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Amistades que no se pierden

Del número de septiembre de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Qué ocurre cuando hemos sido privados de la comunicación afectuosa y personal de una amistad que ha sido muy apreciada? ¿Cómo podemos consolarnos?

Podremos hallar consuelo en el relato de la amistad entre Julia S. Bartlett y Mary Baker Eddy. La Srta. Bartlett era una de las estudiantes más fieles de la Sra. Eddy, y la comunicación personal de la que disfrutaba con su maestra era muy especial para ella. La Srta. Bartlett a menudo era invitada a que visitara y hablara con su maestra después de terminar la labor diaria.

A medida que aumentaba el trabajo de la Sra. Eddy como Guía del movimiento de la Ciencia Cristiana, la Srta. Bartlett reconoció el valor de aprovechar al máximo los momentos que pasaban juntas. Escribe acerca de esta experiencia: “Le dije a la Sra. Eddy cuánto disfrutaba y apreciaba nuestras visitas, pero que sentía que no debía quitarle el tiempo y así sobrecargarla considerando todo lo que debía atender, y que si no me volvía a invitar que lo comprendería, pero que estaba dispuesta a ir siempre y cuando pudiera servirle en algo. Le dije: ‘Te quiero, y sé que me quieres, y no tengo que verte personalmente para saber esto’. Cuando vi la hermosa expresión en su rostro y escuché lo que dijo, supe lo que esto había significado para ella, y me alegré”.We Knew Mary Baker Eddy (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1979), pág. 52. En este espíritu de amor desinteresado, la Srta. Bartlett continuó disfrutando visitas provechosas con su Guía, maestra y amiga, en el nombre de la Causa que tanto amaban.

Así es como hallamos consuelo cuando no podemos estar con aquellos que amamos: en la idea que está simbolizada por esas palabras “Te quiero, y sé que me quieres, y no tengo que verte personalmente para saber esto”. La esencia de la amistad más profunda es el Amor divino, y cuando está presente en nuestra consciencia, las circunstancias humanas no nos pesan tanto en nuestros corazones. Vemos que la presencia eterna del Amor satisface nuestras necesidades, de tal manera, que desarrolla un crecimiento espiritual más grande. Y a medida que nos dirijimos al Cristo en busca de consuelo aprendemos una lección aún más profunda: que estamos unidos para siempre, unos con otros, pues como hijos de Dios todos tenemos nuestro origen en Él.

Cuando conceptuamos al hombre como mortal, entonces es obvio que el tiempo, la distancia y la muerte parecen separarnos de los demás. Mas el hombre, la imagen de Dios, es inmortal. Nuestra verdadera identidad e individualidad, es, en realidad, el hombre inmortal, la expresión espiritual de Dios, quien es la Vida eterna y la Mente que todo lo abarca. Como expresión de esa Mente, reflejamos su constante cuidado por todas las identidades, incluso aquellas llamadas familiares y amigos.

La identidad del hombre espiritual está compuesta de cualidades eternas derivadas de Dios, tales como el amor, la inteligencia y la consciente alegría. Estas cualidades están siempre presentes puesto que Dios es omnipresencia. En realidad, no podemos estar separados de las cualidades divinas que constituyen las identidades de aquellos a quienes amamos, pues Dios mantiene por siempre la individualidad del hombre.

Para sentir, pues, la dulce consciencia de la presencia eterna de un amigo debemos acercarnos más a Dios y dar testimonio del Amor divino que es la verdadera Vida de la persona que amamos. De esta manera sentimos la relación inseparable de las ideas de Dios.

La verdadera amistad jamás puede perderse por medio de la muerte. Leemos en el libro de la Sra. Eddy Pulpit and Press: “Cuando la luz de una amistad tras otra pasa de la tierra al cielo, avivamos el vacío con el resplandor de una realidad imperecedera”.Pul., pág. 5. ¿Acaso la “realidad imperecedera” no puede ser la comprensión de que cada manifestación individual de Dios vive eternamente en la Mente inmortal y divina? Como escribe la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “La Mente omnipotente e infinita lo hizo todo y lo incluye todo”.Ciencia y Salud, pág. 206. Como la Mente divina es nuestra verdadera Mente, usted y yo permanecemos juntos en el universo de Dios para siempre.

Cuando nos elevamos por encima del sentido personal de nosotros mismos y de los demás como mortales limitados y carnales, y comenzamos a ver la identidad verdadera e incorpórea del hombre en Cristo, la idea espiritual del hombre, nuestra experiencia humana es más libre y feliz. Dejamos de aferrarnos tan posesivamente a nuestras amistades porque comprendemos nuestra unidad con los demás en la totalidad del Amor divino. Y vemos que las distancias y el tiempo dejan de parecernos importantes. Estamos tan conscientes de la identidad de nuestros amigos que no sentimos ninguna separación. Luego, cuando los volvamos a ver, la relación será tan dulce como siempre lo fue debido a que el tiempo y la distancia no pueden perjudicar ni cambiar las cualidades del Amor divino. ¡Qué tranquilidad nos da la Sra. Eddy cuando escribe: “Donde Dios está nos podemos reunir, y donde Dios está jamás nos podemos separar”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 131.

Todos podemos confiar en la verdad espiritual de la individualidad eterna del hombre en la Mente a fin de sanar cualquier creencia de dolor y separación. Cristo Jesús dijo a sus discípulos antes de su crucifixión y resurrección: “Vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo”. Juan 16:22.

Si bien aun no hemos llegado a tener la consciencia completamente espiritual que tenía Cristo Jesús, de todas maneras podemos regocijarnos que la inmortalidad es la realidad de la identidad del hombre, y “nadie os quitará vuestro gozo”.

La Srta. Bartlett concluye el relato sobre su amistad con la Sra. Eddy con estas palabras sobre la última vez que se vieron: “No pensé mucho en que aquella vez sería la última en que la vería personalmente, pero jamás he sentido que ella, nuestra querida Guía, había partido puesto que nos había enseñado que no era su personalidad lo que debíamos considerar como real, sino la idea espiritual en la cual no hay separación, y así es como me gusta pensar sobre ella, y continúo esforzándome por seguir sus enseñanzas”.We Knew Mary Baker Eddy, pág. 52.

El seguir las enseñanzas de la Ciencia Cristiana eleva el afecto de nuestras amistades hacia la presencia eterna de la Vida y el Amor, donde no se pueden perder.

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