La primera vez que oí hablar sobre la Ciencia Cristiana, fue hace algunos años, mientras escuchaba el programa de radio “La Verdad que sana”. Por ese tiempo, un miembro de la familia estaba en dificultad, y yo buscaba algo para ayudarle.
Poco tiempo después, una amiga de mi madre nos visitó, y cuando yo le mencioné el programa de radio, la amiga dijo que ella era Científica Cristiana. Esta amorosa señora empezó a enviarme ejemplares del Christian Science Sentinel, y me aconsejó que leyera Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y así lo hice. El miembro de la familia que antes mencioné, no mostró interés por la Ciencia Cristiana. Pero yo sí recibí mucha ayuda de la Ciencia.
Un médico me había dicho que tendría que hacerme una operación si el tratamiento que él me estaba dando no corregía las severas hemorragias de las que estaba sufriendo desde hacía varios meses. Yo no sabía hasta entonces que los Científicos Cristianos confiaban solamente en Dios para la curación por medio de la oración. Sin embargo, con motivo de ciertas circunstancias, dejé de tomar las medicinas que el médico me había recetado. Justamente por medio de mi lectura del maravilloso libro Ciencia y Salud, las hemorragias cesaron. Estaba perfectamente bien, y me sentí como la mujer de la Biblia, que tocó el borde del manto de Cristo Jesús y sanó (ver Mateo 9:20–22).
Desde ese momento en adelante, me volví de todo corazón a las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, no obstante la gran oposición de mis familiares. Comencé a asistir a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, donde inscribimos a mis hijos en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Muy pronto me hice miembro de esa iglesia.
Hemos tenido muchas curaciones como resultado de mi creciente comprensión de Dios, incluso las de sarampión, abcesos de los oídos, paperas, catarros, y un tumor en la muñeca. Con la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana, sané de un severa condición asmática, de la que había sufrido por varios años. Nunca podré estar lo suficientemente agradecida por esta curación.
En una ocasión, a mi hijo le empezaron a dar ataques de asma. Durante uno de los ataques, yo medité sobre la interpretación espiritual de la última línea del Padre Nuestro, que aparece en Ciencia y Salud (pág. 17):
“Porque Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria,
por todos los siglos.
Porque Dios es infinito, todo poder, todo Vida, Verdad, Amor,
está por encima de todo, y es Todo”.
Súbitamente me di cuenta de que mi hijo estaba fuera de la cama, jugando en la galería del fondo, bastante bien. El asma no le ha vuelto a recurrir. Su hermana gemela también sanó completamente de una continua tos a medida que persistí en reconocer que el mal es una mentira, como la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud (pág. 330): “El mal no es nada, no es ni cosa ni mente ni poder”.
Estoy profundamente agradecida por el cuidado de Dios y porque, en años recientes, El me liberó de una desoladora experiencia durante la cual sufrí de poca salud y depresión. A través del diligente estudio y oración recobré mi salud. Y ahora ayudo en el cuidado de Científicos Cristianos, entrados en años, en la residencia donde vivo, posición en la que me siento muy feliz. Como mis hijos ahora tienen sus propios hogares y familias, estoy muy agradecida por haber hallado este maravilloso hogar, donde hay un caluroso ambiente de familia.
Estoy muy agradecida por haber recibido instrucción en clase de Ciencia Cristiana, que sirve para guiar nuestros pasos por el camino correcto. Mi mayor regocijo ha sido ver a mis dos hijas recibir esta instrucción no mucho después de haber terminado la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana.
Lesmurdie, Australia Occidental, Australia
