Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

La Iglesia en acción

“LA ESPIRITUALIDAD INDIVIDUAL Y EL FUTURO DE LA HUMANIDAD”

Del número de marzo de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Journal


Informe sobre la Reunión Internacional de las Organizaciones Universitarias celebrada en La Iglesia Madre, del 16 al 18 de agosto de 1985.

La videoconferencia del 8 de diciembre de 1984 puso de relieve el tema tan vital expuesto en los escritos de nuestra Guía, Mary Baker Eddy, acerca de vivir para toda la humanidad (ver Escritos Misceláneos, pág. 294), e impulsó naturalmente a los Científicos Cristianos para que pensaran profundamente sobre la manera de cumplir con ese requisito. La Reunión Internacional de las Organizaciones Universitarias celebrada en agosto, hizo hincapié sobre la importancia que tiene el crecimiento espiritual para que estemos realmente preparados para servir a la humanidad.

¿Qué es la “espiritualidad individual” realmente? No significa retirarse a alguna zona íntima del “yo” humano en la cual hallar refugio contra los desafíos del mundo. Entonces, ¿qué es y qué tiene que ver con la existencia de toda la humanidad y su futuro espiritual?

Este fue el tema principal que se trató durante la reunión de este año, en la que estudiantes, miembros del cuerpo docente, graduados y consejeros de las organizaciones de unos cuarenta países, se congregaron en La Iglesia Madre, La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston, Massachusetts.

Este fue — y es — un tema importante. De hecho, es tan importante que se les presentó a quienes participaron un desafío distinto: ¿Cómo encaramos este tema de una manera que nos llegue íntimamente, que produzca una auténtica agitación en nosotros, una sensación de renovación que sea más que un entusiasmo meramente temporario? Buscaban algo que perdurara cuando volvieran a sus comunidades académicas.

Los concurrentes salieron de la reunión habiéndoseles hecho claro que no son sólo nuestras propias vidas las que deben interesarnos. Eso no es suficiente. Tampoco se nos ha pedido dejar de lado todo lo que tenga que ver con nuestra regeneración individual, nuestra curación y trabajo para alcanzar una calidad de hombre y de mujer auténticamente espirituales.

El mensaje que se consideró en la reunión es que la verdadera religión — la religión cristianamente científica — es sumamente necesaria. En esta época, la inclinación que tiene la humanidad a lo que es espiritual, está en peligro. Pero la manera en que la humanidad encuentra su futuro espiritual es mediante la luz del Cristo, la Verdad, que brilla en la consciencia, capacitándonos para expresar de verdad la identidad espiritual y concreta del hombre. Realmente se trata de obtener el significado más amplio de la Regla de Oro, la que implica mucho más que comportarse con decoro.

Un joven, que cursa el primer año en una universidad en Inglaterra, dijo lo siguiente: “Hablé con varias personas a quienes conozco al terminar la última sesión, y me dijeron que se han propuesto perseverar con renovados bríos en la Ciencia Cristiana y dar prueba eficaz de ella. Ahora saben que pueden hacerlo. Algunos estaban un poco inseguros acerca de ciertas cosas. Yo mismo lo estaba. Llegué aquí con interrogantes. Pero se puso de manifiesto un verdadero sentido religioso, y ha cambiado a la gente. ¿Quién se puede sentir solo ahora?”

Por cierto que ningún Científico Cristiano, en las universidades o en cualquier otra parte, puede sentirse solo cuando está unido en Cristo a aquellos que están consagrados a una experiencia realmente espiritual. En este respecto, se evidenció un profundo sentimiento entre quienes asistieron a la reunión y participaron en ella. Lo que une, es ese compromiso que se comparte, el espíritu del Cristo al que cada uno de nosotros responde, y no las palabras etéreas y altisonantes. Si es genuino, este espíritu penetra nuestras vidas, nuestras relaciones, nuestras carreras. Muchos de los trabajos presentados destacaron que, cuando nos damos cuenta de que Dios es nuestra Vida y abrigamos en nuestros pensamientos Su influencia tan digna de toda confianza, nos desarrollamos y elevamos, y nuestras vidas reflejan esto.

Lo que puede ser todavía más bello es la forma en que se estimula nuestra unidad espiritual con los demás, basada en la iglesia. La bondad del propósito que Dios tiene para Su creación, se está expresando a través de nosotros, y esto lo sentimos. Nos volvemos más conscientes de las necesidades de los demás, más receptivos al llamado de iluminación y curación en las amplias esferas de nuestras relaciones: personales, familiares, académicas, y dentro de nuestras organizaciones universitarias.

También, puede que progresivamente estemos en la posición de aportar una luz genuinamente espiritual a cualesquiera que sean las esferas de acción en que nos desenvolvamos. Y esto tampoco es una fantasía idealista. Lo que se manifestó en varios trabajos presentados en la reunión, y mediante la participación de quienes asistieron, fue el concepto muy real de que la regeneración y la transformación espiritual del mundo — que es tan necesaria hoy en día — puede ocurrir. Nuestra propia vida espiritual no tiene nada de abstracto o intangible.

Uno de los pasos prácticos que cada persona puede dar en este progreso espiritual, es el de la instrucción en clase Primaria de Ciencia Cristiana, un tema que expuso muy claramente La Junta Directiva de la Ciencia Cristiana. Durante la charla que dieron el domingo por la tarde, mencionaron el folleto “ ‘Ante todo lo primero’ y ‘Aprendiendo cómo aprender’ ”, que se refiere a esta inspirada estipulación para la educación que dio la Sra. Eddy en el Manual de La Iglesia Madre. (Se dio un ejemplar del folleto a cada uno de los concurrentes a la reunión. Los invitamos a que escriban a la Secretaria de La Iglesia Madre si desean recibir un ejemplar por correo.)

Este fue el marco de la sesión final, la cual consideró el tema de preservar la verdadera curación cristiana. La última presentación fue un audiovisual narrado personalmente por un empleado de la oficina de las organizaciones universitarias, quien acaba de terminar el curso para ser capellán de la Ciencia Cristiana en las fuerzas armadas. La presentación se tituló: “La curación espiritual a la vanguardia del futuro”.

Los oyentes estaban visiblemente emocionados. “La práctica está centrada en Dios”, manifestó un practicista. “Su propósito mismo es que aprendamos acerca de Dios y lo que debido a El somos. Todo lo que debemos hacer es disponer nuestro corazón y nuestra mente con una confianza sencilla, una comprensión iluminada de lo que Dios está haciendo: dirigida por Dios, orientada por Dios, y gobernada por Dios”.

Después de la presentación, Donald Wallingford, Gerente de la oficina de las organizaciones universitarias, hizo algunos comentarios finales sobre todo lo que se expuso anteriormente en la reunión y la aplicación directa e inmediata de esto a la vida de las organizaciones universitarias de la Ciencia Cristiana. Estos comentarios se han ampliado más abajo. Es una manera de unirnos a todos en el espíritu de ese momento final del domingo 18 de agosto, cerca de las cuatro de la tarde.

Mary Baker Eddy escribió: “Vivimos en una época de la divina aventura del Amor, en la cual éste demuestra ser Todo-en-todo”. Cuando se llega a comprender lo maravillosa, intensa y atractiva que puede ser la vida, vemos que el trabajo de curación, junto con la dedicación a renovarnos espiritualmente, es algo que no puede ser igualado. Nuestra espiritualidad es para nosotros lo que la capacidad de volar es para una avecilla: está allí presente, es natural, su manifestación es inevitable, y requiere un esfuerzo de parte nuestra. Es el nuevo nacimiento del que la Sra. Eddy dice que no es “obra de un momento”, sino que más bien “continúa con los años”.

Pensemos en la época poco después de que este gran hecho espiritual del ser había sido revelado concluyentemente en la vida de Jesús, aproximadamente 60 o 70 D.C. La Iglesia Cristiana —ekklesia, que en griego significa “congregación” o “comunidad” — está surgiendo en el Imperio Romano: en Jerusalén; hacia el oeste en Cesarea en la costa del Mediterráneo; hacia el norte en Damasco, y después en Antioquía, Asia Menor, las ciudades griegas alrededor del mar Egeo y Roma.

Entre estos numerosos primeros cristianos, había un sentido muy vivo del espíritu de Cristo, a pesar de los desafíos internos y externos tan grandes que enfrentaron. No era tanto lo que pensaban “acerca de” este espíritu del Cristo, sino lo que sentían en lo profundo de sus corazones.

¡Qué asombrosa impresión había causado la vida de Jesús! Creó una especie de confusión gloriosa; como el estallido de un nuevo sistema solar. Imagínense: centenares de personas en pequeños grupos alrededor del Imperio Romano — que pertenecían a todos los niveles sociales, culturales y de influencia — sus corazones y mentes enardecidos por el evangelio del amor y la salvación.

En realidad, cuando pensamos en ello, vemos que nuestras organizaciones y grupos en las universidades se parecen entre sí al igual que esas comunidades primitivas de los siglos primero y segundo. Las organizaciones se destacan por su sencillez, eso de seguro. Con frecuencia los miembros se reúnen en cuartos que otros no quieren ocupar; o en edificios universitarios que no están bien conservados. Pero tienen esa misma capacidad de estar muy activos con la luz y el espíritu de Cristo.

Y las organizacions universitarias — todos nosotros — poseemos la esencia pura, la verdad no adulterada de lo que Jesús enseñó y vivió, la cual es la Ciencia divina, algo que puede comprenderse y practicarse progresivamente mediante la comprensión y aplicación de sus reglas. ¿Y dónde es más necesaria la práctica de esta Ciencia que en nuestras instituciones académicas — esas creaciones tan antiguas del mundo helenístico — en las que el mundo moderno tanto se apoya, y las que, a su vez, pueden afectar tanto el curso de las cosas?

Piensen por un momento lo que sería si toda la luz espiritual de las épocas fuera eliminada de nuestras bibliotecas y clases. Acaso, ¿no sería esa oscuridad más de lo que el corazón humano podría soportar? ¿Y qué ocurriría si la fuente de toda esa luz, la verdad misma del ser como se revela en la Ciencia Cristiana, no fuera reconocida o expresada por ninguno en la comunidad? Algo tan fundamental estaría faltando, que la vida no tendría ningún significado en absoluto.

Afortunadamente, la Ciencia Cristiana es la luz inextinguible del Ser. Pero aún así, una luz tiene que ser reconocida, atesorada y seguida. De hecho, con frecuencia enfrentamos la necesidad de seguirla muy rigurosamente. Se nos exige que separemos el verdadero espíritu de la Ciencia Cristiana de la clase de creencias convencionales o cultas acerca de ella que parecen apoderarse de nosotros y hacernos sentir desanimados o espiritualmente inadecuados. Eso no es lo que la verdadera Ciencia Cristiana hace por nosotros.

Nuestro continuo cuidado y vigilancia son necesarios. Nuestras VIDAS son necesarias. El reino de Dios está dentro de nosotros. Y es la intuición que tenemos de que esto es realmente verdadero lo que nos despierta a nosotros y a la humanidad para que percibamos un nuevo sentido de experiencia espiritual.

Podemos saber eso. Podemos ser para los demás lo que quisiéramos que ellos fueran para nosotros. De esa manera, podemos ayudar inmensamente a cambiar el curso de la humanidad: de la guerra a la paz, del hambre a la abundancia, y de la desesperación a un profundo gozo en una gracia muy presente.

Dios nos bendiga a todos en esta sagrada misión.

[Extractos compilados de la sección “The Church in Action” del The Christian Science Journal.]

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / marzo de 1986

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.