Por muy desesperado que pueda usted sentirse en estos momentos, no tiene por qué quitarse la vida.
El suicidio no le dará un mundo nuevo o lo liberará de la sensación de sentirse desorientado.
Hacerse daño a sí mismo, no le traerá amor ni cambiará nada; no cambiará a su familia ni a usted mismo, ni aquello que lo haga sentirse desesperado. El hecho es que — lo crea o no — usted no tiene poder para destruir su vida. El poder no es una fuerza personal que opera en un cuerpo físico. En realidad, usted vive en Dios, no en su cuerpo. Dios es Vida, es toda la vida que usted tiene. Ni ahora ni nunca puede usted ser separado de la Vida o estar más cerca de Dios de lo que está en este momento.
Si usted tuviera un hermano menor que se sintiera confundido con la aritmética y tuviera un problema con la división, ¿le diría usted: “Billy, no hay razón alguna para que sigas asistiendo a la escuela. Este problema es demasiado complicado y seguramente nadie tiene la respuesta. Es mejor que dejes la escuela”?
¿O le diría que lo quiere y que tiene confianza en él? Tal vez podría decirle: “Billy, sé que tienes unos problemas difíciles. Pero tarde o temprano vas a tener que aprender a resolverlos. Mas ciertamente no los resolverás dejando la escuela; tú no eres el problema. Y además, Billy, tú puedes pedir ayuda”.
Bueno, ¿por qué no se habla usted a sí mismo de esa manera?
Amese un poco más. Y pídale ayuda a Dios. El es su Padre y Madre, que lo ama y confía en usted y lo valora ahora mismo. Cualquiera que sea el problema, tarde o temprano tendrá usted que resolverlo, no huyendo de las cosas, sino encontrando mejores soluciones aquí y ahora.
Por supuesto que usted desea amor, y la vida ofrece amor. Pero tal vez este amor sea algo realmente diferente al amor en el cual usted ha estado confiando. Hay un amor espiritual que no está sujeto a personas o limitado a tener a alguien que cuide de usted. Es el amor de Dios. Es divino. En el libro llamado Ciencia y Salud, su autora, la Sra. Eddy, a menudo habla del Amor: “Las dolorosas experiencias que resultan de la creencia en la supuesta vida de la materia, así como nuestros desengaños e incesantes angustias, hacen que vayamos, cual niños cansados, a los brazos del Amor divino. Entonces empezamos a conocer la Vida en la Ciencia divina”.Ciencia y Salud, pág. 322.
Hace mucho tiempo, alguien escribió en la Biblia acerca de un hombre y sus sufrimientos. Tal vez usted haya escuchado hablar de Job. El dijo: “Hoy también hablaré con amargura; porque es más grave mi llaga que mi gemido”. Job 23:2. Los amigos de Job trataron de decirle que debía aceptar los conceptos que ellos abrigaban acerca de Dios. Su esposa le dijo que debía maldecir a Dios y morir.
Hay muchos pensamientos a nuestro alrededor que se asemejan a los pensamientos de la esposa de Job. Algunos pensamientos están fascinados con la muerte, como si ésta fuera una amiga o una solución romántica en momentos difíciles. Otros pensamientos dramatizan la autosugestión del suicida y las tristes ordalías que causaría a su familia. Tal manera de pensar se insinúa a sí misma como algo contagioso, haciéndonos sentir que tenemos que llevarlo a cabo.
Pero los pensamientos de autodestrucción no son originales. No son suyos; son mesméricos, y no tiene usted por qué rendirse a ellos. Nadie en su sano juicio desea poner fin a su existencia, y usted está en su sano juicio en este instante, porque usted vive en Dios, la Vida, y usted tiene una sola Mente divina.
Job quiso seguir sus propios pensamientos y no guiarse por las absurdas respuestas de su esposa y amigos. Por lo tanto, persistió en tratar de comprender a Dios por sí mismo, no por los conceptos de otros. “¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla”, Job 23:3. dijo él.
Finalmente, en este drama, Dios habla a Job desde un torbellino y le dice: “¿Invalidarás tú también mi juicio? ¿Me condenarás a mí, para justificarte tú? ¿Tienes tú un brazo como el de Dios? ¿Y truenas con voz como la suya?” Job 40:8, 9.
Y por fin, Job ve que no hay poder — ni siquiera la desesperación y el sufrimiento — tan poderoso como Dios. Job dice: “Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti”. Job 42:2.
Tal vez usted desee encontrar a Dios por sí mismo. Puede hacerlo. Usted tiene todo el derecho — un derecho divino — para resolver los problemas que le son tan agobiadores. Puede sentir libertad y alegría donde usted está, y como usted realmente es, puesto que éstas son cualidades dadas por Dios. Usted no está aislado, tratando de vivir solo en un mundo de confusión. Usted es completamente especial y está incluido en el designio de Dios. Usted tiene valor, y es íntegro y afectuoso porque Dios lo creó de esa manera.
En este mismo instante, usted puede percibir nuevos pensamientos — sus propios pensamientos — que emanan de Dios. Puede estar consciente de cuán cerca de usted está El, y dejar que Su amor lo libere de este vacío. Estos pensamientos espirituales le dicen que usted es hijo de Dios, y que puede llamarle “mi Padre-Madre”. El lo creó; El lo ha hecho a usted íntegro, capaz y muy digno de ser amado. En este momento Dios lo está sosteniendo a salvo en Sus brazos. Usted puede pedirle ayuda.
