Cuando el desempleo se transforma en un problema nacional, y los inquietantes encabezamientos de los diarios informan sobre los millones de personas sin empleo, el individuo que no puede llevar un salario a su hogar, puede sucumbir ante la conclusión negativa: “¿Cómo puedo esperar encontrar trabajo cuando hay millones de hombres y mujeres sin empleo? ¡Soy una estadística; mi identidad no cuenta!” Esto era lo que sucedía en los Estados Unidos durante los primeros años de la década del 30, antes de que la Administración Nacional de Proyectos de Trabajo emprendiera la tarea de encontrar trabajo para los desempleados. Una joven viuda con una hija en edad preescolar se vio obligada a ir a vivir con sus padres.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!