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La verdadera grandeza

Del número de enero de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando uno se pone a considerar un tema como el de la verdadera grandeza, es interesante ver todas las cualidades que se pueden asociar con ella. Integridad, valor moral, perseverancia, bondad, abnegación, son algunos de los conceptos que a menudo relacionamos con aquellos distinguidos seres humanos que consideramos ilustres.

Hay cientos de personas famosas en el mundo cuyos nombres nos son familiares, pero la verdadera grandeza tiene una cualidad espiritual que la respalda, una esencia de bondad divina que viene de Dios Mismo. En efecto, cuando Dios inspira nuestros pensamientos y acciones, la dignidad y el sentido de valía innata que derivamos de El iluminan el ambiente en que vivimos con una nobleza inspiradora.

Muchas personas abrigan el anhelo innato de expresar esta nobleza en sus propias vidas. Quizás el deseo de ser de verdadero valor insinúa la existencia de la idea-Cristo en la consciencia humana, revelando la verdad que nos dice que somos mucho más de lo que parecemos ser como mortales frágiles y limitados. Nuestra verdadera identidad es el hombre espiritual, el hombre creado por Dios. El hombre de Dios es sublime, de una grandeza que trasciende cualquier descripción humana, porque Dios refleja en el hombre la majestad y gloria mismas del Ser divino. Esta realidad espiritual del hombre es la grandiosidad que nos satisfará y capacitará para ser útiles a la humanidad. Cristo Jesús ejemplificó esta verdadera grandeza en toda su plenitud.

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