En esos días de verano en que hace mucho calor, ¿quién no disfruta ante la perspectiva de una refrescante zambullida en una piscina, en un lago o en el océano? El agua fresca puede transformar un día caluroso y pesado en una jornada de verdadero deleite.
Pero, ¿han notado alguna vez algo gracioso que nos ocurre a casi todos? Aunque sabemos que el agua tendrá un efecto vigorizante en nosotros, vacilamos antes de entrar en ella. El contraste entre el calor del día y lo fresco del agua es tan grande que, antes de decidirnos, lo pensamos dos veces. ¿Será muy fuerte el impacto? Es como si el agua, a la que acudimos para aliviar el calor, nos rechazara. Pero al sentir la intensidad del calor en nuestra cara y hombros, finalmente nos zambullimos y... ¡aaah! El día se transforma. Nos sentimos instantáneamente reanimados y rejuvenecidos. Es claro que el agua en ningún momento nos impidió zambullirnos. Lo que nos retuvo fue nuestro propio temor y resistencia.
Aunque suene raro, hace poco me sorprendí al ver la similitud entre esta experiencia y la de leer la Biblia. La Biblia, como la fresca zambullida durante el calor del día, promete ser vigorizante. Acudimos a ella porque sabemos cómo ha transformado la experiencia de otros. De hecho, quizás nosotros mismos hayamos encontrado muchas veces un sentido de renovación en el poderoso mensaje de la Biblia. Sin embargo, hay momentos en que parece como si algo tratara de retenernos para que no la estudiáramos; para que no veamos el cumplimiento de su promesa.
Una vez, tuve ocasión de estudiar la Biblia formalmente en un seminario. Una amiga me preguntó: “Ahora que has tomado tantos cursos sobre la Biblia, ¿hay algún libro que recomendarías para entenderla mejor?” Contesté sin pensar: “Sí, la Biblia”. De pronto los dos nos echamos a reír. Nos dimos cuenta de la ironía de la pregunta, que ponía en evidencia la disposición que muchos de nosotros tenemos a leer todo tipo de libros sobre la Biblia, pero una gran renuencia a leer directamente de las Escrituras.
Naturalmente, se puede sentir esta resistencia a diferentes niveles. Hay muchas fórmulas prescritas para encarar el estudio de la Biblia, que pueden tener el efecto de hacernos vadear, con el agua sólo hasta el tobillo, en aguas refrescantes que son capaces de renovar todo nuestro ser. Un reputado erudito lo explica así: “Aparte de la simple negligencia, la otra forma en que los seres humanos pueden protegerse contra la atemorizante vitalidad del Nuevo Testamento, es desarticularlo con todo esmero. Claro que está bien que haya eruditos sobre el Nuevo Testamento — en realidad les debo mucho — pero existe la terrible posibilidad de que se efectúe tal disección del tema, que se le quite toda la vida que tiene”. J. B. Phillips, Ring of Truth: A Translator’s Testimony (Wheaton, Illinois: Harold Shaw Publishers, 1981), pág. 24.
El suponer que no podemos entender la Biblia en su significado más profundo, o que las Escrituras no se pueden vivir, sino que sólo se pueden considerar intelectualmente, o que sólo los comentarios de eruditos pueden explicarlas adecuadamente, todas esas consideraciones no son más que simples convencionalismos que quisieran impedirnos que nos sumerjamos en la Biblia, que nos empapemos de su mensaje espiritual transformador y lo vivamos. Claro que esto no es nada nuevo. La gente estaba muy dispuesta a permitir que Jesús hablara sobre las Escrituras; pero cuando comenzó a cumplir las promesas bíblicas, inmediatamente se opusieron a él (ver, por ejemplo, Lucas 4:16–30).
Simplemente no tiene sentido suponer que la Biblia es sólo para hablar de ella. La Biblia tiene un sentido espiritual — renovador y transformador — que debe ser vivido. La razón misma por la que la Biblia fue escrita, es que la gente había experimentado la realidad de la presencia de Dios con tal intensidad que fue imperativo escribir esas experiencias para que otros pudieran entenderlas y aun compartirlas. Mary Baker Eddy, quien descubrió y fundó la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), estaba profundamente convencida de la naturaleza demostrable de la experiencia bíblica; estaba segura de que había una Ciencia del Cristianismo. Reconoció los acontecimientos en la vida de Jesús, que parecen milagrosos para la mente humana, como la evidencia del Principio divino y demostrable que opera por medio de leyes espirituales. Ella escribe: “Jesús dio a sus discípulos (estudiantes) poder sobre todo tipo de enfermedad, y la Biblia fue escrita para que todos los pueblos, en todas las épocas, tuvieran la misma oportunidad de ser estudiantes del Cristo, la Verdad, y así estar dotados por Dios con poder (el conocimiento de la ley divina) y con ‘las señales que la seguían’”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 190.
Ella pudo escribir esto porque su propia obediencia como discípula reveló este mismo tipo de experiencia bíblica. A medida que iba profundizando en las Escrituras, el poder divino de su mensaje fue revelándose a la comprensión de la Sra. Eddy, trayendo curación y regeneración. Para ella, la Biblia no sólo tenía autoridad porque era “la Biblia”, sino porque era demostrable, ilustraba el Principio divino, Dios. Al escribir el libro de texto la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, la Sra. Eddy jamás tuvo la intención de agregar nada a la Palabra de Dios contenida en la Biblia, sino más bien abrirla de una manera que probara con certeza científica que el Cristo podía ser vivido, demostrado y experimentado aquí y ahora. ¡Cuántas veces los pasajes bíblicos adquieren un significado más profundo cuando se estudian con la ayuda de Ciencia y Salud! En la sección llamada Clave de las Escrituras, hay un glosario que da la interpretación metafísica de algunos términos bíblicos. Hay dos capítulos que tratan específicamente sobre los libros del Génesis y el Apocalipsis. El libro de texto, del principio al fin, está lleno de citas y alusiones bíblicas que muestran las Escrituras bajo una nueva luz.
Para que el estudio de las Escrituras traiga a nuestra experiencia una mayor inspiración por medio de la luz del Cristo, se requiere la comprensión espiritual de la Biblia, así como la superación de toda resistencia que quisiera impedirnos alcanzar esa comprensión. Y esta comprensión espiritual es precisamente lo que Ciencia y Salud nutre y fomenta. Por “comprensión espiritual” queremos significar un grado de conocimiento que va más allá de la comprensión de palabras en un texto; es la percepción de la luz misma de la Verdad que motivó las palabras en primer lugar. Cuando comprendemos el significado espiritual de la Biblia, nuestra búsqueda se vuelve un estudio de hallazgos; descubrimos, en cierta medida, la naturaleza de la realidad divina, el reino de Dios que se ha acercado.
Entonces, ¿cómo hacemos para escudriñar las Escrituras y encontrar este significado espiritual que todo lo transforma?
La forma más simple y segura es comenzar por darnos cuenta de que la naturaleza de Dios es revelarse a Sí mismo; que El es comprensible. Hay una diferencia enorme entre la manera de encarar la vida suponiendo que Dios está distante y no se puede conocer, y la que implica el conocimiento de que Dios está continuamente comunicándonos Su naturaleza. El entendimiento de que Dios puede ser conocido, abre el camino para que Su gracia entre en nuestro corazón y nos permita conocerlo. En Jeremías, leemos: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”. Este texto continúa y nos indica cómo podemos experimentar este “fin que esper[amos]”. Dice así: “Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón”. Jer. 29:11, 13.
El buscar con todo nuestro corazón significa volvernos humildemente a Dios con un deseo sincero de seguir la guía del Cristo y dejar de lado todo concepto humano preestablecido acerca de Dios. La Sra. Eddy explica lo que se requiere: “El sentido espiritual de la verdad tiene que obtenerse antes que la Verdad pueda comprenderse. Ese sentido se asimila sólo a medida que seamos honestos, abnegados, bondadosos y humildes. Hay que sembrar la semilla en la tierra de un ‘corazón bueno y recto’; de otro modo no llevará mucho fruto, pues la desarraigará el elemento porcino en la naturaleza humana. Jesús dijo: ‘Erráis, ignorando las Escrituras’. El sentido espiritual de las Escrituras revela el sentido científico y es la nueva lengua mencionada en el último capítulo del Evangelio según San Marcos”.Ciencia y Salud, pág. 272. Esa forma de buscar asegura que nuestros corazones son dirigidos por el mismo Dios a quien buscamos para conocer más. Y lo que encontramos es, ineludiblemente, una percepción más clara de Dios como Espíritu y del hombre como espiritual, percepción que transforma cada momento de nuestra vida.
Pero, ¿qué sucede si realmente sentimos que aun cuando nuestro amor es desinteresado, no encontramos la inspiración que estamos buscando en la Biblia? Entonces podemos elegir. Podemos abandonar nuestra búsqueda, o podemos insistir más para desenmascarar la resistencia a que nos enfrentamos.
Jesús nunca aceptó fracasos ni limitaciones. El demostró sus palabras con sus obras. La Sra. Eddy muestra claramente cómo deben llegar nuestras pruebas bíblicas: “Por el entendimiento caramente buscado, / con intensos latidos del corazón...”Christ and Christmas, pág. 15.
Leemos en el Génesis que Jacob luchó con un opositor durante toda la noche. Aun cuando amanece, continúa luchando. Simplemente no abandonará la lucha hasta que no obtenga la victoria. Dice a este ángel: “No te dejaré, si no me bendices”. Gén. 32:26. Y la bendición que recibe es tan grande que su identidad misma cambia definitivamente. Desde ese momento es llamado “Israel”.
Esta historia es una ayuda para encarar el estudio de la Biblia. No es exagerado decir que cada esfuerzo sincero por escudriñar las Escrituras, puede tener el mismo efecto transformador en nuestras vidas. Podemos insistir en no abandonar lo que estamos estudiando hasta que recibamos la bendición que contiene para nosotros; hasta que veamos claramente el significado espiritual que transforma y regenera nuestra experiencia. Estar dispuestos a buscar — de hecho, insistir en el estudio profundo de los textos bíblicos — nos lleva más allá del simple entendimiento, al punto de la comprensión espiritual. Llegamos al punto en que la palabra y el hecho, la declaración y la demostración, se vuelven uno. Esta es la búsqueda que es hallazgo.
Ninguno puede afirmar que está expresando constantemente la humildad y el deseo necesarios para hallar esta comprensión espiritual. Y todos admitimos que tenemos que aprender más acerca de Dios de lo que en la actualidad sabemos. Pero hay momentos en que ¡sí podemos hacerlo! Y estos momentos nos motivan y nos hacen luchar y trabajar para que experimentemos esta luz con una mayor constancia.
No hace mucho, mi esposa y yo pasamos por uno de esos momentos cuando ella se despertó en medio de la noche sintiéndose muy enferma. Los dos oramos; elevamos nuestro pensamiento a Dios para sentir y demostrar Su amor, un amor que trasciende el reino de la mortalidad.
Al leer — y escudriñar de veras — la Biblia, comprendí que tenía que confiar plenamente en la presencia y el poder del Amor divino. Toda forma de resistencia — ya fuera letargo, falta de preparación espiritual o insuficiencia — fue anulada por el Amor, que en ese momento me alimentaba mediante el mensaje vibrante de la Biblia. Con mi pensamiento en calma, comprendí que Dios estaba allí mismo, amando y cuidando a mi esposa. Vi que, en realidad, ella era la expresión misma del Amor. Yo continuaba leyendo capítulos y versículos, pero sobre todo, comprendía con más claridad la luz sanadora del Cristo, que manifiesta la naturaleza impecable del hombre. Este conocimiento naciente inmediatamente transformó nuestra experiencia. Mi esposa me llamó para que volviera a acostarme, y durmió tranquilamente toda la noche. Este fue un momento glorioso, cuando la resistencia a leer la Biblia a fondo fue vencida por el Amor divino, y la comprensión espiritual subsecuente se manifestó en forma de curación.
Cuando buscamos este significado más profundo de la Biblia, este significado cristianamente científico, no sólo encontramos su propósito espiritual, sino nuestra espiritualidad como hijos amados de Dios. Es por esto que esos momentos pueden compararse con lo que se siente al volver al hogar. Cuando buscamos, hallamos lo que realmente somos, y... ¡aaah! Como el que se zambulle para nadar, nos sentimos renovados.