La paz mundial es un tema que nos afecta a cada uno de nosotros, en todos los rincones de la tierra. Lo que sucede en una pequeña isla del Caribe, puede ser de interés tanto para el asiático como para el norteamericano. Cuando las superpotencias mueven sus poderíos bélicos libremente alrededor del globo, cuando se venden complejas armas a países que no están preparados para salvaguardar su uso, cuando la ira nacional o tribal rebosa, el mundo se alarma.
En medio de una agresión tan abierta y de hostilidades no tan latentes en la escena internacional, el buen ciudadano se siente inclinado a envolverse mentalmente. El orgullo nacional, la justificación propia, la ira, el prejuicio racial y religioso, la rigidez mental y el odio, pueden arrastrarnos a actitudes belicosas si no son sanadas. Entonces parece natural lanzar pensamientos llenos de odio hacia un enemigo que esté a la vista, y acumular arsenales de temor e ira. ¿Qué podemos hacer usted y yo para evitar que esas fuerzas destructivas exploten?
Usted y yo podemos orar. La oración, como se comprende en la Ciencia Cristiana, incluye la afirmación de la omnipotencia y omnipresencia de Dios, el bien. Niega poder y sustancia real al mal, diablo, error, destrucción; todo lo que grita: ¡muerte! ¡pecado! ¡enfermedad!
Su oración y la mía son eficaces a nivel mundial, porque cada uno de nosotros, al demostrar el Cristo, es mayoría con Dios. La Sra. Eddy lo explica de esta manera: “No es acaso un hombre, metafísica y matemáticamente, número uno, una unidad, y, por tanto, un número entero, gobernado y protegido por su Principio divino, Dios? Simplemente tenéis que preservar un sentido científico y positivo de unidad con vuestra fuente divina, y demostrar esto diariamente. Entonces veréis que uno es un factor tan importante como dos decillones, en ser y hacer lo que es bueno, y, de esta manera, en demostrar el Principio deífico. Una gota de agua refleja al sol. Cada uno de los pequeñitos que pertenecen al Cristo, reflejan al Uno infinito, y, por lo tanto, la declaración del profeta de que ‘uno solo del lado de Dios es mayoría’, es verdad”.Pulpit and press, pág. 4.
Comprendiendo esto, el pensador cristiano alerta puede hacer mucho para traer curación a un mundo lleno de temor e ira. Su amor hacia Dios, y su comprensión espiritual del hombre como la imagen y semejanza de Dios, le impiden envolverse mentalmente, y le hacen apoyar la paz. La oración, en la que se está consciente de la totalidad y bondad de Dios (“Aprende, pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro” Deut. 4:39.), y el consiguiente discernimiento de que el mal no es nada y que no está en ninguna parte (“Muy limpio eres [Dios] de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio” Hab. 1:13.), no reconocen a ningún hombre o nación que esté fuera del amor, del cuidado y de la dirección de Dios.
El pacificador metafísico no omite la oración que incluye a los jefes de estado de las varias naciones. El afirma la jurisdicción del Principio divino, Dios. Procura resueltamente “no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo”, 1 Cor. 2:2. y saber que el hombre es, en la realidad espiritual, la expresión de Dios, que tiene la Mente de Cristo (ver Filipenses 2:5 según las versión King James). El comprende que esta Mente — Dios — está gobernando con inteligencia y amor. El está convencido de que, en verdad, no hay muchas mentes en conflicto perpetuo, porque hay una sola Mente, Dios, y Su reflejo, el hombre, es la expresión individual y armoniosa de la inteligencia. La oración que reconoce el poder, la habilidad y la presencia de Dios es benéfica. Esta oración finalmente trae la paz.
El profeta Eliseo evidentemente supo esto durante un conflicto entre los sirios y el rey de Israel. Su discernimiento espiritual en cuanto a la ubicación de los sirios había salvado al rey de Israel varias veces. El rey sirio decidió entonces tomar cautivo a Eliseo, debido a que el profeta ayudaba al ejército de Israel. Envió un gran ejército, gente de a caballo y carros, para sitiar la ciudad de Dotán, donde el profeta acampaba. En medio de esta peligrosa situación, Eliseo pudo consolar a su atemorizado criado, que no veía cómo podían salvarse. Eliseo oró a Dios, pidiéndole que abriera los ojos del joven “para que vea”. ¿Qué vio el criado? “Que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo”. Vio la seguridad y protección de Eliseo, derivada de Dios, en medio de una escena de guerra. Pero esto no fue todo. Los sirios fueron tomados cautivos por Eliseo y llevados a Samaria, donde el rey de Israel le preguntó si debía matarlos. Eliseo le recordó al rey que él no mataría a los prisioneros tomados en las circunstancias más comunes de guerra, así que a éstos no se les debía matar, sino que se les debía dar comida y agua, y permitirles que volvieran a su rey. Esto se hizo, y el relato bíblico termina diciéndonos que “nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel”. Ver 2 Reyes 6:8–23.
Eliseo era un profeta, un vidente espiritual. En esas circunstancias, su comprensión del poder y de la presencia de Dios, condujo a un cese de hostilidades entre los sirios y los israelitas. En nuestros tiempos y cualesquiera que sean las circunstancias en que estemos, usted y yo podemos hacer lo mismo: podemos usar nuestra comprensión y percepción espirituales para ayudar a traer la paz a un nivel doméstico, local, nacional e, incluso, internacional. También podemos convertirnos en profetas. Como vidente espiritual, un profeta demuestra “la desaparición del sentido material ante la consciencia de las realidades de la Verdad espiritual”,Ciencia y Salud, pág. 593. para usar la definición que la Sra. Eddy da de “profeta” en Ciencia y Salud. Somos profetas en el grado en que nuestra consciencia conoce a Dios, el bien, y a nada más, siempre que discernimos lo que es espiritualmente verdadero. El reconocimiento del hecho espiritual en una situación dada trae paz, armonía y curación a nuestra experiencia presente, y a la de los demás.
Una tarde, en una de las plazas de una ciudad principal de los Estados Unidos, una pareja se vio enfrentada repentinamente por un borracho, quien agresivamente los amenazó, gruñendo: “Va a haber guerra entre ustedes y yo”. No sólo él y la pareja eran de diferente raza, sino que la ciudad misma tenía muchos problemas raciales sin resolver. La situación parecía que iba a tener un desenlace desagradable. De hecho, ¿qué ocurrió? La esposa, una estudiante de Ciencia Cristiana, se volvió una vidente espiritual, al ver más allá de lo que sus ojos le estaban diciendo que veía en cuanto a la identidad espiritual del extraño. Lo vio como el amado hijo de Dios, que expresaba toda Su bondad, pureza y perfección. Entonces ella le sonrió, y los tres empezaron a conversar. Al cabo de unos cinco minutos, el extraño estrechó las manos de la pareja y les dio una bendición. En una atmósfera radiante de buena voluntad, siguió su camino, dando señales evidentes de que estaba completamente sobrio. El reconocimiento espiritual de la naturaleza del hombre trajo paz y curación a un encuentro nada promisorio.
No importa donde vivamos, podemos mantener la paz en nuestra vida diaria, al amar esta paz. Al reconocer que la paz es una cualidad natural de Dios, inherente a El, y que, por consiguiente, es el estado del hombre a Su semejanza, no temeremos por la paz, sino que daremos los pasos necesarios para expresarla. Esto podría incluir la oración diaria para ampliar nuestro concepto y expresión de la paz; hacer frente al mal carácter, la aversión, la superioridad, la agresión, el falso orgullo, y la falta de respeto en nuestro carácter o en el de los demás. Podemos objetar, a consciencia, todo lo que sea impío en nuestro pensamiento. Este alistamiento voluntario, y adherencia de consciencia a lo que es santo, nos hace como una especie de soldado; pero un soldado cristiano sólo puede ser un pacificador, porque está comprometido a combatir contra pensamientos impíos, no contra personas. El campo de batalla es la consciencia individual, donde la verdad encara al error, triunfa espiritualmente contra el ánimo materialista y el Cristo subyuga el egoísmo.
Uniendo fuerzas con los ejércitos celestiales de esta manera, nos trae legiones de ángeles: pensamientos brillantes, nuevos y vigorosos provenientes de Dios; pensamientos de amor fraternal y de armonía que son lo suficientemente amplios para llegar más allá de las fronteras nacionales; pensamientos alados con ese Amor divino que asegura la paz.
