¡Qué maravillosa oportunidad es enseñar en la Escuela Dominical! Compartir nuestra inspiración y comprensión con pequeñuelos receptivos o con jóvenes que tienen interés en hacer preguntas.
Pero, ¿se trata realmente de “nuestra” enseñanza? Cristo Jesús, el gran Maestro, dijo: “Yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar”. Juan 12:49. Cuando sabemos, como sabía Jesús, que la verdad que nos esforzamos por expresar es la Palabra santa de Dios, nuestra consciencia se abre para recibir y difundir las ideas precisas que satisfagan las necesidades individuales de nuestros alumnos.
La Verdad divina es Dios. Por tanto, no podemos crear nada nuevo para dar a nadie, sino que siempre podemos aprender más acerca de El. Podemos descubrir la infinitud, la grandeza y la majestad del Espíritu. Podemos comprender que el universo en que vivimos es espiritual, y que está incluido en la totalidad de Dios. Podemos darnos cuenta de que, en todo momento y en todo lugar, estamos morando realmente en Dios, que El es toda la sustancia verdadera; que somos uno con El. La sustancia del hombre es Amor perfecto; cada uno de nosotros es, en realidad, la emanación misma del Amor divino.
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