Cuando el desempleo se transforma en un problema nacional, y los inquietantes encabezamientos de los diarios informan sobre los millones de personas sin empleo, el individuo que no puede llevar un salario a su hogar, puede sucumbir ante la conclusión negativa: “¿Cómo puedo esperar encontrar trabajo cuando hay millones de hombres y mujeres sin empleo? ¡Soy una estadística; mi identidad no cuenta!”
Esto era lo que sucedía en los Estados Unidos durante los primeros años de la década del 30, antes de que la Administración Nacional de Proyectos de Trabajo emprendiera la tarea de encontrar trabajo para los desempleados. Una joven viuda con una hija en edad preescolar se vio obligada a ir a vivir con sus padres. Se sentía vencida, a la deriva e inútil. Parecía que sus habilidades no eran requeridas. Hasta sus responsabilidades como madre parecían sin sentido, ya que su propia madre era más capaz y estaba totalmente dispuesta a amar a la niña y cuidarla. Sentía que estaba frente a un muro de piedra demasiado alto para que ella pudiera subirlo. Y aun suponiendo que fuera capaz de subirlo, ¿habría algo que valiera la pena del otro lado? Lo dudaba. Entonces, al no encontrar una salida, oró tomando el Salmo veintitrés como base para elevar su punto de vista.
“Jehová es mi pastor; nada me faltará...” Pero a ella sí le faltaba, le faltaban muchas cosas. Necesitaba un empleo, su propio hogar, un esposo. Al pensar en su escasez se le llenaran los ojos de lágrimas. Lágrimas amargas, de frustración y lástima de sí misma.
Limpió sus lágrimas y continuó orando. “En lugares de delicados pastos me hará descansar...” Claro que estaba descansando en lugares de delicados pastos, es decir, descansando, protegida y cuidada en el hogar de sus padres. Eso, naturalmente, era un motivo para sentirse agradecida; y la gratitud, como lo había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, era el primer paso hacia la curación.
“Junto a aguas de reposo me pastoreará...” El agua, pensó, servía para más de un propósito. Calmaba la sed y limpiaba. Era esencial para el crecimiento de las plantas. Bueno, ella podría estar creciendo. ¿Podrían las aguas de reposo simbolizar la contemplación? Esto era, en realidad, un tiempo para la contemplación, y eso era todo. Pero, ¿y la limpieza? Bueno, podía lavar las manchas de autocompasión, resentimiento, desaliento y enojo. Podía examinar su consciencia y enjuagar todo lo que no fuera bueno hasta que desapareciera.
“Confortará mi alma...” Esta palabra alma, aunque aquí significa “sentido espiritual”, cuando comienza con mayúscula significa Dios. Había aprendido esto en la Escuela Dominical. Ver Ciencia y Salud 578:8. Y recordó la declaración de la Sra. Eddy: “El Espíritu, el Alma, no está encerrado en el hombre y jamás está en la materia”.Ibid., pág. 467.
Podía identificar muy bien la palabra encerrada, porque se sentía atrapada por su situación personal. Pero para que su sentido espiritual fuera reconfortado — su sentido de Dios, el Alma —, necesitaba encontrar una salida de la situación material de desempleo y frustración. Y, ¿cómo podía esto llevarse a cabo en un mundo donde ella no era más que una estadística?
“Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre...” Por cierto que estaba dispuesta a ser guiada por sendas de justicia, y continuó su oración: “Sólo muéstrame el camino, Padre. ¡Yo lo seguiré!”
En ese momento, miró el piso de la cocina. El gatito había derramado un plato de leche y había dejado rastros por todos lados. La niña había esparcido migas debajo y alrededor de su silla. El piso estaba sucio. ¿Por qué nadie lo había notado? Cada mancha en ese piso de pronto se agrandó. ¿Por qué no lo había notado ella, y, por qué era tan importante tomar un recipiente, llenarlo con agua tibia, y con una esponja limpia, jabón y un trapo limpiar ese piso? Así lo hizo, con vigor y alegría. Limpió, cantó himnos, meditó y atesoró todos los nuevos y brillantes pensamientos que le venían a la consciencia.
“El empleo está donde tú estás — haciendo lo que es necesario — haciéndolo para la gloria de Dios”, pensó. “El empleo es la circulación de ideas correctas”, ideas espirituales que proceden de Dios. Nuevas ideas vinieron a su pensamiento mientras continuaba trabajando.
Siempre había esquivado las tareas de la casa porque se consideraba del “tipo artístico,” demasiado buena para tareas pesadas. Ella era creativa por naturaleza y amaba el ritmo, la poesía, el arte. Estaba convencida de que disfrutaba del desorden, de que era cómodo. Ahora ya no lo disfrutaba. Había ritmo en la esponja... música en el agua que salpicaba... diseños que expresaban belleza y luz en el linóleo cuando el piso limpio empezó a reflejar la luz del sol que entraba por la ventana de la cocina. ¡Qué sorpresa se llevaría su madre cuando llegara a casa al ver el piso limpio y la cocina ordenada! Durante todas esas semanas esta joven madre había vivido obsesionada con un sentido del yo material, preocupándose por el yo, mimando al yo, protegiendo al yo. Ahora captaba el fresco y nuevo perfume del amor desinteresado. ¡Qué extraño, encontrarlo en el piso de la cocina!
“Aderezas mesa delante de mí...” cantó con el Salmista. (Ella le puso la melodía.) De pronto sonó el teléfono. Era la voz de una amiga: “Es un trabajo estupendo, en una oficina tranquila. No pagan mucho, pero necesitan alguien como tú”.
Sus oraciones fueron respondidas con mucho más que un empleo. Fue una curación total de la situación de desempleo. Nunca más, desde ese día hasta ahora — medio siglo — estuvo sin empleo. Sabía exactamente qué hacer para estar empleada todo el tiempo: glorificar a Dios.
La respuesta, como lo había aprendido en ese piso de la cocina, era glorificar a Dios haciendo la tarea que había que hacer en ese momento, y la siguiente, y la siguiente, cada una de ellas formando parte del plan del Padre para el desarrollo. ¿Y cuál fue el resultado de este esfuerzo por seguir a Cristo? La Sra. Eddy dice al interpretar la última parte del Salmo: “Y en la casa [la consciencia] del [AMOR] moraré por largos días”.Ibid., pág. 578.
