¡Qué maravillosa oportunidad es enseñar en la Escuela Dominical! Compartir nuestra inspiración y comprensión con pequeñuelos receptivos o con jóvenes que tienen interés en hacer preguntas.
Pero, ¿se trata realmente de “nuestra” enseñanza? Cristo Jesús, el gran Maestro, dijo: “Yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar”. Juan 12:49. Cuando sabemos, como sabía Jesús, que la verdad que nos esforzamos por expresar es la Palabra santa de Dios, nuestra consciencia se abre para recibir y difundir las ideas precisas que satisfagan las necesidades individuales de nuestros alumnos.
La Verdad divina es Dios. Por tanto, no podemos crear nada nuevo para dar a nadie, sino que siempre podemos aprender más acerca de El. Podemos descubrir la infinitud, la grandeza y la majestad del Espíritu. Podemos comprender que el universo en que vivimos es espiritual, y que está incluido en la totalidad de Dios. Podemos darnos cuenta de que, en todo momento y en todo lugar, estamos morando realmente en Dios, que El es toda la sustancia verdadera; que somos uno con El. La sustancia del hombre es Amor perfecto; cada uno de nosotros es, en realidad, la emanación misma del Amor divino.
La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “El Cristo, como la idea espiritual o verdadera de Dios, viene ahora, como antaño, anunciando el evangelio a los pobres, sanando a los enfermos y echando fuera los males”.Ciencia y Salud, pág. 347. El Cristo es el mensaje espiritual de Dios, que siempre está llamando a la puerta del pensamiento humano. Su propósito es elevarnos por encima de la creencia en las pretensiones de vida en la materia y revelar la única causa perfecta y su efecto perfecto. El Cristo es la antorcha de la Verdad, iluminando las oscuras grietas de la consciencia. El resplandor de esta luz sagrada revela la nada de la enfermedad, el pecado y la muerte.
En la proporción en que el maestro se despoja del falso ego, deja que el Cristo ilumine su consciencia con las ideas que le ayudan a abrir el pensamiento de los alumnos. Pablo explica: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual”. 1 Cor. 2:12, 13.
Tal manera de compartir también da al maestro nuevas percepciones. Le permite comprender nuevas y más profundas verdades: la omnipresencia y omnipotencia del Espíritu, y la relación gloriosa e inalterable del hombre con la Vida infinita. Estas dádivas celestiales lo bendicen a él y a sus alumnos. Cada clase de la Escuela Dominical se convierte en un viaje de descubrimiento espiritual a medida que el Cristo recompensa a cada persona individualmente de manera única y amorosa.
Pero, ¿qué decir de la pretensión de la mente mortal de que hay animadversión, o del simple desagrado entre maestro y alumno o entre alumnos? Es preciso abandonar la creencia en personalidades materiales y ver que, en realidad, cada alumno y maestro sólo posee la identidad o individualidad que le fue concedida como la imagen única del Alma. En realidad, no somos personalidades humanas, atrayendo o repeliéndonos unas a otras sobre la base de la apariencia física; de habilidades atléticas o musicales o de falta de ellas; de factores educativos, raciales o económicos. Somos identidades espirituales perfectas. Y cuando se entiende esto claramente, los antecedentes pobres no pueden interferir con la enseñanza eficaz. En verdad, los alumnos, al igual que los maestros, tienen una sola Mente, y Ciencia y Salud nos dice: “La adhesión, la cohesión y la atracción son propiedades de la Mente”.Ciencia y Salud, pág. 124.
Cada alumno y maestro es, de hecho, la expresión espiritual de Dios, el Alma, el solo Ego y la fuente de toda individualidad verdadera. Por consiguiente, los hijos y las hijas de Dios pueden expresar sólo el bien, que incluye la receptividad, la obediencia, la ternura y el amor. Cada idea perfecta del Amor existe con el único propósito de glorificar a Dios, y lo hace al irradiar todas Sus cualidades infinitas. Entre las ideas de Dios no existe animosidad, incompatibilidad, celos ni malos entendidos. Podemos saber que cada alumno de la Escuela Dominical es realmente el representante del Alma.
Fue hermoso ser testigo de cómo el Cristo, la Verdad, proveyó las respuestas a una alumna adolescente de la Escuela Dominical que era nueva en la Ciencia Cristiana. A los pocos meses de haber llegado a los Estados Unidos, ella y su familia empezaron a asistir a los cultos de Ciencia Cristiana en español. Si bien, desde el comienzo, la joven demostró una alegre avidez por aprender sobre esta Ciencia, también se dio cuenta de que ésta presentaba ideas radicales y desconcertantes.
Un día, se le inflamó la encía y le dolía mucho, desesperada se tomó un calmante para que la aliviara. Lo que estaba aprendiendo en la Escuela Dominical le hizo no confiar en la eficacia de ese calmante. El dolor no disminuyó, razonando llegó a la conclusión que era el momento de poner en práctica las enseñanzas de la Ciencia Cristiana.
Esa noche, recurrió a Dios en busca de ayuda, ella ahora sabía que Dios es incorpóreo, siempre presente y todopoderoso. Había aprendido en la Escuela Dominical que Dios es Espíritu, Mente, Alma, Principio, Vida, Verdad y Amor. Este nuevo concepto acerca de Dios, al comienzo le había parecido abstracto, pero ahora el Cristo le revelaba a Dios también como Padre-Madre amoroso y omnímodo.
Declaró y vio que, debido a que Dios es Espíritu, Su imagen y semejanza, el hombre, es totalmente espiritual; y puesto que Dios es Amor que lo incluye todo, cada uno en su creación es amado y protegido por El. Por tanto, llegó a la conclusión de que no había tal cosa como inflamación. El Amor divino no permitiría que ninguno de sus hijos estuviera, ni por instante, sujeto a esa pretensión. Y ella era la hija espiritual de Dios, no contaminada por la materia, el dolor o la discordia.
Durante la noche, se despertó varias veces para declarar una y otra vez esas inspiradas verdades. A la mañana siguiente, se despertó complemente sana. El Cristo se le había revelado como verdades espirituales demostrables, las mismas ideas que anteriormente le habían parecido abstractas.
El Cristo, el mensaje inspirado de Dios que viene a la consciencia humana, revela una causa y un efecto perfectos. Viene a cada uno de forma individual y única para responder a necesidades específicas. Podemos saber que viene de acuerdo con la ley divina y, por consiguiente, es poderoso y transforma.
El Cristo es nuestro maestro y el maestro de todos los alumnos de la Escuela Dominical. Es necesario escuchar e instruir a nuestros alumnos para que escuchen este mensaje divino. En la proporción en que lo hagamos, embeberemos el verdadero espíritu de la Ciencia Cristiana.
