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[Original en español]

La Biblia dice: “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi...

Del número de septiembre de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Biblia dice: “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmo 103:1, 2). Con estas palabras deseo expresar mi profunda gratitud por haber conocido la Ciencia Cristiana. Realmente, es el mayor bien que ha llegado a mi vida.

Siempre recordaré con inmensa gratitud a la amorosa señora que trajo la Ciencia Cristiana a nuestro hogar, hablándonos con tanta sencillez y bondad del amor de Dios. Lo que nos dijo penetró profundamente en toda mi consciencia.

En aquel entonces, en la zona donde yo vivía no se conocía lo que es la Ciencia Cristiana, pero su obra sanadora se comenzó a sentir. Muchos comenzaban a interesarse en sus enseñanzas al leer las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, además del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. La semilla había sido sembrada y estaba dando fruto. De un puñado de leales adherentes, se formó un grupo de Científicos Cristianos. Luego, el grupo se hizo una Sociedad de la Ciencia Cristiana, de la cual surgió lo que hoy es Primera Iglesia de Cristo, Científico, Santa Fe, Argentina.

Mi propia experiencia se ha visto hermosamente enriquecida por el estudio de esta maravillosa enseñanza. Nuestra familia adquirió el libro de texto, y comencé a estudiar la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana.

Cuando comencé a vislumbrar, en cierto grado, el sentido espiritual de la Biblia y el verdadero significado de las enseñanzas de Cristo Jesús, un mundo maravilloso se comenzó a abrir para mí. Me regocijaba en la verdad que estudiaba y demostraba, creciendo en mi deseo de aprender más y de compartir la Ciencia Cristiana con los demás.

He tenido muchas curaciones desde entonces — de dificultades físicas y la solución de problemas — algunas mediante mi propio estudio, aplicando las verdades aprendidas, y otras con la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana.

En distintas ocasiones, cuando algún malestar o sentido de cansancio parecían dominarme, me aferraba a lo que la Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud (pág. 393): “Levantaos en la fuerza del Espíritu para resistir todo lo que sea desemejante al bien”. Al obedecer a esta instrucción, pude proseguir normalmente con mis tareas, libre de cansancio o malestar.

A veces, sentía dolores musculares. Me era difícil incorporarme o caminar. Cuando no lograba superar la dificultad por medio de mi propia oración, llamaba a una practicista y obtenía pronto alivio.

Una vez, cuando sentí este dolor, también sentí los síntomas de gripe, somnolencia y desgano. Pedí a una amiga que se comunicara con una practicista, la que me prestó ayuda. La mejoría pronto se hizo evidente. Pero era necesario corregir mi pensamiento, comprender que mi verdadera identidad era espiritual y que sólo podía expresar salud y bienestar, no el mero deseo de estar bien.

En pocas semanas tenía que concurrir a la reunión de mi Asociación de Estudiantes de la Ciencia Cristiana. Llamé a la practicista y le pedí que me siguiera apoyando. Sus palabras, dichas con tanto amor, me tranquilizaron y me dieron ánimo. Se hicieron las reservas de pasajes, y pronto estuve completamente curada. A los pocos días, viajé con mi amiga a la asociación. No tuve más problemas.

Estoy también muy agradecida por haber aprendido que la verdadera provisión viene de Dios. Cuando los recursos parecían limitados, recordaba que Cristo Jesús demostró la abundancia del bien cuando alimentó a la multitud (ver Mateo 15:32–38; Juan 6:5–13). Al afirmar yo esta verdad de que la bondad es abundante, mi necesidad fue satisfecha de una manera hermosa.

Ha quedado grabado en mi mente lo que una practicista me decía con respecto a esto: Recuerda siempre que las verdaderas riquezas son espirituales. Esa verdad divina ha sido de gran ayuda para mí cuando he tenido desafíos que enfrentar. Asimismo, me es de gran ayuda e inspiración lo que la Sra. Eddy dice en Escritos Misceláneos (pág. 307): “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria”.

Al confiar en Dios, mi hermana y yo fuimos admirablemente guiadas y protegidas durante un viaje. Realmente se manifestó lo que la Biblia dice (Exodo 23:20): “He aquí yo envío mi Angel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado”.

Mi gratitud por nuestra Guía, la Sra. Eddy, no tiene límites. Admiro el valor que tuvo al afrontar todo lo que le hubiera impedido legar a la humanidad la valiosa comprensión espiritual de la Biblia, como se encuentra en Ciencia y Salud. También quiero expresar mi profunda gratitud por La Iglesia Madre; por toda la literatura, en especial por El Heraldo de la Ciencia Cristiana, cuyo mensaje sanador fluye por todo el mundo; y por los himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana, que nos ayudan a cantar alabanzas de gratitud al Padre.

Considero mi trabajo y colaboración en nuestra iglesia filial como una ofrenda de gratitud por todas las bendiciones recibidas. Siento especial gratitud por haber recibido instrucción en clase de Ciencia Cristiana con una amorosa maestra. Aunque hay mucho que aprender, corregir, sanar y demostrar, estoy agradecida a Dios por su amor y bondad infinitos para con cada uno de nosotros. Anhelo adquirir una mejor comprensión de la Ciencia Cristiana y, de este modo, por medio de mis obras, glorificar a Dios.


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