descubrir la nada de la materia”, ¿no es maravilloso saber que en nuestra iglesia hay una estipulación concerniente a este período? ¡Cuánta sabiduría e inmenso amor ha demostrado la Sra. Eddy por sus seguidores al establecer la profesión de enfermero de la Ciencia Cristiana! Apoyada por la alegre presencia del enfermero, y fortalecida por las oraciones del practicista, toda persona puede perseverar con paciencia hasta que llegue “el día de reposo, cuando se descubre que el mal no es nada y el bien lo es todo”.

¿Ora usted para que Dios lo guíe a hallar una profesión que lo satisfaga, que lo estimule y que lo recompense? Quizás ser enfermero sea la respuesta para usted, así como lo fue para mí. No la descarte; es una maravillosa oportunidad para poder usar su inapreciable comprensión de la Ciencia Cristiana. Al explorar y ampliar su capacidad para servir, bendecir y sanar, usted puede llegar a ser parte de esta singular estipulación de nuestra causa sanadora.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / agosto de 1984

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.