¿Qué ocurre cuando hemos sido privados de la comunicación afectuosa y personal de una amistad que ha sido muy apreciada? ¿Cómo podemos consolarnos?
Podremos hallar consuelo en el relato de la amistad entre Julia S. Bartlett y Mary Baker Eddy. La Srta. Bartlett era una de las estudiantes más fieles de la Sra. Eddy, y la comunicación personal de la que disfrutaba con su maestra era muy especial para ella. La Srta. Bartlett a menudo era invitada a que visitara y hablara con su maestra después de terminar la labor diaria.
A medida que aumentaba el trabajo de la Sra. Eddy como Guía del movimiento de la Ciencia Cristiana, la Srta. Bartlett reconoció el valor de aprovechar al máximo los momentos que pasaban juntas. Escribe acerca de esta experiencia: “Le dije a la Sra. Eddy cuánto disfrutaba y apreciaba nuestras visitas, pero que sentía que no debía quitarle el tiempo y así sobrecargarla considerando todo lo que debía atender, y que si no me volvía a invitar que lo comprendería, pero que estaba dispuesta a ir siempre y cuando pudiera servirle en algo. Le dije: ‘Te quiero, y sé que me quieres, y no tengo que verte personalmente para saber esto’. Cuando vi la hermosa expresión en su rostro y escuché lo que dijo, supe lo que esto había significado para ella, y me alegré”.We Knew Mary Baker Eddy (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1979), pág. 52. En este espíritu de amor desinteresado, la Srta. Bartlett continuó disfrutando visitas provechosas con su Guía, maestra y amiga, en el nombre de la Causa que tanto amaban.
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