Cada uno de los Estatutos en el Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy, puede ser interpretado como un encargo, una exigencia de obediencia que, cuando se lo cumple, bendice abundantemente. “De esto estoy segura”, escribió la Sra. Eddy, “que cada Regla y Estatuto en este Manual, aumentará la espiritualidad de quien lo obedezca y fortalecerá su habilidad para curar al enfermo, consolar al afligido y despertar al pecador”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 230. Esa es la promesa de nuestra Guía, y se aplica a un ministerio específico de su Iglesia, es decir, a las organizaciones de la Ciencia Cristiana en las universidades.
El Estatuto que se refiere a las organizaciones Ver Man., Art. XXIII, Sec. 8. no dice que éstas son la única forma en que la iglesia se adapta a la comunidad universitaria. Los estudiantes y profesores universitarios generalmente concurren a las Escuelas Dominicales o enseñan en ellas y, además, se mantienen activos en otras ocupaciones en sus iglesias filiales y sociedades. Pero las organizaciones universitarias son una forma de iglesia — adicional y específica — que tiene el propósito de responder a las necesidades de aquellos que actúan en el ámbito académico, y que está adaptada para ellos.
En mi propia vida, la dedicación a la actividad de la iglesia, incluso el estar activo en una organización de la Ciencia Cristiana en una universidad, realmente demostró ser el factor decisivo para culminar con éxito la escuela para graduados.
Al cabo de cuatro años de estudios en un instituto de enseñanza superior, me metí de cabeza en la facultad de derecho, y, ¡casi desaparecí de la vista! Acababa de contraer matrimonio, estaba cumpliendo con una obligación militar, y me mantenía activo tanto en una iglesia filial como en la organización de la Ciencia Cristiana en mi universidad. Entre las obligaciones que tenía mi esposa, como maestra de enseñanza primaria, y mis largas horas en la biblioteca de la facultad, hallamos que sólo mediante el mayor de los esfuerzos podíamos salir del paso.
Las tensiones aumentaron cuando me encontré con un curso difícil tras otro. Me dijeron que si no aprobaba los cursos, mi condición de alumno regular peligraba; y con ello, mis perspectivas de tener una carrera profesional parecían enormemente inciertas.
No podía ver ninguna otra alternativa sino renunciar a algunos de mis compromisos en la organización y en mi iglesia filial, para dedicar más tiempo al ritmo agitado de mis estudios. Esto me causó una gran confusión mental, puesto que estaba frente a la aparente disyuntiva de tener que escoger entre mi carrera de abogacía y mi dedicación a la iglesia filial y a la organización universitaria. La Ciencia Cristiana había sido mi apoyo durante toda la vida y, también, una fuente de satisfacción, y me dolía darle la espalda a esta actividad de iglesia para dedicarme a mi carrera de derecho.
A esta altura, fui electo para miembro de la comisión directiva de mi iglesia filial. Esto significaba asumir más responsabilidades, más presiones. En mis esfuerzos para solucionar esta situación, encontré esta declaración de la Sra. Eddy: “El trabajo pesado continuo, las privaciones, las exposiciones a la intemperie y toda clase de condiciones desfavorables, si libres de pecado, pueden soportarse sin sufrimiento. Sea cual fuere vuestro deber, lo podéis hacer sin perjudicaros”.Ciencia y Salud, pág. 385.
Esta declaración ejerció un profundo cambio en mí, no sólo en razón de lo que sucedió después (mis calificaciones mejoraron y obtuve un sentido liberador de dominio en todas las facetas de mi vida), sino también en razón de lo que aprendí espiritualmente. Lo que finalmente disipó la tremenda frustración que sentía, fue la visión de lo que era realmente importante en todo tiempo: la consagración humilde al Cristo, cualquiera que fuera la forma en que se me presentara.
La razón por la que pude hacer todo lo que debía hacer fue que, mientras mi corazón anhelaba desinteresada y obedientemente hacer la voluntad de Dios, ¡no era “yo”, en ningún sentido personal ni limitado, quien lo estaba haciendo! De esta experiencia, también aprendí lo autodestructivo que es el engaño de pensar en el trabajo de la iglesia — en las filiales y organizaciones — como si fuera una actividad agradable si se tuviere el tiempo para desempeñarla, pero que se puede dejar de lado cuando las cosas se ponen difíciles. Aprendí que, por el contrario, este trabajo, entendido como la consagración a una vida de regeneración espiritual, es lo que permite una productividad sin agitaciones y ordenada. Mi experiencia es una prueba de ello ya que, cuando terminé los estudios de derecho, fui admitido en el colegio de abogados e inicié mi vida profesional. Y en verdad había progresado; me había elevado a un nivel mayor de comprensión en el que los errores del pasado no podrían repetirse.
Los Científicos Cristianos que son parte de la vida académica, y, por cierto, toda la comunidad académica, tienen una genuina necesidad de las organizaciones universitarias y la misión que éstas tienen de despertar espiritualmente y curar. Cuando aquellos que están en el ambiente universitario encuentran sus valores radicalmente cambiados, o están bajo la presión de encontrar un lugar en el ámbito profesional o social, puede que sientan como si su vida estuviera sujeta o debiera sujetarse a influencias inescrupulosas. Presiones que llevan a comprometer la integridad, a ceder a las tendencias intelectuales transitorias, adoptar una superioridad seudosofisticada con respecto a la convicción religiosa, o, simplemente, comprometerse tanto con las preocupaciones de la carrera, que las cosas que pertenecen al Espíritu apenas parecen importar: todas éstas son tentaciones que deben ser enfrentadas.
La Ciencia del Cristo, que es la base misma de las organizaciones universitarias, nos capacita para responder a estos desafíos con la precisión del Cristo. Las demandas de apoyar una organización de la Ciencia Cristiana en una universidad señalan hacia lo que hace falta en los sistemas educativos humanos: el estudio y la práctica en obediencia a los preceptos espirituales tan claramente enseñados e ilustrados por Cristo Jesús. La actividad de la organización universitaria da a la Biblia y a Ciencia y Salud su lugar adecuado en el centro mismo del pensamiento. Con esta base espiritual, estudiantes y profesores por igual pueden probar la eficacia actual del poder sanador de Dios. Y pueden hacerlo en formas que responden concretamente a las necesidades del ambiente académico.
Aun cuando abiertamente dedicados a la práctica de la Ciencia Cristiana, los miembros de la comunidad académica a menudo enfrentan grandes presiones, como lo atestigua mi experiencia. El temor, provocado por la crisis económica general, trataría de hacer la elección de una carrera y las exigencias académicas más difíciles de lo común. ¡Cuán necesario es, entonces, ver que la identidad de cada uno es espiritual, otorgada por Dios, y que puede evidenciarse a través de la identificación del individuo con el propósito de la iglesia! Porque la correcta elección de una carrera hecha por cada estudiante se decide y se lleva a cabo en la medida en que él o ella se someta a la disciplina de dar prueba eficaz de lo que significa en la práctica vivir como hijo o hija de Dios, encontrar su unidad con Dios a través de la demostración del Cristo en la Ciencia Cristiana.
El alimentar activamente nuestra consagración espiritual por medio de la participación en una organización universitaria trae consigo una bendición mayor: un sentido de propósito espiritual compartido entre los que se unen para llevar a cabo la misma misión. Lejos de ser simplemente una actividad en conjunto, el compartir entre los miembros de una organización universitaria puede desarrollar un sentido espiritual de afectos vivificados, esencial en la familia de una iglesia. El círculo de amistades de los estudiantes y profesores, naturalmente, no se limita a los demás miembros, pero la vida de la organización puede, y debiera, tener una calidez genuina que eleve todas las relaciones. Muchos han encontrado esta calidez especialmente valiosa en medio de las frecuentes y complejas exigencias emocionales de la vida universitaria.
Mientras que en esta forma obviamente ayuda a los estudiantes, la afiliación a una organización universitaria — o el prestar servicios como consejero — puede del mismo modo elevar el propósito y profundizar los afectos del Científico Cristiano que ejerce la docencia en la universidad. Al comienzo, la actividad puede requerir que uno se haga visible como un Científico Cristiano a los demás colegas. Responder a este desafío honestamente y hacer una contribución real a la vida espiritual de la universidad, mediante esta actividad del Manual, puede ser sumamente liberador, puede servir para promover la percepción del personal docente, de sus recursos y capacidad reales, y contribuir en gran manera a su productividad intelectual.
Si bien la demostración en la Ciencia Cristiana comienza con el despertar espiritual individual, ésta continúa hasta abarcar a nuestra comunidad y a toda la humanidad. No existe conflicto alguno entre el propósito de la demostración verdaderamente individual y el de la actividad verdaderamente colectiva de la iglesia, ya que uno está naturalmente unido al otro. La Sra. Eddy ordenó que los miembros de La Iglesia Madre oren diariamente: “ ‘Venga Tu reino’; haz que el reino de la Verdad, la Vida y el Amor divinos se establezca en mí, y quita de mí todo pecado; ¡y que Tu Palabra fecunde los afectos de toda la humanidad, y la gobierne!” Man., Art. VIII, Sec. 4. Entonces, la bendición que se obtiene al participar individualmente en las organizaciones universitarias fluye de manera natural para bendecir a la organización y a toda la comunidad universitaria.
La Sra. Eddy explica claramente que, tanto para estudiantes como para profesores, la Ciencia Cristiana es el verdadero amigo y apoyo de todo válido empeño académico. Ciencia y Salud declara: “Estudios académicos apropiados esenciales. La observación, la inventiva, el estudio y el pensamiento original son expansivos y debieran promover el desarrollo de la mente mortal para que salga de sí misma, de todo lo que es mortal”.Ciencia y Salud, pág. 195. Es este “desarrollo de la mente mortal” para que salga fuera “de sí misma”, lo que constituye el propósito de la verdadera educación, y por cierto que la Ciencia Cristiana ayuda a este desarrollo. Por sí misma, la investigación académica puede pretender operar fuera del control del Principio infinito, construyendo tender operar fuera del control del Principio infinito, construyendo sobre premisas materiales falsas y agregando, una capa sobre otra, teorías que se autoperpetúan. Es evidente que cuanto más “observación, inventiva, estudio y pensamiento original” demostremos al conocer la Mente única, tanto mayor será la luz divina que se reflejará en el amplio círculo de la actividad académica.
Este esfuerzo individual tiene enormes posibilidades, que apenas hemos comenzado a explorar. En primer lugar, es cuestión de subordinar las arrogantes pretensiones del intelecto humano a las demandas de la Verdad. El llamado intelecto humano siempre quiere argüir que actúa independientemente de la Verdad espiritual. Pero cuando prestamos atención a las demandas de la Verdad, éstas siempre iluminan, sanan y regeneran. En realidad, ninguna fase de nuestra experiencia — intelectual, académica, social o emocional — puede estar separada de la misión sanadora y vivificadora de nuestra Iglesia, en todos sus aspectos.
Por supuesto, se requiere una gran medida de dedicación espiritual y sacrificio propio para desempeñar la misión de la organización. Las organizaciones universitarias no pueden existir ni llevar a cabo lo que pueden y deben hacer, sin el esfuerzo activo de los Científicos Cristianos que trabajan en ella. Probablemente haya cientos de excusas para no apoyar esta actividad del Manual. Pero, en el fondo de todas ellas, está la sugestión de que una mente mortal falsa pueda despojarnos de nuestra primogenitura: nuestro privilegio de expresar y compartir nuestras cualidades y valores espirituales en un mundo que los necesita enormemente.
Es la presencia que sentimos del Cristo, lo que nos permite saber que la meta se ha logrado, que la misión de la iglesia se está llevando a cabo. Nada es más valioso que realmente sentir el poder del Cristo en acción. Y sí se siente cuando, al dejar de lado al ego, somos testigos del Cristo — calmada, pero persistentemente — aun cuando otros pueden considerar que nuestros esfuerzos son excesivos, separados de la corriente principal de la vida universitaria, y carentes de importancia.
Cuando se siente una verdadera unidad espiritual entre los Científicos Cristianos de las organizaciones universitarias, y en las iglesias filiales y sociedades, es porque está ocurriendo algo inconmensurablemente importante para la humanidad. En esta unidad hay poder; hay una fortaleza y una bendición que nada más puede proporcionar.
Donde están dos o tres
congregados en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos.
Mateo 18:20
