La Ciencia Cristiana genuina es revolucionaria. Por tanto, los verdaderos Científicos Cristianos tendrían que ser juzgados revolucionarios por cualquier criterio comprensivo.
¿Por qué?
Porque esta Ciencia exige un cambio trascendental en nuestro concepto de Dios, el universo y el hombre. Escudriña bajo la superficie de las cosas, derrota la evidencia del sentido material, y ofrece una confianza radical en la comprensión espiritual de Dios para la salud, el sustento y la felicidad. Desafía a la misma existencia material. Basándose en la totalidad de Dios, concluye lógicamente que, debido a que Dios, Espíritu incorpóreo, es Todo, la materia y todo lo que es corpóreo sólo son opuestos imposibles a esta totalidad. ¿Puede haber algo más revolucionario que esta posición?
La Sra. Eddy pregunta: ¿Cuál es el punto cardinal que distingue mi sistema metafísico de otros sistemas?” Y ella contesta su propia pregunta: “Este: que al reconocer la irrealidad de la enfermedad, el pecado y la muerte, se demuestra la totalidad de Dios. Esta diferencia separa por completo mi sistema de todos los demás. Niego la realidad de estas supuestas existencias, porque no se pueden hallar en Dios, y mi sistema se basa en El como la única causa. A excepción de Jesús y sus apóstoles, sería difícil nombrar a otros que hayan enseñado previamente de esta manera”.La unidad del bien, págs. 9–10.
Si la Ciencia Cristiana sostuviera este punto de vista en teoría solamente, sería un débil candidato para la revolución. Pero la revolución requiere acción. Y la Ciencia Cristiana lleva su declaración sobre la nada de la materia y la totalidad del Espíritu hacia el terreno de prueba de la experiencia diaria.
Esta Ciencia desafía las hipótesis materialistas con los hechos espirituales. De acuerdo con esta Ciencia, la mortalidad misma es una hipótesis falsa. Si tenemos un mal físico, problemas de relaciones humanas, carencia financiera y tentaciones inmorales, la Ciencia Cristiana nos ayuda a rechazar estas hipótesis. La Ciencia ayuda a comprender a Dios, la Mente divina, como la causa, el constructor y gobernador de nuestra identidad. Practicar la Ciencia Cristiana es ponernos en las manos de Dios. El resultado o —“señales que [siguen]”— de este entendimiento espiritual es la curación.
Por medio de la oración y el escuchar, por medio de la espiritualización del pensamiento y las acciones y obras cristianas, llega la salvación. La Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, proveen el plan de acción. Nos dicen cuándo debemos seguir adelante, y cuándo debemos mantenernos firmes. El enemigo es siempre un punto de vista falso o distorsionado de la realidad — nunca es la verdadera individualidad, ley o condición. En realidad, la individualidad, la ley y la condición son todas espirituales, pertenecen a la Mente divina, y vienen de la Mente, que es la fuente y sustancia de ellas. Pero como todo concepto asombroso y desafiante, el pensamiento tiene que estar preparado antes de recibir el mensaje y tomar acción.
Para ilustrar: hace años, cuando supe acerca de la Ciencia Cristiana por mi novio, yo la acepté de todo corazón, porque había estado buscando, casi desesperadamente por más de siete años, entender a Dios. Aquí había lógica cristiana, inspiradora y genuina, una religión que daba respuesta a todas las preguntas profundas que no me habían sido respondidas, una religión que me dijo: esto es lo que buscas. Esta Ciencia me presentaba a Cristo Jesús, quien de manera única comprendió que Dios es el Todo y el Padre de todos. Por esta comprensión y porque Jesús (hijo de una Virgen madre) era el hijo de Dios, él representó al Cristo, la idea espiritual de Dios. Esto, a su vez lo capacitó para sanar, vencer la muerte tanto de otros como de sí mismo, y ascender sobre el concepto totalmente falso — la mortalidad. El señaló el camino, para que todos lo siguiéramos.
En mi entusiasmo, le escribí una carta a mi antiguo profesor de religión en la universidad, quien había dicho algunas cosas equivocadas acerca de la Ciencia Cristiana y de su Descubridora y Fundadora, Mary Baker Eddy, de lo cual ahora yo me daba cuenta. Le señalé con gentileza algunos de los errores y los hechos correctivos correspondientes, y compartí con él mi gozo de la Verdad que acababa de encontrar. No recibí respuesta. Sin desanimarme, fui a ver a un viejo amigo, un ministro Protestante que era liberal y popular. En esta ocasión, sólo recibí una respuesta completamente estereotipada. Y a mi familia tampoco le impresionó.
¿Por qué?
Quizás había varias razones secundarias. Pero podría ser que la razón básica era la naturaleza revolucionaria de la Ciencia misma. Pensar dentro de los límites familiares es cómodo. Todos somos culpables de esto hasta cierto punto. Por lo tanto, a menos que estemos activamente buscando la verdad, quizás ni la reconozcamos cuando la encontremos. Moisés notó la zarza ardiendo. Al principio, sin embargo, estaba renuente a aceptar la misión dirigida por Dios anunciada por la visión (ver Ex. 3:1–15). Aun cuando otros sean receptivos a la Ciencia, quizás no se sientan preparados como para llegar a un cometido. La naturaleza humana, en general, es apática en relación al sacrificio que se requiere para desarrollar el sentido espiritual.
Toda revolución requiere muchos esfuerzos heróicos de quienes la apoyan. La Ciencia Cristiana no es ninguna excepción. Esto no quiere decir que hay que salir a convertir a todo el mundo. Es más una cuestión de demostrar la verdad de la Ciencia en nuestra propia vida y presentar esta posición como un testimonio o ejemplo para otros. Debido a que la Ciencia derriba conceptos y aceptaciones generales y materiales mediante la percepción espiritual, los esfuerzos que se les exige a sus seguidores, son espirituales. La espiritualidad es a la vez nuestra defensa y nuestro método de vencer la resistencia. Como Pablo dice: “Las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas”. 2 Cor. 10:4.
La curación atestigua el poder de la Ciencia Cristiana. Cada vez que se logra una victoria — aunque sea pequeña — sobre la enfermedad o el pecado por medios exclusivamente espirituales, se prueba que la evidencia falsa del sentido material, en ese grado, no es de fiar. Cuando, en general, se pueda manifestar la naturaleza fraudulenta de esta evidencia, la curación espiritual será más prevaleciente y el desafío de la Ciencia divina a todo sistema inferior será generalmente mejor percibido.
Mientras tanto, las palabras de la Sra. Eddy mantendrán alerta a los revolucionarios cristianos: “¿Pondréis de lado vuestra tibieza y os convertiréis en verdaderos y consagrados guerreros? ¿Os entregaréis por entero e irrevocablemente a la gran causa de establecer la verdad, el evangelio y la Ciencia, los cuales son necesarios para salvar al mundo del error, del pecado, la enfermedad y la muerte? Responded en seguida y en forma práctica, y ¡responded con acierto!” Escritos Misceláneos, pág. 177.
¿Quién se alistará?
Pelea la buena batalla de la fe,
echa mano de la vida eterna,
a la cual asimismo fuiste llamado,
habiendo hecho la buena profesión
delante de muchos testigos.
1 Timoteo 6:12
