Tanto los enfermos mentales como los enfermos físicos pueden ser sanados. La Biblia nos ofrece a todos la tierna promesa de Dios: “En mí está tu ayuda”. Oseas 13:9.
Cristo Jesús sanó toda clase de sufrimiento. A quienes sanó los restauró a un estado mental normal. Después que sanó al gadareno de su condición crónica, se halló a éste “sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio”. Lucas 8:35.
Sin embargo, la obra sanadora de Jesús no se basaba meramente en la creencia de que Dios podía sanar. Jesús sabía que su Padre celestial, a quien llamó Espíritu, era del todo bueno; llamó al diablo, o al mal, un mentiroso. El sanaba sobre la base de la totalidad o realidad del bien y, por consiguiente, la nada o irrealidad del mal, es decir, el pecado, la enfermedad y la muerte. Refiriéndose a la práctica de Jesús, la Sra. Eddy explica: “Fue la inmolación propia de nuestro Maestro, su vivificante amor, sanando tanto la mente como el cuerpo, lo que despertó la consciencia dormida, paralizada por una fe inactiva, a un sentido animado de las necesidades de los mortales, y del poder y propósito de Dios de abastecerlas”.Pulpit and Press, pág. 10.
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