Los marineros saben que si no están dispuestos a cambiar su curso cuando es necesario, acabarán chocando contra las rocas. Hacer virajes hacia atrás y hacia adelante es esencial para llegar al punto de destino.
Adelantamos al cumplir con la exigencia de cambiar nuestra manera de pensar cuando sea necesario. En consecuencia, somos bendecidos también. Hace varios años, tuve una experiencia que me enseñó la conveniencia de ser flexible y responder a un sentido más elevado de lo que es correcto.
Mi familia y yo habíamos terminado con todas las preparaciones para una vacación veraniega en un estado a unos mil trescientos kilómetros de distancia. Iniciamos nuestro viaje temprano por la mañana y manejamos unas dos o tres horas. Durante ese tiempo, tuve la oportunidad de considerar sosegadamente cierto trabajo profesional que debí haber terminado antes de salir de viaje. En ese momento, detuve el automóvil y dije a mi esposa e hijos que lo sentía, pero que pensaba que debía volver a casa. Les prometí que iríamos de vacaciones tan pronto como pudiéramos.
¡Imagínese cuán agradecido estaba cuando todos dijeron, casi al unísono: “Está bien, volvamos a casa”! Entonces, di media vuelta y volvimos derecho a casa. Terminé mi trabajo y después fuimos de vacaciones y nos divertimos muchísimo.
La flexibilidad, la inspiración y la sensibilidad son cualidades importantes que merecen que se las cultive. Cuando aprendemos a escuchar a Dios, la Mente divina, para que nos comunique ideas nuevas en perpetuo desarrollo, es inevitable que veamos las cosas todo el tiempo bajo una nueva luz. Esto no quiere decir que seamos irresponsables, descuidados o contradictorios. ¿Por qué no? Porque nos es natural responder a la perpetua manifestación de la voluntad de Dios. El hombre — nuestra identidad genuina creada por Dios — refleja por siempre la enaltecedora ley de Dios de bien expansible. El hombre por siempre está expresando la naturaleza de Dios infinitamente variada pero firmemente armoniosa.
Si hemos estado haciendo algo incorrecto y queremos cambiar, no hay nada que nos detenga. Si hemos seguido un curso de acción que según percibimos es el correcto, entonces estamos libres para hacer lo que pensamos que es más correcto.
¿Qué es lo que se interpone en el progreso que viene de nuestro deseo de cambiar nuestra manera de pensar y seguir una nueva luz? Nada, sino un concepto falso y mortal acerca de nosotros mismos. El orgullo, la tradición o los precedentes realmente no pueden estorbarnos. Tampoco lo puede la obstinación cuando estamos listos para abandonarla. Podemos vencer la inercia sin resistencia.
La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Si crees en el mal y lo practicas a sabiendas, puedes cambiar en seguida tu proceder y obrar bien”.Ciencia y Salud, pág. 253. Nada hay que detenga nuestra sensibilidad a lo que es correcto una vez que lo vemos. El saber que Dios es la única Mente e inteligencia del hombre nos capacita para experimentar el bien ilimitado. La limitación no es parte del hombre. En realidad, el hombre incluye toda idea correcta, y su ser verdadero se está manifestando continuamente.
Una cosa es importante. No debemos condenarnos a nosotros mismos sólo porque no hemos seguido un camino mejor hasta ahora. Si hemos sido sinceros, según nuestro concepto de sinceridad que hayamos tenido en un momento dado, no podemos culparnos porque hicimos lo que pensamos que era lo correcto y después vimos las cosas bajo una luz más clara. Cada uno está progresando y obteniendo nuevos discernimientos continuamente. Debemos esperar un mejor entendimiento acerca de Dios y el hombre en todo momento.
Las enseñanzas y el ejemplo de Cristo Jesús inculcan en la humanidad la realidad espiritual del ser. El enseñó que Dios es el bien infinito, y que el hombre, como reflejo de Dios, también es bueno. Aun cuando ésta es la condición verdadera y absoluta de Dios y el hombre, siempre nos es posible tener nuevas percepciones de la bondad de Dios. Es como notar más estrellas cada vez que vemos el cielo por la noche. La bondad de Dios es tan vasta y expansiva que sería demasiado pedir que comprendiéramos todo de repente. Pero a medida que crecemos espiritualmente, tenemos nuevas percepciones cada día.
En cierta ocasión en que Jesús iba en camino a Jerusalén, fue rodeado por una multitud de gente. Un hombre en particular se arrepintió en gran manera y rápidamente corrigió su modo de pensar y de proceder.
Zaqueo, un recaudador de impuestos de los romanos, había subido a un árbol para ver al Maestro. Jesús se detuvo y dijo a Zaqueo que posaría en su casa. Evidentemente, las cualidades del Cristo que Jesús poseía lo influyeron, porque prometió a Jesús que devolvería el dinero defraudado. El rápido arrepentimiento de Zaqueo se refleja en este versículo del Evangelio según San Lucas: “Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso”. Ver Lucas 19:1–10.
Puesto que los pensamientos no tienen peso, no hay nada que nos arrastre hacia abajo y nos impida cambiar nuestra manera de pensar. Usted y yo siempre podemos obtener un mejor sentido del amor de Dios, de la perfección del hombre, de la presencia sanadora del Cristo, y con ello cambiar un viejo hábito, abandonar el resentimiento o confiar nuestros problemas a la infinita sabiduría y amor de Dios. Nada hay que nos impida cambiar nuestro curso para amoldarnos a una comprensión espiritual mejor de la armonía de Dios y el hombre.
La flexibilidad es una cualidad que todos podemos expresar. Nuestra creciente comprensión de la perfección de Dios reemplazará la limitación y timidez. Sentiremos la acción regeneradora y sanadora del omnipresente amor de Dios.
El marinero puede tener varias razones para cambiar su curso. El estado del tiempo puede descomponerse. Puede que tenga que alterar su curso de manera natural para navegar contra el viento. Puede que tengamos que cambiar nuestro curso por diferentes razones, también. Pero ya sea que nos demos cuenta de que hemos estado haciendo algo de manera incorrecta o veamos nuestro curso presente con nueva inspiración, no hay nada que nos impida nuestra libertad de hacer ajustes y progresar.
¿Por qué debemos estar dispuestos a cambiar? Porque el bien ilimitado es nuestro cuando aprendemos a responder a la acción benévola del Amor divino. La Sra. Eddy escribe: “No tenemos nada que temer cuando el Amor está al timón del pensamiento, sino todo para gozarlo, en la tierra y en el cielo”.Escritos Misceláneos, pág. 113.
