Algunas veces parece como si no se pudieran superar los déficits, como si fueran demasiado grandes para tenerlos bajo control y estuvieran sujetos a influencias externas sobre las que no podemos hacer nada. Las economías nacionales de diversos países están en serio peligro, y mucha gente se siente atrapada en un círculo vicioso financiero en el que siempre están corriendo para ponerse al día, aunque continuamente se quedan cortos. Los efectos sobre el progreso humano pueden ser extenuantes.
Pero, ¿somos individuos realmente impotentes, que tenemos la necesidad de confiar solamente en normas políticas o instituciones humanas para que aporten una solución que, en el mejor de los casos, puede que sea temporaria?
No, hay algo verdaderamente sustancial con lo cual cada uno de nosotros puede contribuir. Ciertamente, todos tenemos la oportunidad de llevar a la práctica una economía apropiada al usar nuestros propios recursos. Esto incluye el precavernos contra la extravagancia, como también administrar fielmente lo que tenemos. Pero también necesitamos estar dispuestos a reconocer que el déficit — ya sea que ocurra a nivel nacional o en el presupuesto familiar — es realmente síntoma de una manera de pensar deficitaria.
Al comprender esto y el corolario fundamental según se enseña en la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) — que lo que se acepta en el pensamiento tiende a expresarse en forma externa — podemos ver que nuestra oración, cuando transforma el pensamiento, contribuye grandemente a resolver el problema. De hecho, es la contribución más importante que podemos hacer individualmente. Pues es sólo mediante la oración que cristianiza y espiritualiza a la consciencia al punto donde llegamos a reconocer en parte la verdadera naturaleza espiritual e ilimitada de la realidad, que podemos invertir el penetrante sentido de deficiencia que se extiende por toda la sociedad.
¿Cómo podríamos orar? El comprender y afirmar la infinitud de Dios — Su totalidad — sería por cierto importante. La bondad ilimitable del creador, quien es Espíritu puro, no incluye escasez alguna del bien que Su creación requiere. El gobierno, mantenimiento y funcionamiento del universo verdadero, que están bajo la jurisdicción total de la Mente divina infinita, no conocen limitación o insuficiencia alguna.
En verdad, el hombre — nuestra identidad verdadera — es la manifestación perfecta de Dios, el bien ilimitado. Por ello, el hombre expresa sólo la bondad que no conoce límites, que jamás puede ser deficiente.
El déficit, en cualquier forma que humanamente adquiera, surge de la equivocación básica de que la vida es material y que el creador de la vida está limitado. En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, su autora, Mary Baker Eddy, escribe: “Un concepto mortal, corpóreo o finito de Dios no puede abarcar las glorias de la Vida y del Amor incorpóreos e ilimitados. De ahí que el insatisfecho anhelo humano desee algo mejor, más elevado y más sagrado de lo que proporciona una creencia material en un Dios y un hombre físicos. La insuficiencia de esa creencia para dar la idea verdadera, prueba la falsedad de la creencia material”.Ciencia y Salud, pág. 258.
Por lo tanto, es esencial comprender que la creación de Dios — el universo, incluso el hombre — es completamente espiritual, no es material en grado alguno. Solamente la percepción equivocada, material o mortal, de la realidad, incluye la falsa creencia de escasez y limitación como parte constituyente del ser del hombre. Los llamados recursos materiales, cantidades finitas, son por siempre incapaces de satisfacer adecuadamente la necesidad humana; mientras que los recursos verdaderos y espirituales — las cualidades infinitas que caracterizan a las ideas de Dios — son eternos y siempre satisfacen completamente.
Las cualidades del Espíritu reflejadas por su creación jamás se acaban, decaen o dejan de cumplir su propósito y provecho. La total suficiencia de la sustancia ilimitada del Espíritu siempre se evidencia en el hombre mediante las cualidades espirituales e infinitas que Dios imparte, tales como gozo, paz, pureza, salud, vitalidad, inteligencia y amor. Ninguna cantidad de cosas materiales puede proveernos jamás lo que las cualidades verdaderas y espirituales nos proveen.
La práctica de estas cualidades espirituales, la manera en que realmente las vivimos día a día — ya sea abundante y generosamente o mezquina y egoístamente — es lo que demuestra nuestra liberación de la manera de pensar deficitaria. Podemos utilizar y compartir libremente el bien espiritual que es nuestro por reflejo, porque vemos que a medida que lo gastamos en el servicio de Dios y del hombre, el bien permanece, realmente, inexhausto. Por ejemplo, la manifestación de un afecto genuinamente espiritual hacia los demás siempre es respondido por un influjo del amor que Dios tiene hacia nosotros, que no deja vacío ni vacuidad. Nuestra provisión de bien no se disminuye al seguir el ejemplo de nuestro Maestro, Cristo Jesús, amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Jesús se refirió a su ministerio para con la humanidad de esta manera: “He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Juan 10:10.
A medida que nuestra oración y nuestro estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud nos guíen para que adoptemos la conducta semejante a la del Cristo y expresemos más firmemente las cualidades espirituales mediante el amor desinteresado y el cuidado por nuestro mundo, abandonaremos proporcionalmente los elementos del pensamiento mortal que quisieran atarnos a déficits. La envidia, el orgullo, el temor, la obstinación, el desenfreno, la justificación propia, la intemperancia, la falta de disciplina, todo esto, no tiene lugar en el corazón que está lleno de una comprensión a la manera del Cristo de la abundancia de bien que el Amor divino tiene para todos.
Cuando el pensamiento individual cambia realmente, mediante la oración y la regeneración, la acción y la vida individual se modela al cambio. Este cambio, que resulta del impulso espiritual, es la evidencia de la levadura del Cristo que está activa en el mundo — influyendo innumerables vidas, corazones y mentes — hasta que se manifiesta una transformación genuina y extensa en la humanidad.
Aquellos cuya manera de pensar ha sido elevada por encima de la noción de que la escasez es un concomitante fundamental de la existencia, a la comprensión de la naturaleza ilimitada del bien espiritual, y su disponibilidad, se dan cuenta de los efectos prácticos de esta comprensión. Sus vidas se vuelven más productivas, se liberan en mayor grado de la penuria económica y están mejor preparados para ayudar a la humanidad en sus esfuerzos honestos por demostrar el dominio sobre la escasez. Cuando el pensamiento deficitario desaparece, los déficits mismos inevitablemente se borran.
Buscad primeramente el reino de Dios
y su justicia,
y todas estas cosas os serán añadidas.
Mateo 6:33
